Mc 14,1-15,1-47
Perdona a tus deudores para que Dios perdone tus deudas. He aquí la
clave para evitar el naufragio; he aquí el caldero para achicar el agua de tus
debilidades. Por las rendijas del barco de tu fragilidad, se filtra el agua de
tu malicia” (San Agustín. Serm 278,10-13).
Hoy celebramos
el peregrinaje del Hijo de Dios hacia la cruz, la cruz es el tiempo en el cual
el Padre ha manifestado su amor en la Pascua de la Muerto y Resurrección del
Hijo, allí el “Siervo Sufriente” ha sido glorificado. Él que es la Palabra que
estaba en el principio con Él y descendió para ser luz de la humanidad (Jn
1,1-14) Ahora asciende al Padre como
Señor glorificado (Hec 1,6-11).
El domingo de
ramos como se plantea tradicionalmente, se celebra la entrada triunfal de Jesús
en Jerusalén, aclamado como el Santo de Dios. Nosotros reducimos este
acontecimiento, proclamándolo simplemente como rey, rodeándolo de los ropajes
humanos del reinado, en estas categorías centramos la predicación. Incluso nos
vestimos de capa roja, salimos en burro y esperamos que la gente bata palmas;
hacemos de la celebración una representación al estilo de teatro callejero. ¿Pero
predicamos a Jesús Siervo de Dios, pobre y humilde como nos lo manifiestan las Escrituras?
“Alégrate, ciudad de Sion: aclama
Jerusalén, mira a tu rey que está llegando: justo, victorioso, humilde,
cabalgando un burro, una cría de burra” (Zac 9,9).
El año pasado reflexionábamos que el reinado de
Jesús es presentado por lo evangelios como el camino que recorre el Sirvo de
Dios (Is 50,4-11) hacia la unción en la Cruz:
Los autores de los Evangelios, lo que tratan de manifestar es la entrada de Jesús
glorificado, el Hijo de Dios Resucitado, el siervo que ha sido ungido por su
Señor: “Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido
una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como
los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he revelado ni
me he echado atrás” (Is 50,4) (…) En los Evangelios, Jesús entra montado en un
burrito, no como Rey sino como Hijo del Padre, en la sencillez de corazones
libres (…) Según la tradición bíblica del Nuevo Testamento el título de rey en
Jesús es porque ha sido ungido por el Padre en la Cruz. La Unción de Jesús en
la Cruz, se da, no como la de alguien
que gobierna, sino como aquel que se coloca en las manos del Señor para hacer
su voluntad, es el siervo sufriente que
libera a su pueblo: “Ahora
llega para mi servidor la hora del éxito; será exaltado, y puesto en lo más
alto. (Is 52, 13-15)[1].
El
acontecimiento de la cruz y la glorificación son el núcleo de la reflexión
evangélica sobre la pasión de Jesús y desde allí se entiende su reinado (Mc
1,1; 15,39) en perspectiva de su mesianismo (Mc 8,29) como al que traspasaron (Jn 19,37; Zac 12,10) entregando
su vida para redimir los pecados de la humanidad. ¡Oh Feliz culpa que mereció tal redentor!
El texto de la
pasión de Marcos, revive el sentido de la cruz como camino hacia el Padre (Mc
14-15) Es la conclusión de una gran
introducción. Allí, Jesús asume su condición de siervo, condición de Hijo de
Dios que ha sido glorificado. Este acontecimiento pascual es como un salmo de
glorificación. El relato de la pasión es
la tradición más antigua que dio pasó a la unidad literaria que tenemos en los
evangelios. EL relato de la pasión es el centro de la predicación, de la catequesis
en las celebraciones litúrgicas de las primitivas comunidades cristianas, que
hacían en memoria de Jesús en la Fracción del Pan.
Se deduce que
así como en la pascua judía se hacia memoria de las proezas del Señor en favor
del pueblo de la Antigua Alianza: el éxodo, la alianza (Ex 20-23,19) su origen
(Dt 26,5-9) lo cual era volver a recorrer el camino a la libertad, esta conmemoración
impresa en la mente, en el corazón y en todo el ser de la familia, es la acción
de gracias, es el cantico de conmemoración recitado en el Gran Hallel (Sal
111-118).
Las primitivas comunidades cristianas imprimían
este carácter de conmemoración en la pascua- fracción del pan-cena del Señor- Pero proclamando el camino recorrido
por Jesús hacia la cruz- acontecimiento Pascual de su Muerte y Resurrección. En
esta conmemoración se desarrolla literariamente los relatos en los evangelios
(Mc 14-15; Mt 26-27; Lc 22-23; Jn 18-19).
La pasión es
el hilo conductor de la Pascua, la verdadera pascua se da con la muerte del
verdadero Cordero (Is 53,7). Este es el camino recorrido por el Siervo de Dios,
es su misión que llega a su plenitud en
la glorificación de la cruz (Mc 1,14; 3,6; 8,31; 9,31; 10,33; 11-13) La Pascua
es la conmemoración de la liberación de los cristianos acontecida en la cruz. Esta
pascua es la fiesta de liberación que tiene
sentido en la Pedagogía de la cruz.
A modo de conclusión
1. En
la cruz se escucha la voz de la buena nueva (Mc 1,15), allí el reino de Dios
irrumpe: “Y empieza a atraer a las personas, provoca conflictos y tensiones (Mc
2,1-3.6; Lc 12,51-53) Por eso Jesús fue combatido e insultado. De él dijeron de
todo: ateo, sin Dios (Jn 9,16) poseído por el maligno (Mc 3,22), loco (Mc
3,22); blasfemo (Mt 26,25) Malhechor (Jn 18,29) subversivo (Lc 23,2.5)
contrario a los impuestos (Lc 23,2) opositor del César (Jn 19,12) enemigo del
templo (Mt 26,61).
2. Él
no se detuvo y siguió su misión: (Mc 1,16-45):
1) Crear la comunidad (Mc 1,16-20); 2) Crear la
conciencia crítica del pueblo ante sus líderes (Mc 1,21-22); 3) Combatir el poder del mal
(Mc 1,23-28) 4) Salvar la vida del pueblo (Mc 1,29-34) 5)
Permanecer unidos al Padre por medio de la oración (Mc 1,35) 6)
Mantener la conciencia de la misión y no detenerse (Mc 1,36-39) 7)
Liberar y reintegrar a los marginados en la convivencia humana (Mc 1,40-45)” [2].
“El
dar es mérito para recibir” (San Agustín. Epis 266,1)
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