Jn 19,1-9
“La humildad de mi lengua confiesa tu superioridad, porque Tú has
creado el cielo y la tierra: este cielo que veo y esta tierra que piso, y de la
cual procede esta tierra que llevo a cuestas. Tú los creaste” (San Agustín.
Conf. L XII. 2,2)
Terminado el
tiempo de cuaresma y el triduo pascual, seguimos la caminada de pascua, anuncio
Kerygmático de la Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Estos
tiempos litúrgicos no se puede medir cronológicamente como acostumbramos a
determinar nuestras actividades, nuestros años civiles, sino que son tiempos
pedagógicos de la estructura litúrgica, porque esta es dinámica, tomarla de
otra manera sería crear una liturgia
estática, sin dinamismo, que es celebrada solo y exclusivamente para el
momento.
Así de esta
manera, miramos nosotros el acontecimiento pascual, como algo estático de
actos, de simbologías perdidas, sin valor de transformación: “Para grandes sectores de la población de
bautizada, su fuerza y su capacidad de significación. No significan casi nada.
O significan una cosa muy distinta de lo que en realidad tendrían que
significar”[1].
Esta es la forma como se ha organizado las celebraciones del acontecimiento
pascual de Jesús en nuestras liturgias.
A pesar de
haber vivido y celebrado la resurrección de Jesús, no somos obedientes a las
Escrituras seguimos confundidos, sin entender, como María Magdalena y
posiblemente mujeres que la acompañaban, al llegar al sepulcro: “__ ¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han
puesto!” (Jn 19,2) Este es el desconcierto del que vive distraído, por eso
no comprende las Escrituras, se sigue confundidos en practicas de fe especulativas
de actos (fantasmagóricos) programáticos de piedad popular sin formación
bíblica que llamamos fe. La resurrección es una realidad necesaria que pasara
(Cfr. Lc 24) para que se cumpliera las escrituras y creyéramos en Jesús
Resucitado.
Esta confusión
de fe sigue en nuestros días, por vivir la liturgia cronológicamente en estos
grupos dentro de la Iglesia, que se convierte en grupos rezanderos y no en
comunidad lectoras de la Palabra, desde el dinamismo del acontecimiento pascual
de Jesús celebrado en el año litúrgico como una fiesta dinámica en la que se
celebra el acontecimiento de la resurrección del Señor.
Como
cristianos debemos recorrer este camino yendo a prisa a ver el sepulcro: “Pedro y el otro discípulo salieron y fueron
al sepulcro. Los dos iban corriendo juntos” (Jn 19,3-4) Este correr es el dinamismo que hemos
planteado, es ir siempre a la espera del Maestro, es salir del letargo
litúrgico en que vivimos y acudir a la cita de la resurrección, porque allí
siempre esta la evidencia que ha resucitado, no se han robado el cuerpo, este
hecho es constatado por el discípulo: “Se
agachó a mirar, y vio allí las vendas (…) Y además, vio que la tela que había
servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino
enrollada y puesta aparte” (Jn 19,5.7).
Estos detalles
del evangelio, es precisamente los que nos muestra a nosotros que los testigos
del sepulcro vacío, estaban expectantes, corren, van al sepulcro y regresan, empiezan
a tomar conciencia de su seguimiento, las vendas que antes amarraban ya no son sujeto de muerte, la tela está enrollada,
ha sido desprendida de la corrupción de la muerte, la muerte ha sido vencida en
la Cruz (Jn 3,14; 8,27; 12,32) Y ellos
son los testigos.
Cuando María Magdalena fue de mañana el primer día de la semana y
luego los discípulos (Jn 20,1-9; Mc 16 1 8; Mt 28 1-10; Lc 24 1-12)
el sepulcro estaba vacío; Jesús no estaba dentro. Allí no había más que
las vendas y la tela enrollada, este hecho es un elemento central del pasaje,
es el anuncio Kerygmático - pascual: Jesús ha resucitado ya no hay que buscarle
entre los muertos. De esta manera el sepulcro vacío es un dato teológico, que indica:
Jesús el crucificado no está aquí. El que había sido levantado en la Cruz Dios
lo ha Resucitado.
Esta es la
confesión de fe de los primeros cristianos: “Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en
tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rm 10,9). Esta fe debe ser anunciada y esta es la verdadera fe, no
una fe programática, fantasmagórica, es la fe de los cristianos: “La fe de los cristianos es la resurrección
de Cristo”, decía san Agustín. Todos creen que Jesús ha muerto,
también los pecadores y los distraídos. Pero sólo los cristianos creen que
también ha resucitado, y no se es cristiano si no se cree esto.
Resucitándole de la muerte, es como si Dios confirmara la obra de Cristo, le
imprimiera su sello. “Dios ha dado a
todos los hombres una garantía sobre Jesús, al resucitarlo de entre los muertos”
(Hechos 17,31).
A modo de conclusión
1. El
sepulcro vacío no es evidencia testimonial de la resurrección de Jesús, el
sepulcro está vacío porque Cristo resucitó (Mc 16,1-8; Mt 28,1-10; Lc 24,1-12;
Jn 20,1-9) es un anuncio teológico para
que quien vea crea, porque todavía no
habían entendido las Escrituras (Jn 2,22, 12,16; Cfr. Mt 12,40; Hec 2,25-28; Lc
24,25-27.44-46: 1Cor 15,4; Sal 16,8-11; Jon 2,1) La Resurrección de Jesús, si
es el hecho de prueba que el Sepulcro está vacío.
2. En
el momento el discípulo que había llegado primero pero no entró, sino que
después de Pedro, “Y vio lo que había
pasado, y creyó” (Jn 19,8) su testimonio de vida y de fe es en el Resucitado, este es el planteamiento
teológico que la comunidad joánica ha manifestado desde el prologo de su
evangelio (Jn 1,1-18) hasta el final (Jn 20,1-31) para que todo el que vea crea
y tenga vida y el que lea este libro, crea y tenga vida: “Jesús hizo muchas otras señales milagrosas delante de sus discípulos,
las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que
ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo
tangan vida por medio de Él (Jn 20,30-31; 21,25;1Jn 1,1-4;5,13).
“Para alcanzar las alturas necesitas de una escalera. Para alcanzar la
altura de la grandeza, usa la escalera de la humildad” (San Agustín. Serm 96,3)
[1]
CASTILLO, José María. Símbolos de libertad, 166.
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