sábado, mayo 12, 2012

QUE SE AMEN LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO LOS HE AMADO

Jn 15,9-17

Nadie hay que no ame, pero lo que interesa es cuál sea el objeto de su amor. No se nos dice que amemos, sino que elijamos a quién amar” “No puede llamarse feliz quien no tiene lo que ama, sea lo que fuere; ni el que tiene lo que ama si es pernicioso; ni el que no ama lo que tiene, aun cuando sea lo mejor”.                        

                          (San Agustín, Sermón 34; Sobre las costumbres de la Iglesia, 1).


Quien asume el reto del amor da la vida por lo que ama, sin apegarse a lo amado, con la libertad del que amó a la humanidad hasta entregar la vida por ella: Jesús vive totalmente el amor del Padre porque es salido de Él y recreado en la acción del Espíritu (Jn 14,15-31; 16,1-16). De esta manera, el discípulo el que debe amar como Jesús ha de permanecer unido en el amor a Jesús, ser fieles a las enseñanzas del Buen Pastor, estar unidos a la vid verdadera como un solo pueblo, unidos en el amor y en la Palabra acogiéndose a esta realidad amorosa del Padre y del Hijo, como símbolo de unidad y de amor generoso hasta la entrega de la vida misma (Jn 15,13)”[1]. 

El amor es el camino que nos lleva a conocer al Dios de Jesús: “Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4, 8). Desde el principio Dios ha revelado lo que es, amor: Es aquel que ama; a quien es amado en el amor; el amor es el vínculo que une a quien ama y a quien es amado.  

San Agustín en el tratado sobre la Trinidad plantea: “Las personas divinas son tres: la primera, que ama a la que de ella nace; la segunda, que ama a aquella de la que nace; y la tercera, que es el mismo amor” (De Trinitate 6, 5, 7). Estos tres son uno: no tres amores, sino un único, eterno e infinito amor, del único Dios que es amor. Por eso para Agustín si queremos ver a Dios, es necesario ver el amor: “Ves a la Trinidad, si ves el amor” (De Trinitate. 8, 8, 12). Este único Dios, que es Uno y Trino en el amor: “Así que son tres: el Amante, el Amado y el Amor”, es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (De Trinitate  8, 10, 14).

Esta relacionalidad pre-existente en Dios, debe engendrar el amor entre nosotros, porque hemos recibido el amor del Hijo, que es el amor del Padre:: “Como el Padre me amó, yo también los he amado; permanezcan en mi amor” (Jn 15,9) Este amor abarca todos los tiempos: Pasado, presente, y el por venir, es un amor  perfecto, que va perfeccionándose en la cruz, porque el Padre amó tanto al mundo que entregó a su Hijo para la salvación del mundo colocando todas las cosas en sus manos (Cfr. Jn 3, 16.35).
 

Y es en esto precisamente en lo que se ha manifestado el amor, no solo el amor por el amor, sino en guardar el mandato del Señor: “Les doy un mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros; que, como yo los he amado, así se amen también ustedes” (Jn 13,34). El mandamiento del amor y las Palabras del Señor han de ser observados y obedecidos, en el grupo de amigos, porque Él nos amó primero: “En esto se manifestó el amor de Dios por nosotros, en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito, para que tengamos vida por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados (…) Y nosotros hemos conocido y creemos el amor que Dios nos tiene. Dios es amor; quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios, en él” (1 Juan 4, 9-10. 16). 

La expresión mas sublime del amor ha sido revelada en este mandato, llegando a su plena concretización en la cruz: Para que seamos perfectos como nuestro padre es perfecto (Mt 5,48). Este es el tesoro que debemos guardar en nuestro corazón, porque donde está tu tesoro, allí tendrás también tu corazón  (Cfr. Lc 12,34; Mt 6,21). 

Donde tienes el corazón, tienes el amor, donde tienes el amor tienes lo amado; Jesús se identifica con el Padre porque el padre lo amó primero y el ama al Padre, al colocar nuestro tesoro en Dios Padre, nos colocamos en el mismo nivel de los que aman en el amor: “Yo obedezco los mandatos del Padre y permanezco en su amor” (Jn 14,15; 1Jn 2,5; 5,3).  

El Amor nos permite estar unidos al Hijo y al Padre siendo obedientes a sus Palabras ya que todo fue creado por ella (Jn 1,1-13.15.30; 8,58; Prov 8,23; Eclo 1,4; 24,9; Sab 9,9). Esta unión es la alegría que llega a la plenitud en la Cruz, donde todos serán atraídos hacia Él (Jn 3, 14; 8,28; 12,32), es la alegría que se vive en el Amor del Padre y del Hijo,  recreándonos en la alegría de Jesús: “Para que ellos se llenen de la misma perfecta alegría que yo tengo” (Jn 17,13; Cfr. Jn 15,11; 16,24; 1Jn 1,4; 2Jn 12). Esta es la alegría del amigo que se identifica con el Amor, el amor en la amistad con Jesús (Jn 15,14) El amigo conoce lo que el Padre da a conocer en el Hijo (Jn 15,15) Esta es la sabiduría que ha bajado de Dios (Jn 1,18; 3,13.31-32; 6,46; 15, 12.17; Cfr. Ef 4,9; Pro 30,4):


“La sabiduría resplandece con brillo que no se empaña;
Los que la aman, la descubren fácilmente;
Y los que la buscan, la encuentran;
Ella misma se da a conocer a los que la desean.
Quien madruga a buscarla no se cansa,
 La encuentra sentada a la puerta de su propia casa
 (…) El comienzo de la sabiduría es el deseo sincero de instruirse;
Tener deseos de instruirse ya es amar la sabiduría;
Amarla es cumplir sus leyes es asegurarse la inmortalidad
                Y la inmortalidad acerca a Dios”                                                                                            

(Sab 6,12-14.17-19).

 
El amor a la sabiduría es la participación  a la vida eterna: “Y  la vida eterna consiste en que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tu enviaste” (Jn 17,3) Este conocimiento lleva consigo también la aceptación, la fe, el amor, la obediencia al Dios verdadero y a su Hijo Jesucristo (Jn 14,7.9; 16,3; 17,25; 1Jn 2,3-6.13-14; 3,1.6; 4,7-8; 5,20).

“Cuanto más amas, más alto subes”  (San Agustín. In ps 83,10)                        


[1] CASALINS, Guillermo. Otro texto para no leer. Reflexión Jn 15,1-8. Medellín.
Mayo 6 de 2012

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