Mc, 6, 7-13
“Pero
tu Palabra, Dios es fuente de vida eterna y no pasa. Por eso, tu Palabra
controla nuestra desviación y nos aleja de lo mundano. Se nos dice: no se
acomoden a este mundo, para que en la fuente de la vida, la tierra produzca
vida por medio de los que anuncian el Evangelio y el alma se mantenga siguiendo
a los que siguen a Cristo (1Cor 11,1)…Porque
el hombre es siempre seguidor de su amigo” (San Agustín. Conf. L.XIII, 21,31).
El seguimiento
de los cristianos está estrechamente ligado a la muerte y Resurrección de Jesús
y al anuncio del Reino de Dios, como presencia y enseñanza de Jesús (Mc 1,15; 6,6ª)
El discipulado se realiza y vive desde la Fe, la entrega total en la
espiritualidad cristiana del Reino. De aquí el interés del envío de Jesús para que los que acepten la misión formen
con Él la comunidad del reino:
“El llamado que hace Jesús es de permanente convocación
para continuar con la misión del anuncio del Reino de Dios (Mc 1,17; 10,21. 28-31; Cfr. Mt 28,16)). El
discípulo es alguien que aprende de su maestro, el maestro era responsable de
sus discípulos (Mc 2,24) Discípulo grupo grande de seguidores (Lc 19,37; 19,39; Jn 6,60.66; 7,3; 8,31;19,38) En
el grupo de los seguidores de Jesús, se presenta un seguimiento físico, es
decir, caminan detrás de Él (Mc 10,32;11,9; Mt 8,10)”[1].
El profeta del reino anuncia la Buena
Nueva. Los discípulos son llamados a continuar con este anunció y deben “abrir
la mente y el corazón a la acción del Espíritu Santo que le hace comprender la
Palabra de Dios, presente en las Sagradas Escrituras” (VD 25) Los enviados son
llamados a profetizar en nombre de Cristo; no en nombre propio. Anuncian la
Palabra de Dios que se acepta por fe en Él: “En efecto, la fe, con la que
abrazamos de corazón la verdad que se nos ha revelado y nos entregamos
totalmente a Cristo, surge precisamente por la predicación de la Palabra
divina: La fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo (Rm
10,17)” (VD 25).
El profeta anuncia la Palabra de
Dios; el discípulo que sigue al Profeta del Reino, anuncia Palabra de Dios y
vive en disposición de escucha de la Palabra pronunciada por Dios: “Cada hombre
se presenta como el destinatario de la Palabra, interpelado y llamado…Dios nos
ha hecho a cada uno capaces de escuchar y responder a la Palabra divina” (VD
22). Esto es lo que ofrecen los discípulos enviados, Palabra de Dios en nombre
de Jesucristo: “_No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: _En nombre de
Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hec 3,6; Cfr Hec 2,38).
El anuncio del Reino en nombre del Señor, es lo fundamental
en el envío que hace Jesús a los discípulos, anunciado ya desde el primer
llamado a los doce en Marcos: 1)
Para que estuvieran con Él; 2)
Y para enviarlos a predicar; 3)
Con poder de expulsar los espíritus inmundos (Mc 3,13-15) Esta segunda convocación,
es la puesta en practica del llamado anterior. Este segundo llamado es exigente
para el enviado, quien ha de ir libre de todo tipo de atadura. Es una ordenanza
de desprendimiento, en la que nada podían llevar, excepto un bastón, este
bastón hace la diferencia de los relatos paralelos de Mateo 10,9-10 y Lucas
10,4; en Marcos el bastón evoca a Ex 12,11, como quien se apresta para cumplir
la misión. La misión es de exigencia y radicalidad, no llevar para el camino:
“Ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; y que fueran calzados con
sandalias y no vistieran dos túnicas” (Mc 6,8-9; Cfr. Mt 10,9-10; Lc 10,4)
“Porque el obrero merece su paga” (Mt 10,10).
El que anuncia el reino en nombre de Jesucristo
vive desde la providencia de Dios (Mt 6,25-34) deja de estar apegado a cosas,
vive en disponibilidad de interiorizar la Palabra de Dios y colocándose en
intima relación con la misión de Jesús; quien optó por ser pobre (Fil 2,7):
“Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nido: pero el Hijo del hombre
no tiene donde reclinar la cabeza” (Mt 8,20).
En este segundo llamado se le da poder a los discípulos
sobre la expulsión de los espíritus inmundos (Mc 6,7; Cfr. Mc 3,15) ellos son
enviados a llevar la Paz, porque el reino de Dios es paz, recrea la pedagogía
de la tierra nueva y de los cielos nuevos (2P 3,13; Ap 21,1; Is 65,17)
desterrando el sufrimiento que oprime a los que han alejado de Dios o a los que
se han alejado. El reino se anuncia e irrumpe rompiendo las barreras del mal,
por eso si los discípulos no son recibidos deben salir e ir a otro logar, el
sacudir el polvo de los pies es símbolo de rechazo (Mc 6,11; Cfr. Mt 10,14; Hec
13,51), de esta manera, les manifiesta que así como Él aceptó el rechazo, deja
atrás a los que lo han rechazado y continua su misión en otro lugar (Mc 6,6b).
De esta manera, el anuncio es la invitación establecida
por Jesús al inicio de su predicación (Mc 1,15) Este es el anuncio de la
Palabra, que invita a volver a Dios (Mc 6,11) Pero para esto es necesario que
el pueblo sea liberado de los espíritus inmundos, del mal, de sus enfermedades,
consagrándose a Dios por medio del
aceite (Mc 6,13): “El aceite de oliva era
un remedio casero muy conocido (Is 1,6; Lc 10,34; St 5,14), pero aquí ungir con
aceite tiene además un carácter simbólico relacionado con la curación milagrosa…Ahora
es un rito religioso, en nombre del Señor, acompañado de la oración, para
obtener del Señor la curación del enfermo y el perdón de los pecados (Mt 9,1-8)[2]”
A modo de conclusión:
1.
Jesús los envía de dos en dos: Un
compañero es apoyo: “Si uno cae, lo
levantará su compañero; per ¡ay del solo! que cae!, no tiene quien lo levante”
(Ecle 4,10).
2.
La existencia de una segunda persona da
credibilidad (Jn 5,31-32.39; 8,14; Ex 4,1-9; Nm 16,28; 35,30; Dt 17,6;19,15) Esto
es importante al momento de mandar a los discípulos a dar testimonio. Un
compañero engendra responsabilidad.
3.
El énfasis para los discípulos: Es
predicar (Mc 6,12), Expulsar espíritus inmundos, y Sanar a los enfermos (Mc
6,7.13).
Recuerden que es una sola la Palabra de
Dios que se desarrolla en toda la Sagrada Escritura y uno solo el Verbo que
resuena en la boca de todos los escritores sagrados (San Agustín. In ps
103,4,1).
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