Mc 6,1-6
“Una inacabable miseria se hubiera apoderado de ti, si no
se hubiera llevado a cabo esta misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida,
si Él no hubiera venido al encuentro de tu muerte. Te hubieras derrumbado, si
Él no te hubiera ayudado. Hubieras perecido, si Él no hubiera venido” (San Agustín. Sermón,
185,1).
Jesús es
el profeta del reino, no solo es el profeta, según la comunidad marcana, Jesús
es el Reino mismo de Dios. El profetismo acerca del reino comienza con un
llamado a la conversión y la conversión implica creer en la Buena Nueva (Mc
1,14-15) Él es la Buena Nueva que ha venido a anunciar la Buena Nueva a los
pobres, para dar la libertad a los oprimidos, dar la vista a los ciegos, y anunciar el año
de gracia del Señor (Lc 4,16-18) Él es el jubileo de Dios (Lv 25) que hace
caminar a los inválidos, hace oír a los sordos, los mudos hablan, los ciegos
ven, hace resucitar a los muertos (Mc 11,2-6). De esta manera, la presencia de
Jesús es la recreación pedagógica salvadora de Dios (Gn 1-2).
El
profetismo es el llamado al perfeccionamiento de esta creación a través de la
vivencia de la Palabra de Dios: Es Un llamado porque Dios escoge hombres que
hablen sus palabras y en nombre de Él; y el perfeccionamiento porque está presente
el reino de Dios en la nueva creación propuesta por Jesús. Jesús anuncia que
todos los que se han alejado del Padre debe volver a Él. Quienes vivían bajo el
yugo de la ley, vivan ahora desde la palabra que anuncia la llegada del reino
de Dios: “La ley y los profetas llegan
hasta Juan. Desde entonces se anuncia la Buena Nueva, acerca del reino, y a
todos se les hace fuerza para que entren” (Lc 16,16).
Este es
el llamado que hace Juan, quien preparaba el camino del Señor: “Juan decía a las muchedumbres que venían a él para que las bautizara:
Raza de víboras, ¿cómo van a pensar que escaparán del castigo que se acerca? Produzcan los frutos de una sincera
conversión, pues no es el momento de decir: “Nosotros somos hijos de Abraham”.
Yo les aseguro que Dios puede sacar hijos de Abraham también de estas piedras.
El hacha está junto al árbol, y todo árbol que no de buen fruto será cortado y
arrojado al fuego. La
gente le preguntaba: ¿Qué debemos hacer? Él les contestaba: El que tenga dos
capas, que de una al que no tiene, y el que tenga de comer, haga lo mismo.
Vinieron
también cobradores de impuestos para que Juan los bautizara. Le dijeron:
Maestro, ¿qué tenemos que hacer? Respondió Juan: No cobren más de lo
establecido. A su vez, unos soldados le preguntaron: Y nosotros, ¿qué debemos
hacer? Juan les contestó: No abusen de la gente, no hagan denuncias falsas y conténtense
con su sueldo” (Lc 3,7-14). Estos son las primicias del
reino en la Nueva Alianza.
Jesús al
ser bautizado por Juan (Mc 1,9) y después de que a Juan lo encarcelan (Mc 1,14)
empieza su predicación con el llamado a la conversión para que crean en la
Buena Nueva (Cfr. Mc 1, 15) del reino de Dios y su justicia (Mt 6,33) En
el reino debe haber disposición y no oposición (Cfr. Mt 23,13.15.17.23a 27.33; Lc 9,41) Jesús no buscó
su propia gloria, sino predicó lo que el Padre le encomendó; se apartó cuando
quisieron proclamarlo rey, rechazaba la confesión pública de su mesianismo (Mc
1, 14. 34 y 43s; Jn 6, 15).
Jesús con su predicación hizo un llamado a la
perfección por medio de la Palabra y no de la ley, provocó adhesiones sin
límite, pero al mismo tiempo suscitó la más dura oposición de las autoridades
religiosas judías, a quienes llegó a calificarlos de “generación perversa e
incrédula” (Lc 9, 41) A los fariseos tildó de “hipócritas, sepulcros
blanqueados, serpientes y raza de víboras, insensatos y ciegos” (Mt
23,13.15.17.23a 27.33) Llamó “zorro” a Herodes (Lc 13,32) y afirmó que las
ciudades de Galilea eran peores que Sodoma y Gomorra (Mt 11, 23).
Jesús plantea que la Palabra de Dios, es para la
liberación del pueblo, no para esclavizarlo, él anuncia con novedad y autoridad
la Palabra de Dios, él plantea que el reino ya está presente, la sabiduría de
Jesús le viene de Dios, Él está junto a Dios (Jn 1,1-3). El rechazo de la Palabra anunciada por el
profeta del Reino, se debe a que las autoridades religiosas judías colocaban
primero el cumplimiento de la Ley frente a la palabra de Dios; por esto, Jesús
anuncia la Palabra con autoridad y la gente se admira de esto.
Esta autoridad es dada por el Espíritu que está en
él (Lc 4,16-18), por lo vivido y aprendido durante su vida en la reflexión
sobre la ley y los profetas. Esto lo diferencia entre su actuar y el de la
autoridades religiosas judías (Mt 13,53-58; Lc 4,16-30) quienes dudaron de su
origen (Mc 6,2-3) Ellos presentaban pocos signos de fe (Mc 6,3) y le reprochan
(Mc 6,4) Por esta razón, solo logra curar a algunos que lo oyeron (Mc 6,2) y
les impone las manos, con esto sigue haciéndose impuro para salvar a los
considerados impuros (Mc 6,5) Jesús se asombra de que su gente no crean en Él
(Mc 6,6).
1. La pareja del Génesis prestó oído a las
falsas promesas del mal, en vez de creer en la Palabra de Dios (Gn 3,1-24)Esto desencadenó los demás pecados (Gn 4,1-16).
2.
El
pueblo sucumbió en el diluvio que duró cuarenta días por no creer en la palabra
de Dios (Gn 6,5-8,12).
3.
Por causa de su incredulidad, el pueblo de Israel vagó cuarenta años por el
desierto (Ex 15-18; Dt 8,2 4; 26,4-10; 29,4 5).
4.
La
incredulidad arrastra al hombre a negarse a la verdad, a cerrar su corazón al
testimonio dado por Jesús (Lc 4,16-30; 13,33; 8,59).
5. El que no cree en Jesús ya está condenado
por no creer: “Para quien cree en él no hay juicio. En
cambio, el que no cree ya se ha condenado, por el hecho de no creer en el
Nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,18; Cfr. Jn
5,22; 12,47; 2Cor 5,19).
La
incredulidad impide que Jesús realice entre sus hermanos los milagros que ha
hecho en otros lugares (Mc 6,5; Mt 13,58) Pero a pesar de esta oposición y del
asombro por la incredulidad, no le impide que siga proponiendo que el Reino de
Dios, esta presente, el reino no se impone, sino que es actitud de amor que se
recibe en la libertad del corazón.
En
Marcos la incredulidad es la principal causa del alejamiento hacia Dios, muchos
no han cambiado su forma de pensar y de actuar, porque siguen en contravía con
el querer de Dios. Jesús actúa en nombre del Padre, las autoridades judías
simplemente proponen la fidelidad al estricto cumplimiento de la ley y por esto
lo rechazan (Mt 13,53-58; Lc 4,16-30).
“Pues todos los pueblos caminan cada uno
en el nombre de sus dioses, pero nosotros caminamos en el nombre de Yavéh,
nuestro Dios” (Mq 4,57).
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