viernes, abril 13, 2012

LES MOSTRÓ LAS MANOS Y EL COSTADO



Jn 20,19-31 

“A Ti alabanza, a Ti la gloria, fuente de las misericordias. Yo me iba haciendo más miserable y Tú más cercano. A mi lado estaba tu mano pronta para sacarme del fango y lavarme, y yo no lo sabía” (San Agustín. Conf. L. VI, 16,26) 

La identidad del Hijo de Dios Padre es la Cruz, allí en la cruz es la revelación-glorificación del Resucitado, al hacerse presente muestra sus manos y su costado como identidad, así se revela a la comunidad de creyente para que por medio de ella todos crean en Él. Por esta razón, los lienzos encontrados en el sepulcro, ya no son símbolo de muerte, el sudario que cubría su cabeza está enrollado aparte (Jn 19,6-7) estos han sido desprendidos de la corrupción de la muerte. La muerte ha sido vencida en la cruz[1].
Al ser vencida la muerte en la Cruz, Jesús el Cristo, se presenta como el Resucitado, por eso, los lienzos y el sudario han quedado en el sepulcro vacío. Él quiere que los discípulos comprendan lo que no habían comprendido, que todo lo sucedido era necesario (Lc 24,25-26) para que miren y crean en el Resucitado[2]. Por esto, se les aparece en la casa donde están ellos, se muestra como el Resucitado:

"Jesús entra en los corazones aunque las puertas estén cerradas (…) Solo Él puede derribar las piedras sepulcrales que el hombre pone a menudo sobre sus sentimientos, sus relaciones y sus comportamientos. Piedras que crean muertes, divisiones, enemistades, rencores, envidas, indiferencias y diferencias (…) Solo Él puede dar sentido a la existencia y hacer que vuelva al camino quien está cansado, quien no tiene confianza o quien no tiene esperanza"[3].

La presencia del Resucitado en la casa donde están los discípulos evidencia que los lienzos y el sudario han quedado atrás. Aquí está el traspasado, está sin ataduras: “Les mostró las manos y el costado” (Jn 20,20) para darles autoridad de desatar a todo el que cree y va a creer; porque el creyente está limpio, no tiene ataduras: “El que se ha bañado no necesita lavarse; está del todo limpio. Y ustedes están limpios” (Jn 13,10) Por estar limpios reciben la paz: “La paz con ustedes” (Jn 20,19) y esta paz, rompe toda atadura de opresión, es la libertad de vivir el perdón por medio de la palabra: “A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados” (Jn 20,23a) Pero los que continúan sin creer, los que no han dado crédito a sus Palabras, están muertos, siguen atados al pecado en el sepulcro: “A quienes se los retengan, les quedan retenidos” (Jn 20,23b)

El perdón es don del Espíritu, revive al hermano caído, porque el que perdona ama como Jesús ha amado (Mt 5,44-48; Lc 6,35-38) El perdón es constitutivo en la formación del discípulo, si no perdonamos de corazón, no recibimos, ni vivimos el perdón de Dios (Mt 6,14-15; 18,21-35; Mc 11,25; Cfr. Ef 4,32; Col 3,11; Eclo (Sir) 28,1-5).

Todos los creyentes están llamados a vivir en la pedagogía del perdón trasmitida por el Espíritu, el Espíritu es presencia y promesa hecha realidad en la comunidad del Resucitado. Es la presencia que Jesús había prometido a los discípulos y ahora se hace realidad: “No los dejaré huérfanos: Volveré a ustedes” (Jn 14,28) para darles al espíritu: “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn 14,26) La presencia es la paz dejada por Jesús: “Les dejo la paz, mi paz les doy” (Jn 14,27) para que la alegría sea completa: “Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo” (Jn 16,20.22) y con este gozo se conviertan en testigos del Resucitado, con la fuerza del Espíritu Santo  (Jn 16,26-27).

Este es el Espíritu entregado por el Resucitado, es la entrega del Espíritu prometido        (Jn 14,15-29; 15,26-27; 16,7-15) del cual manarán ríos de aguas vivas (Jn 7,37-39) este Espíritu se ha hecho realidad en la Cruz (Jn 19, 30.34) Para la comunidad Joánica: Muerte, Resurrección y Pentecostés suceden en la misma tarde del primer día, día de la creación (Gn 1,1; 2,7) día de la nueva creación (Jn 1,1; 20,22) Esta creación, es acción del Espíritu,  es Vida, es Aliento de vida (Sab 15,11).

A modo de conclusión

El Resucitado vencedor de la muerte, Insufló (Sopló) su aliento de vida (Jn 20,22; Sab 15,11) después de mostrarles las manos, símbolo de envío, de hechura (Gn 2,7) y les mostró el costado de donde había salido sangre y agua (Jn 19,34) como ríos de agua viva (Jn 7,37-39; Ez 41,1-12; Sal 22,2-3) en el que impregna el “Buen olor de Cristo” (2Cor 2,15; Cfr. Cat 1,13; Eclo (Sir) 24,5) a quienes habitan en la casa con un corazón nuevo, rociados con agua pura:

“Los rociaré con agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus inmundos ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de  carne. Pondré dentro de ustedes mi Espíritu”(Ez 36,24-27).

El Espíritu abrirá las tumbas (Ex 37,13) hará revivir los huesos secos, los reunirá, les dará vida:

“Entonces me dijo: ¿Hijo de hombre, podrán revivir estos huesos? (...) Me dijo: Profetiza con respecto a estos huesos, les dirás: ¡Huesos secos, escuchen la palabra de Yavé! Esto dice Yavé  a estos huesos: Haré que entre en ustedes un espíritu, y vivirán. Pondré en ustedes nervios, haré que brote en ustedes la carne, extenderé en ustedes la piel, colocaré en ustedes un espíritu y vivirán” (Ez 37,3-8).

El soplo dado por Jesús es la presencia del Espíritu que da vida, que hace resurgir de la tumba juntando los huesos secos de aquellos que han muerto por la incertidumbre del fracaso, es quien devuelve la alegría: “La alegría de Yavé es nuestro festejo” (Ne 8,10) Es el Espíritu quien anima el anuncio Kerygmático-Pascual: ¡Jesús ha Resucitado! Nuestro corazón arde con el Espíritu del Señor (Cfr. Lc 24,32).

“Quien abandona la fe se ha extraviado del camino” (San Agustín. Serm 306,1)


[1] Cfr. CASALINS, Guillermo Otro texto para no leer. Reflexión de Jn 20,1-9. Medellín. Abril 8 de 2012.
[2] Cfr. CASALINS, Guillermo Otro texto para no leer. Reflexión de Jn 20,19-31. Bogotá. Abril de 2011.
[3] BENEDICTO XVI. Audiencia. Plaza San Pedro. Roma, abril 11 de 2012.

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