viernes, febrero 10, 2012

SI QUIERES, PUEDES LIMPIARME DE MI ENFERMEDAD


Mc 1,40-45 

¿Qué es la maldad sino el ansia de dañar? ¿En qué consiste el engaño sino en hacer una cosa y simular otra? ¿Qué es la adulación, sino una seducción por medio de alabanzas falsas? ¿Qué es la envidia sino el odio a la felicidad ajena? ¿Qué es la detracción sino la represión más mordaz que veraz?                                
                                                                                   (San Agustín. Serm 353,1)

 Marcos señala que la misión de Jesús, el Hijo de Dios, comenzó con el anuncio del reino de Dios (Mc 1,15-16) por esto llama a los primeros discípulos sacándolos de su  mundo para insertarlo en la realidad del reino como pescadores de hombres (Lc 5,10) que dejando sus redes le siguen (Mc 1,16-20).
La acción de Jesús demuestra que este reino se ha hecho realidad porque su enseñanza es novedosa, con Palabra de Dios y autoridad.  Su acción  pedagógica es rescatar al hombre y sacarlo de su condición deshumanizada para elevarlo a la dignidad humana, el los libera de los espíritus inmundos (Mc 1,21-29), toma de la mano al enfermo y lo incorpora a la nueva comunidad, ora al Padre, es incansable en el anuncio de la Buna Nueva (Mc 1,29-39).
Estas acciones se presentan como manifestaciones solidarias de un Dios humano y humanizante que ha bajado a su  pueblo  para liberarlo (Ex 3,7-9) es la cercanía de quien se hace pueblo con el pueblo (Jn 1,14):

Señor, tu has sido bueno con este pueblo tuyo; has cambiado la suerte de Israel; has perdonado la  maldad de tu pueblo y todos sus pecados (…) Oh Señor, ¡muéstranos tu amor, y sálvanos! (…) El amor y la verdad se darán cita, la paz y la justicia se besarán, la verdad brotará de la tierra y la justicia mirará desde el cielo. El señor mismo traerá la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia irá delante de Él, y le preparará el camino. (Sal 85,1-2. 7. 10-13)

Esta solidaridad, es novedad en el mensaje de Jesús, sus coterráneos hablaban de leyes y él plantea el espíritu de la Palabra de Dios, habla de lo que ha escuchado del Padre (Jn 12, 49-50) Esto es lo que anuncia, el pueblo se regocija con la novedad del anuncio que llega: “El Señor dice: El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies (…) ¡Yo mismo hice todas estas cosas, y así empezaron a existir! Yo, el Señor lo afirmo. El hombre en quien yo me fijo es el pobre y afligido que respeta mi palabra” (Is 66, 1.2).
La acción realizada por Jesús, es rescatar al que por ley y religión ha sido rechazado (Lv 13,45-14,1-57) Pero a la vez, Él se expone a ser considerado igual de impuro al violar la ley establecida (Lv 5,3; Nm 5,2) Jesús rompe con todo estereotipo que excluya a hombres y mujeres. En el reino de Dios los despreciados y marginados o excluidos son tomados en cuenta, novedad del amor de Dios, que hace salir el sol sobre buenos y malos (Cfr. Mt 4,45) invitando a no juzgar al otro (Lc 6,36-38)  sino vivir desde el respeto mutuo, de hacer al otro lo que no queramos que nos hagan a nosotros: “Así pues, hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes” (Mt 7,12; Cfr. Lc 6,31).
Jesús asume una actitud de vida contraria a los hombres religiosos de la época, se deja tocar de la mujer impura (Mc 5), se acerca a los leprosos, come con publicanos y recaudadores de impuestos (Lc 19,1-10) habla con samaritanas (Jn 4) no condena a la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8) no rechaza a la pecadora (Lc 7,36-50) A todos le tiende la mano y los libera de su situación: “Tomándola de la mano la levantó” (Mc 1,31).
Jesús realiza su acción con libertad se coloca al lado del marginado, lo incluye en su proyecto no mira la condición de la persona, solo quiere que cambie, que su corazón sea transformado por la palabra: “No guardes en secreto el mensaje profético que está escrito en este libro, porque ya se acerca el tiempo del cumplimiento. Deja que el malo siga en su maldad, y que el impuro siga en su impureza; pero que el bueno siga haciendo el bien, y que el santo siga santificándose” (Ap 22,10).
 Jesús da libertad al que está enfermo: “Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad” (Mc 1,40) esto hace que aquel que se acerca a Él, se le realice lo que pide “Quiero. ¡Quedas limpio! (Mc 41) El respeto al otro es sagrado, aunque muchos lo demuestran con ingratitud (Lc 17,11-19).  

A modo de conclusión:

1.      El proceder de Jesús solo puede hacerlo quien vive intensamente la humanidad en Dios; el leproso como muchos otros en los tiempos de Jesús era despreciado y excluido por la sociedad y las leyes religiosas. Al acercarse a Jesús y quedar limpio recobra su dignidad, ya no grita: ¡Impuro, impuro!” (Cfr. Lv 13,1-2.44-46) sino que ahora, anuncia todo lo que había pasado (Cfr. Mc 1,45) Rompe con el silencio que Jesús le había pedido. Se hace discípulo del Señor.

2.      Todo acto discriminatorio es contrario al proyecto de Dios,  Jesús combate el mal, combate a quién discrimina por la ley y la religión, hoy tenemos muchos tipos de discriminaciones dentro de la Iglesia, grupos que en su fanatismos son intolerantes frente a las propuestas de  fe más refrescante para acercarse a Jesús, es una fe con sabiduría sin hacerle reproches a nadie: “Si algunos de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará; pues Dios da a todos sin limitación y sin hacer reproche alguno. Pero tiene que pedir con fe, sin dudar nada; porque el que duda es como una ola del mar, que el viento lleva de un lado a otro. Quien es  así, no crea que va a recibir nada del Señor, porque hoy piensa una cosa y mañana otra, no es constante en su conducta” (St 1,5-8)

3.      Si vivimos desde la espiritualidad del discipulado no se nos permite hacer ningún tipo de discriminación. Sin fe todo acto sería contrario al Reino de Dios, sería alejarse de Jesús, porque él favorece al pobre, al marginado, al despreciado: “El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso de ser enaltecido por Dios” (St 1,9).

“¡Oh amor, que siempre ardes y no te extingues! ¡Oh caridad! Enciéndeme” (San Agustín. Conf. 10,29)

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