Jn 6,60-69
La
Eucaristía es pan nuestro de cada día, pan del tiempo; y hemos de recibirla no
sólo como comida que alimenta el cuerpo, sino también la mente. La virtud que
en él se simboliza es la unidad, para que nosotros mismos seamos lo que
recibimos: miembros de Cristo integrados en su cuerpo. Sólo entonces será pan
nuestro cotidiano” (San Agustín. Sermón 57, 7).
Los judíos, que no entendieron, siguen velados, no
han podido ver más allá del signo, se han quedado en sus propias inquietudes,
siguen sin el horizonte pascual (Jn 6,52) no se cristificaron, ni se han pascualizado
porque no ven el signo y no lo pueden ver por estar sujetos a las tradiciones
judaicas (Jn 6,58), aferrados a la sinagoga (Jn 6,59) No pueden comprender que
comer la carne del nuevo cordero los libera, los saca de la esclavitud, que
representaban las tradiciones judaicas y la sinagoga.
Los discípulos, tampoco podían entender este
lenguaje, a ellos los mueve el dilema entre asumir el antiguo legado que es lo
que los mantiene o escuchar el nuevo lenguaje que los desestabiliza, pero que
los cristifica y los pascualiza, dejarse llevar por la vida en Cristo: “Yo ya no vivo, pero Cristo vive en mí. Todavía
vivo en la carne, pero mi vida esta afianzada en la fe del Hijo de Dios, que me
amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,20).
No entender la propuesta pascual-eucarística de
Jesús, ha creado conflicto, interior en la comunidad de discípulos: Creer en lo
establecido por la religiosidad judía de la sinagoga o la novedad pascual de
Jesucristo, ofreciéndose así mismo para dar la vida; esto hace que muchos
abandonen a Jesús perdiendo el sentido pascual, incluso llegar a traicionarlo. En
sus creencias la comunidad se ha despascualizado, alejándose de Jesús, de su
vida, pasando de comunidad a grupos, muchedumbre (Jn 6,2.5):
1.
Grupo de no creyentes.
2.
Grupos de adeptos – No creyentes
3.
Grupo de discípulos que pierden el horizonte
pascual.
4.
Grupo que traicionan (Jn 6,70.71).
Sin embargo frente a este panorama, surge la
esperanza de los que creen, de aquellos que son conducidos por el Padre a Jesús
(Jn 5,38; 6,37; 8,25.46-47; 10,25-26), es la comunidad de discípulos que
pertenece a los 12 (Jn 6, 67.70) Que confiesa su fe en Él: “¿Señor a quien vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y
nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,68-69; Cfr. Mc
8, 29; Mt 14, 33; 16,16; Lc 9,20).
Esta confesión de fe, es la vida, en prospectiva de
la resurrección en el último día (Jn 6,44.54) En el Hoy de la Cruz, el Hoy del
cumplimiento: “Todo está cumplido” (Jn
19,30), el Hoy en que miraremos al traspasado: “Miraran al que traspasaron” (Jn 19,37; Cfr. Zc 12,10) El Hoy de la
vida eterna, en el que el Hijo de Dios Muere: “E inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn 19,20; Cfr. Jn 20,22)
El hoy de la resurrección: “Jesús
debía resucitar de entre los muertos” (Jn 20,9) El hoy de la Ascensión (Jn
3,14; 8,28; 12, 34; 15,5) El hoy en que entrega y envía al Espíritu Santo (Jn
19,20.20,22) Este es el Hoy de salvación[1],
que el Hijo nos entregó al recibirlo del Padre (Jn 6,57; Cfr. Jn 5,26;
14,20-21; 17,21-23).
A modo de conclusión 1
1.
En la reflexión de este capítulo recordamos lo
que nos dice el Evangelio de Juan: “Hay
además, otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se pusieran por escrito una por
una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se
escribieran” (Jn 21,25).
2.
Y estas reflexiones: “Han sido escritas para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de
Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre” (Jn 20,31).
3.
En estas 5 reflexiones del capitulo 6 no se
agota el tema de Jesús Pan de vida, Pan Pascual-Eucarístico, es necesario seguir profundizando.
4.
Porque la pascualización del creyente es un tema
de suma importancia en estos tiempos de poco compromiso: No somos creyentes,
decimos ser cristianos, pero no creemos en Cristo. Decimos pertenecer a la
iglesia de Jesucristo que es una y nos dividimos, por advocaciones, por
religiosidades, por divergencias de piedad popular sin fundamentos bíblicos y
eclesiales.
5.
No tenemos identidad: como cristianos no leemos
la fuente del cristianismo, la Palabra y su realidad. Y nuestra realidad a la
luz de la Palabra.
6.
No tenemos identidad de Iglesia católica
perdimos el horizonte, no leemos, no asumimos el compromiso dentro de
ella.
7.
Jesús como pan de vida, nos lleva a recuperar el
sentido de la espiritualidad cristiana, que hemos descuidado, nos hemos
distraídos de esta espiritualidad, alejándonos de sus exigencias[2]:
§ De convertirnos al reino y de y anunciarlo
(Mc 1,15)
§ Del amor a Dios y al prójimo (Lc 10,26-27)
§ De la misericordia- Actuando como prójimo
(Lc 10,28-37)
§ De la identidad cristiana: Amándonos los
unos a los otros (Jn 13,34-35; Mt 23,8-9; Lc 10,27; Jn 15,12)
§ De asumir el reino de Dios y su Justicia (Mt
6,33)
§ De
Creer en Jesús (Jn 1,12) - Del servicio
a los demás (Mc 10,45)
§ De Participar del destino de Jesús (Mt
16,21.24-25)
§ De ser Llamados por Él (Jn 1,3) - De
Estar con él (Mc 3,13)
§ De recibir autoridad para sanar las enfermedades (Mc 3,15; cfr. Mc
6,7-13)
§ De ser testigos de la Resurrección (Hec 1,22)
§ Por medio de la cual se da la denuncia de la realidad vivida (Lc
24,13-24)
§ De recibir catequesis iluminada por
la Palabra (Lc 24,25-29)
§ De ser llamados a la conversión continua (Lc 24,30-32)
§ Para anunciar el mensaje Kerygmático-Pascual (Lc 24,32-35)
§ De una nueva relación con Jesús: mutuo conocimiento y comunión (Cfr. Jn
1,38-39; Mc 3,31-35)
§ De saber que Jesús va delante de
la comunidad (Jn 10,4)
§ De dejarnos Guiar y conducir por Él (Jn 10,16)
§ De escuchar su voz: la comunidad
escucha a su voz (Jn 10,4.16.27)
§ De quien le sigue (Jn 10,4.27)-
§
De quien es enviado (Mc 6,7; Mt
10,5-15; Lc 9,1-6)
§ De
quien vive en armonía (1P 3,8-12) -
§ De
quien vive en oración y amando al prójimo (1P 4,7-11)
§ De quien no hace daño al prójimo (Rm
13,8-10)
§ De quien vive en la verdad (Ef 4,25-32)
§ De quien es solidario (Lc 9,13;Mc 6,37; Mt
14,16)
§ De hacer nuestra la confesión de Fe (Mt
16,16)
A modo de conclusión 2: Según San Agustín
1.
El
cuerpo de Cristo no puede vivir sino del Espíritu de Cristo. Por eso el apóstol
Pablo nos habla de este pan diciendo: Ya que hay un solo pan, todos
nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque participamos de
ese único pan (1 Corintios 10, 17). ¡Qué misterio de amor, qué símbolo de
unidad y qué vínculo de caridad! Quien quiera vivir sabe dónde está su vida y
de dónde le viene la vida. Que se acerque, y que crea, y que se incorpore a
este cuerpo, para que tenga participación de su vida. No le horrorice la unión
con los miembros, y no sea un miembro podrido, que deba ser cortado; ni un
miembro deforme, de quien el cuerpo se avergüence; que sea bello, proporcionado
y sano, y que esté unido al cuerpo para que viva de Dios y para Dios, y que
trabaje ahora en la tierra para reinar después en el cielo[3].
2.
El
sacramento de esta realidad, es decir, de la unidad del cuerpo y de la sangre
de Cristo, se prepara en el altar del Señor, en algunos lugares todos los días
y en otros con algunos días de intervalo, y es comido de la mesa del Señor por
unos para la vida, y por otros para la muerte. Sin embargo, la realidad misma
de la que es sacramento, en todos los hombres, sea el que fuere, que participe
de ella, produce la vida, no la muerte[4].
3.
Cuando
se come a Cristo se come la vida. No es que se lo mata para luego comerlo, sino
que él da la vida a los muertos. Cuando se lo come da fuerzas, sin él
debilitarse. No tengamos miedo de comer este pan pensando en que tal vez se
pueda terminar y después no encontremos qué tomar. ¡Qué Cristo sea comido;
cuando es comido vive, puesto que muerto resucitó! No se lo parte en trozos
cuando lo comemos. Así acontece en el sacramento, los fieles ya saben cómo
comen la carne de Cristo: cada uno recibe su parte (…). Se la come en
porciones, pero permanece todo entero; en el sacramento se lo come en
porciones, y permanece todo entero en el cielo, todo entero en tu corazón. (…)
Comamos tranquilos el cuerpo de Cristo que no desaparece lo que comemos;
comámoslo para no desaparecer nosotros. ¿En qué consiste comer a Cristo? No
consiste solamente en comer su cuerpo en el sacramento; muchos lo reciben
indignamente y a ellos dice el Apóstol: Quien come el pan y bebe el cáliz
del Señor indignamente, come y bebe su condenación. Pero ¿cómo ha de ser
comido Cristo? Como él mismo lo indica: Quien come mi carne y bebe mi
sangre, permanece en mí y yo en él. Entonces, si él permanece en mí y yo
en él, es entonces cuando me come y bebe; quien, en cambio, no permanece en mí
ni yo en él, aunque reciba el sacramento, lo que consigue es un gran tormento[5].
4.
El
maná era signo de este pan. Signos de la persona de Jesús eran todas aquellas
cosas. Ustedes van tras el amor de los signos y desestiman al que era
significado por ellos. No les dio Moisés pan del cielo. Dios es el que da el
pan. ¿Y qué pan es ése? ¿El maná tal vez? No; es el pan que el maná significó,
es decir, el mismo Señor Jesús[6].
5. Así
como de muchos granos reunidos, y en cierto modo mezclados entre sí mediante el
agua, se hace un solo pan, de idéntica manera, mediante la concordia de la
caridad, se crea el único cuerpo de Cristo. Lo que se ha dicho de los granos
respecto del cuerpo de Cristo, ha de decirse de los racimos respecto a la
sangre, pues también el vino fluye del lagar, y lo que estaba en muchas uvas
por separado, confluye en la unidad y se convierte en vino. Así, por tanto, lo
mismo en el pan que en el vino se encuentra el misterio de la unidad[7].
6.
Este pan que ven sobre el altar, santificado por la
palabra de Dios, es el cuerpo de Cristo. Este cáliz, o mejor, lo que contiene
el cáliz, santificado por la palabra de Dios, es la sangre de Cristo. Por medio
de estas cosas quiso el Señor dejarnos su cuerpo y su sangre, que derramó para
la remisión de nuestros pecados. Si lo han recibido dignamente, ustedes son eso
mismo que han recibido[8].
7. El cuerpo y la sangre de Cristo será vida para cualquiera que coma y
beba espiritualmente lo que come y bebe de una manera visible. Hemos oído que
nos dice el mismo Dios: Lo que vivifica es el espíritu, porque la carne no
aprovecha para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida.
Pero, hay algunos que no creen. Duras son estas palabras,
decían ellos; ¿quién las podrá escuchar? Son duras, ciertamente, estas
palabras; son duras para los duros de corazón; son increíbles, pero para los
incrédulos[9].
Esta comida y esta bebida significan la común unidad entre el cuerpo y
los miembros que es la Iglesia. (San Agustín. Comentario al Evangelio de san
Juan 26, 15).
[1] EL
hoy de Dios: Como el tiempo de la visita de Yavéh, o el día de la salvación. La
hora viene con Jesús: La hora del anuncio del reino. Sobre todo la hora de la
pasión y de su gloria, que lleva a remate el desarrollo del plan salvador de
Dios: “He aquí que ha llegado la hora” (Mt 26,45). Es la hora del amor llevado
hasta el extremo (Jn 13,1) (X. León Defour. Vocabulario de teología Bíblico. La
hora. P. 398.
[2]
Casalins, Guillermo. OTRO TEXTO PARA NO LEER: REFLEXIÓN EL REINO DE DIOS VII.
Mt 25,1-13. Medellín Nov 6 de 2011.
[3]
San Agustín. Comentario al Evangelio de san Juan 26, 13
[7]
San Agustín Sermón 229, 2.
[8]
San Agustín Sermón 227
[9]
San Agustín. Sermón 131,1,1
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