viernes, julio 27, 2012

“YO SOY EL PAN DE VIDA” I



Jn 6,1-15

“De hecho, el hombre Jesús de Nazaret es la transparencia de Dios, en él Dios habita plenamente. Y mientras nosotros siempre buscamos otros signos, otros prodigios, no nos damos cuenta de que el verdadero Signo es él, Dios hecho carne; él es el milagro más grande del universo: todo el amor de Dios contenido en un corazón humano, en el rostro de un hombre. (Benedicto XVI. Angelus, Julio 8 de 2012) 

En el trascurso de estos cinco domingos siguientes reflexionaremos el capítulo seis del evangelio de Juan: 1) Jesús solidario con la multitud  (Jn 6,1-15); 2) Jesús caminando sobre las aguas (Jn 6,16-21); 3) Diálogo sobre la pascua antigua del pueblo de Israel y la nueva pascua que se realizada en Jesucristo (Jn 6,22-71). Estos acontecimientos son situados por la comunidad joánica próximos  a la fiesta de Pascua (Jn 6,4).

He querido darle unidad a estas reflexiones con un solo título: “YO SOY EL PAN DE VIDA”. Este Yo Soy, tiene trasfondo teológico en el nombre de Yahvé. La comunidad joánica lo asume para identificar a Jesús Resucitado: “En el evangelio de Juan, el resucitado asume el nombre del Dios que se revela (Ex 3,14) con este nombre Él se presenta como el Pan de vida, que da fruto de la tierra: Jesús Resucitado, es el YO SOY, nombre del Señor. Nombre del Dios que se le reveló a Moisés (Ex 3,14) del Dios que se solidarizó con el sufrimiento del pueblo, el YO SOY, es El Dios de los profetas,  que está con el pueblo (Is 43,24; 44,24- 25; 45,5.18.19; 46,9). Jesús al utilizar este nombre se identifica con Dios. Y al referirse a sí mismo, se hace uno con Dios mismo, es el YO SOY, principio y fin de todo lo creado (Ap 1,8.17; 2,8; 21,6; 22,13; Is 41,4; 44,6). Este nombre es el que la comunidad Joánica da a Jesucristo:  

“Yo soy, que hablo” (Jn 4,26). − “Yo soy el pan de vida” (Jn 6,35). − “Yo soy el pan vivo” (Jn 6,51). − “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12; 9,5). − “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Jn 8,58). − “Yo soy la puerta de las ovejas” (Jn 10,7). − “Yo soy la puerta” (Jn 10,9). − “Yo soy el buen pastor” (Jn 10,11). − “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25). − “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Jn 14,6). − “Yo soy la vid verdadera” (Jn 15,1)[1]. 

Ahora bien, este pasaje del pan compartido es de gran importancia en las primitivas comunidades cristianas. Los cuatro evangelios lo narran (Mc 6,35-44; 8,1-10; Mt 14,13-21; 15,32-39; Lc 9,10-17; Jn 6,1-15). Los sinópticos, al narrar las perícopas del Pan Compartido las colocan como un compartir alimentos para saciar la fatiga de la multitud, que parecían “ovejas sin pastor” (Mc 6,34) Y se le da de comer como en el éxodo (Ex 16,1-36) saciando el hambre (2R 4,42-44) El compartir el pan, es el resultado de la acción misericordiosa de Jesús, es decir, el pan compartido, pan de solidaridad[2].

Nosotros nos quedamos en las reflexiones en el solo milagro,  alejando el sentido solidario que le dan los sinópticos: “De hecho, los milagros de Cristo no son una exhibición de poder, sino signos del amor de Dios, que se actúa allí donde encuentra la fe del hombre, es una reciprocidad. Orígenes escribe: - Así como para los cuerpos hay una atracción natural de unos hacia otros, como el imán al hierro, así esa fe ejerce una atracción sobre el poder divino-”[3].

En cambio, la comunidad Joánica, acentúa el  acontecimiento pascual del Resucitado, Él es el pan de vida, el pan eucarístico, el nuevo maná bajado del cielo (Jn 6,49-51) Jesús es el nuevo maná bajado del cielo que sacia al pueblo (Sab 16,20-22; Sal 68,10-11; 111,5) Él toma la iniciativa hace que se recuesten en la hierba para reposar (Jn 6,10): “Yahvé es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace reposar. Me conduce a fuentes tranquilas, allí reparó mis fuerzas” (Sal 23,1-3) Y alimentado a su pueblo: “con flor de trigo”, y “Los saciará con miel silvestre” (Sal 80,17). 

A modo de conclusión 

Jesús es la nueva pascua: ÉL toma los panes y los peces y los bendice y los reparte y comieron todo lo que quisieron (Jn 6, 11-12):  

1.      Juan evoca el gesto de la Ultima Cena (1Cor 11,23-24) La Eucaristía, cuando se celebra como es debido, llevará a compartir como hizo el muchacho, y a entregar el propio sustento para ser compartido.
2.      El pan como símbolo de la Eucaristía, describe la multiplicación de los panes como símbolo de lo que debe acontecer en las comunidades a través de la celebración de la Cena Eucarística.
3.      Si entre los pueblos cristianos hubiese un verdadero compartir, habría comida abundante para todos y sobrarían doce canastas ¡para mucha más gente![4]
4.      Jesús, situado al otro lado del mar, representa una alternativa frente al sistema judío. (Jn 6, 1) Jesús lleva la iniciativa previendo la necesidad del pueblo, no espera a que le rueguen (Jn 6,5).
5.      La nueva Pascua no se come de pie y deprisa como la antigua (Éx 12,11); es la de los hombres libres, no la de los esclavos (Jn 6,10-12).
6.      Los que eran multitud (Jn 6, 5) son ahora individuos, personas, independientes y libres; éste es el efecto del servicio-amor en el seguidor de Jesús (Jn 6,12-13).
7.      La señal que da Jesús, consiste en liberar la creación del acaparamiento egoísta que la esteriliza, para que se convierta en don de Dios para todos. Compartir es prolongar el amor de Dios hacia todos, multiplicando el acto creador: Frente a la confianza en el dinero, está la confianza en el amor (Mt 6,1-34)[5] 

“El ayuno no vale nada sin la caridad”

                                                                        (S.Agustín. Sobre el ayuno-De ut jej- 5,7)


[1] CASALINS, G. OTRO TEXTO PARA NO LEER: Reflexión Jn 10,11-18; 15,1-8. Medellín Abril 29; Mayo 6 de 2012.
[2] Cfr. CASALINS, G. OTRO TEXTO PARA NO LEER: Reflexión Mt 14,13-21. Medellín. Junio 31 de 2012.
[3] Benedicto XVI. Angelus, Julio 8 de 2012
[4] http://ocarm.org/es/content/lectio/lectio-juan-61-15

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