sábado, agosto 18, 2012

“YO SOY EL PAN DE VIDA” IV



Jn 6,51-58 

“Cristo es él mismo el que ofrece y él mismo el don ofrecido. Ha querido que el sacramento de esta realidad sea el sacrificio cotidiano de la Iglesia que, siendo cuerpo de esta cabeza, aprende a ofrecerse ella misma por él”  (San Agustín. La Ciudad de Dios, X, 20).
El dialogo que se había suscitado entre los judíos y Jesús en la sinagoga en Cafarnaún (Jn 6, 59) que centraba la atención sobre el Pan de vida bajado del cielo para dar vida eterna al que crea en el Padre y en el que el Padre ha enviado: “En verdad, en verdad les digo que el que cree, tiene vida eterna” (Jn 6,47) Las palabras de Jesús abren la esperanza en la salvación: Del Pecado-Muerte a la Pascua, camino de Salvación-Resurrección, para que el creyente viva en la pascua eterna, es decir, pascualizar la vida en acción cristiana.
En este mismo sentido, los versículos de Jn 6, 51-58, recrean lo ya planteado por Jesús a los judíos, pero ahora dirigido al grupo de discípulos, que es un grupo distinto a los 12 mencionados en el contexto de la confesión de Pedro (Jn 6,67.70) Sigue aquí el planteamiento del Pan de vida bajado del cielo, como pascua de vida eterna. Esta es la  diferencia  que existe: Del pan recibido por el pueblo en el desierto, pan perecedero, no da la vida eterna.  Con el Pan-Carne[1], pan Pascual que da la vida eterna (Jn 6,51).
Creer en el Hijo es una opción personal, pero es una opción dada por el Padre: “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envía no lo atrae” (Jn 6,44) para darle la vida eterna y esta vida, solo puede darla el que ha bajado del cielo a “todo el que escucha al Padre y aprende” (Jn 6,45) Esto es fundamental al momento de asimilar lo que Jesús nos da: “En verdad, en verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna” (Jn 6,53-54).
Esto es la pascualización del creyente, comprender que Jesús es la nueva pascua, es quien cristifica al que cree. Alternativa en la que desaparece todo tipo de enemistad, de discriminación: Por razas, religiones, grupismos de religiosidad. De adeptos, pero no seguidores. De grupos, pero no de  Iglesia de Jesucristo; esto es lo que divide al género humano desde la caída (Gen 3,1-11,33) Ahora por la unión con Cristo volveremos a la unidad en la fe: “Pues Cristo es todo y está en todos” (Col 3,11).
Esto es en el evangelio de Juan pascualizar todas las cosas en Cristo, no en una pascua de esclavos, sino en la pascua del Hijo, donde hombres y mujeres serán testigos de la nueva sociedad pascualizada (Ap 21-22), bajo la única Alianza dada por Jesús: “Cuando todo le haya sido sometido, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1Cor 15,28) Porque tendríamos: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos” (Ef 4,6).
Propiciar el camino para que todas las cosas sean en el Padre, es el sentido que da el evangelio de Juan al pascualizar todas las cosas en Cristo, es decir, pascualizar la vida, vida desde la perspectiva de la resurrección- Pascua eterna del Padre. Vida eterna que el Hijo proporciona a los que reciben la enseñanza del Padre. Esta pascualización en Cristo abre el camino de participación en la Eucaristía como pascua eterna, vivir unidos al Padre, es vivir en el Hijo que ha sido enviado por el Padre (Jn 6,56-57).
Jesús nos invita a creer en el Padre, nos recrea pedagógicamente esta vida en el Padre como vida eterna (Jn 17,3-4): “Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí” (Jn 6,57)  Este alimento es lo que nos hace vivir en la vida eterna, porque este es el conocimiento del Padre y del Hijo, enviado para dar la vida por medio de su sacrificio en la cruz (Jn 3,16-17) Él es el nuevo cordero sacrificado, ya no es el cordero del antiguo pueblo (Ex 11-12), ahora es el cordero hecho carne, que da su carne como comida para la vida eterna:

·         Permaneciendo en nosotros (Jn 14,7).
·         Para que permanezcamos en Él (Jn 15,4-7; 10).
·         Siendo “Uno como Tú, Padre, en mí y yo en ti” (Jn 17,21; Cfr. Rm 8,1; 2Cor 5,17).
·         Porque mi carne ha sido entregada (Mc 14,22; Lc 22,19; Mt 26,26; Jn 6,51).
·         “Para que el mundo crea que tu me has enviado” (Jn 17,21).   


A modo de conclusión:

En este camino hacia la perfección, el Espíritu y la Esposa llaman a quien les escucha (cf. Ap 22, 17) a la comunión perfecta con Dios: “Allí se dará la gloria verdadera; nadie será alabado allí por error o por adulación; los verdaderos honores no serán ni negados a quienes los merecen ni concedidos a los indignos; por otra parte, allí nadie indigno pretenderá honores, pues allí sólo serán admitidos los dignos. Allí reinará la verdadera paz, donde nadie experimentará oposición ni de sí mismo ni de otros. La recompensa de la virtud será Dios mismo, que ha dado la virtud y se prometió a ella como la recompensa mejor y más grande que puede existir (…): "Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo" (Lv 26, 12) (...) Este es también el sentido de las palabras del apóstol: "para que Dios sea todo en todos" (1Co 15, 28). El será el fin de nuestros deseos, a quien contemplaremos sin fin, amaremos sin saciedad, alabaremos sin cansancio. Y este don, este amor, esta ocupación serán ciertamente, como la vida eterna, comunes a todos” (San Agustín, De civitate Dei, 22, 30: PL 41, 801-802)[2].  

Quien recibe el misterio de la unidad y no tiene el vínculo de la paz no recibe un misterio salvador en favor suyo, sino un testimonio contra sí mismo. Si ustedes son el cuerpo de Cristo y sus miembros, entonces su mismo misterio reposa sobre la mesa de la Eucaristía. Ustedes deben ser lo que ven y deben recibir lo que son.        
                                                                                     (San Agustín. Serm.  272)


[1] Ver notas al pie de página 193; 194 de OTRO TEXTO PARA NO LEER.
[2] C.I.C 2550

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