Jn 6,24-35
Mi
boca proclamará la alabanza del Señor por quien fueron hechas todas las cosas,
entre las cuales se encuentra Él; el Señor que es revelador del Padre (…) Palabra-Dios
antes de todos los tiempos, Palabra-carne en el tiempo oportuno. Hacedor del
sol, hecho bajo el sol (...) tan grande en la forma de Dios como pequeño en la
forma de siervo, de modo que ni aquella magnitud disminuye por esta pequeñez,
ni esta pequeñez está oprimida por aquella magnitud (...) Cuando se revistió de
la debilidad de la carne, fue recibido, no encerrado en el seno virginal, para
que a las criaturas no se les privase del alimento de la sabiduría y nosotros
gustásemos cuán suave es el Señor. (San Agustín. Ser.
187,1).
Planteábamos en la reflexión del domingo anterior que la comunidad
Joánica, centra el acontecimiento del Pan Compartido en el marco de la pascua.
Jesús Resucitado, es el Pan de Vida, el Pan Eucarístico, el nuevo maná bajado
del cielo (Jn 6,49-51; Cfr. Ex 16,1-36; Sab 16,20-22; Sal 68,10-11; 111,5) El maná
era considerado, como el alimento del pueblo mesiánico (Sal 78, 23-24; 105,40).
Los que llegan a Jesús, pasan de ser una muchedumbre a ser personas, a
ser como pueblo (Jn 6,10) como el pueblo escogido, un pueblo con identidad: “No te llamaran más abandonada, ni a tu tierra desolada, sino que te llamarán Mi
preferida y a tu tierra Desposada. Porque Yavé se complacerá en ti y tu tierra
tendrá esposo” (Is 62,4) Este es el nuevo pueblo de Dios, una raza elegida:
“Pero ustedes son una raza elegida, un
reino de sacerdotes, una nación consagrada un pueblo que Dios hizo suyo para
proclamar sus maravillas; pues él los ha llamado de las tinieblas a su luz
admirable.” (1P 2,9).
Pero este pueblo, al igual que en el pasado no entendió los designios de
Dios y quería remplazarlos por los de un rey (1Sm 8, 1-21) Jesús rechaza estas intenciones humanas del
pueblo, al igual que en el pasado: “Sabiendo
Jesús que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de
nuevo al monte” (Jn 6,15); Jesús desecha tal vanidad humana, de la misma
manera como Yotam desechó el deseo del pueblo de tener un rey (Jc 9,7-21).
Nuevamente el pueblo desprecia la luz para asumir la oscuridad de sus pretensiones,
porque solamente estaban entusiasmado
por el pan perecedero (Jn 6,16-23) Ellos desean un rey que los alimente con
este pan, pero no con el verdadero bajado del cielo, Pan pascual de Vida, que
da Vida: “El pan de Dios es el que baja
del cielo y da la vida al mundo” (Jn 6,33) El pueblo lo busca no por el
signo que Él mismo Es, sino por haber comido, por haberse saciado del hambre
física. Ellos no habían entendido, estaban perdidos en el horizonte de la
pascua: “No trabajen por el alimento
perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que les
dará el Hijo del Hombre, porque este es a quien el Padre, Dios, ha marcado con
su sello” (Jn 6,27).
Jesús rompe con el esquema monárquico del pueblo, presentando la
alternativa de Dios, y suscitando en ellos un interrogante: “¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios? (Jn 6, 28)
Jesús les propone el camino pedagógico
del creyente: “La obra de Dios es que
crean en quien Él ha enviado” (Jn 6,29).
Él es el que les hace ver la luz; pero ellos quisieron permanecer en la
oscuridad del atardecer y de los fuertes vientos que les causaba temor (Cfr. Jn
6,17-18; Mc 6,47-48; Mt 14,23-24), lo que les cerró la visión; lo esencial no
lo vieron, solo vieron lo que quisieron ver, se quedaron en el hecho visible: Les
dio de comer; pero no lo trascendieron: “Nuestro
padres comieron el Mana”. Estancaron su mirada en el hecho, en la cosa en
si.
Pero, no basta solo con mirar, sino que es necesario ver. Es necesario
ir más allá, ver lo invisible del hecho, sin esta mirada no se puede ver; hay
que ver con la mirada de Dios: “En verdad
en verdad les digo que no fue Moisés quien les dio el pan del cielo; es mi
Padre el que les da el verdadero pan del cielo” (Jn 6,32) Esta es la
realidad que hay que ver, la realidad de Dios. Este es el secreto que el Zorro
le develó al Principito: “He aquí mi secreto. Es muy sencillo. Consiste en que
no se ve bien sino con el corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos”[1].
Esta es la nueva visión que debemos tener frente a Jesús, la visión de
la fe que nos da el Espíritu Santo: “Porque
el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo” (Jn 6,33) Esta
nueva forma de ver, viendo lo esencial, es lo que nos hace ver que Dios se ha
revelado. Ha tomado un rostro, Jesús de Nazaret. Dios se ha hecho visible, no
solo en este rostro, sino en el pan y en el vino, esto es lo que nos lleva a
pedir: “Señor, danos siempre de este pan”
(Jn 6,34).
Esta petición es la que nos hace ver la revelación, es ver con una nueva
mirada el misterio que se nos da en el Pan de Vida, desde una mirada de
libertad, no de esclavitud, es encontrarse con el Padre, es vivir la pascua,
esta es la salvación que nos da el hombre Dios. Y nosotros somos sujetos de esa
salvación como hombres y mujeres libres, con voluntad de agregarse, con toda su
realidad, al final seremos unas creaturas nuevas, que viven en la Pascua del Pan
de Vida que libera y salva: “Yo soy el
pan de vida. El que venga a mi no tendrá hambre, el que cree en mí no tendrá
nunca sed” (Jn 6,35)[2].
A modo de conclusión:
1.
El único camino de llegar a Dios: Es
dejar que Dios hable (Karl Barth).
2.
No hablar nunca de Dios de memoria,
nunca hablar de Él como un ausente (Blandel Maurice)
Tu oración es un coloquio con
Dios. Cuando lees, Dios te habla; cuando oras hablas tú a Dios (San Agustín Ena.In ps. 85,7).
[1]
Antony De Saint-Exupéry. El principito. Edición Bilingüe Español-Inglés. México.
DF. Ed. Nueva Palabra. Pág.94
[2]
Cfr. P. REALI Nicola. 1) Fenomenología de la Eucaristía – 2) Iniciación
cristiana y Eucaristía. Conferencias en el Congreso Internacional de liturgia y
pastoral. Medellín. Julio 31 de 2012.
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