domingo, febrero 26, 2012

EL ESPÍRITU LLEVÓ A JESÚS AL DESIERTO


Mc 1,12-15 

“Todo amor tiene su fuerza y no hay amor ocioso. Arrastra sin remedio. ¿Quieres saber cuál es tu amor? Mira a dónde te lleva”. (San Agustín In ps 121,1) 

El desierto lugar de formación espiritual del pueblo, el desierto representaba el lugar de encuentro entre la divinidad y un pueblo u hombre. El desierto es considerado como el silencio interior que se requiere para resistir y purificar las dificultades o como expiación de los pecados (Lv 16,5-10). En el desierto existe una conexión  intima entre la divinidad y el pueblo: “Yo te conocí en el desierto, en la tierra ardiente” (Os 13,5).

El desierto y los cuarenta días tiene su entorno teológico en los sinópticos: es presentado como periodo de experiencia religiosa particular y decisiva que alude muchas veces a la historia del pueblo de Israel (Ex 24,18; 34,28; Dt 8,2-4; Nm 14,33-34: 32,13; 1R 19,8): “La presencia de Jesús en el desierto durante cuarenta días, sin comer, y las pruebas a que es sometido, recuerdan la experiencia del pueblo de Israel en el desierto, cuando salió de Egipto, aunque muchas veces el pueblo se sintió vencido en las pruebas, Jesús se mantuvo fiel a ellas (Cfr. Heb 2,18; 4,15)”[1].

El relato de Marcos se diferencia al de Mateo (4,1-11) y Lucas (4,1-13)  por lo escueto y lo  concreto, plantea que Jesús es llevado al desierto por el Espíritu durante 40 días siendo puesto a prueba (Heb 2,18; 4,15) Jesús al vivir esta experiencia de desierto, asume la condición de resiliencia- salir del conflicto-salir de la adversidad- afrontando el combate contra el acusador, asumir el anuncio de la Buena Nueva, después de que Juan fuera entregado (Mc 1,14).

Marcos plantea que Jesús convivió en el desierto con la protección divina (Sal 91,11-13) y  con los animales del campo, evocando de esta manera el ideal mesiánico: “Serán vecinos el lobo y el cordero y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño será su pastor. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán a sus crías, el león, como los  bueyes comerán paja” (Is 11,6-7) En el desierto se rompe con el conflicto entre los hombres y  la naturaleza, por causa del antiguo pecado (Gn 3,17-19),  de los hombres entre sí, por causa del fraticidio (Gn 4).

Jesucristo el Hijo de Dios (Mc 1,1), el Mesías esperado, es quien vuelve al desierto para restablecer la armonía: 1) Jesús trae el perdón de los pecados y la reconciliación con Dios, por el anuncio del reino de la Justicia. 2) Establece la paz como consecuencia de la irrupción del reino que es fertilidad en la relación armoniosa de Dios con su pueblo (Am 9,13-14; Os 2,20.23-24); 3) Desarma los odios (Is 2,4; 9,4; Miq 4,3-4; 5,9-10; Zac 9,10); 4) Trae consigo la promesa de la paz perpetua (Is 9,6; 32,17;6017-18; So 3,13; Zac 3,10; Jl 4,17); 5) Como la nueva alianza de paz (Ez 34,25; 37, 26) en  el reino de la paz (Zac 9, 8-10; Sal 72, 3-7)[2].

Jesús hombre del Espíritu Santo, el hijo amado (Mc 1,9-11), ha sido empujado por el Espíritu al desierto (Mc 1,12) el desierto son todas aquellas cosas que representan la nostalgia, las dificultades, los fantasmas de nuestra fe y sobre todo el miedo a la libertad. Jesús fue tentado por el mal y fue probado en todo como nosotros, menos en el pecado (Heb 4,15). Jesús es puesto a prueba por el tentador, espíritu del mal (Cfr. Jb 1,6; 1Cro 21,1) que trata de obstaculizar la obra de Dios y de Cristo (Mt 13,39; Jn 8,44; 13,2; Hec 10,38; Ef 6,11; 1Jn 3,8) haciendo al hombre cautivo de su tiranía (Mt 8,29; Gal 4,3; Col 2,8) En el desierto Jesús derrota al adversario, su victoria es la victoria de Dios sobre el mal (Mt 25,41; Heb 2,14; Ap 12, 9.12: 20,2.10) por medio de la redención de Jesucristo (Mt 20,28; Rm 3,24-25; 6,15-19; Col 1,13-14; 2,15-23; Ef 2,1-6; 6,12-20; Jn 3,35-36; 1Jn 2,14-17; Ap 13,1-18; 19,19-21).

Conclusión                               

1.      En la escuela del discipulado es necesario estar en vela y en oración para no caer en la tentación (Mc 14,38) alimentarnos de la Palabra, mantenernos firmes en la fe, protegidos por la fuerza del Espíritu: “Así que manténganse firmes, revestido de la verdad y protegidos por la rectitud. Estén siempre listos para salir a anunciar el mensaje de la paz. Sobre todo, que su fe sea el escudo que los libre de las flechas encendidas del maligno. Que la salvación sea el casco que proteja su cabeza, y que la Palabra de Dios sea la espada que les da el Espíritu Santo. No dejen ustedes de orar: rueguen y pidan a Dios siempre, guiados por el Espíritu. Manténganse alertas, sin desanimarse, y oren por todo el pueblo santo. (Ef 6,14-18).

2.      El Espíritu es la fuerza que nos saca de nosotros mismos y de nuestras estructuras, de las noches oscuras de las tentaciones. Este sentido teológico del desierto es crear la fortaleza necesarias para combatir estas oscuridades que nos alejan de Dios: “Queridos hermanos y hermanas, toda nuestra vida es como esta larga noche de lucha y de oración, que se ha de vivir con el deseo y la petición de una bendición a Dios que no puede ser arrancada o conseguida sólo con nuestras fuerzas, sino que se debe recibir de él con humildad, como don gratuito que permite, finalmente, reconocer el rostro del Señor. Y cuando esto sucede, toda nuestra realidad cambia, recibimos un nombre nuevo y la bendición de Dios. Más aún: Jacob, que recibe un nombre nuevo, se convierte en Israel y da también un nombre nuevo al lugar donde ha luchado con Dios y le ha rezado; le da el nombre de Penuel, que significa «Rostro de Dios». Con este nombre reconoce que ese lugar está lleno de la presencia del Señor, santifica esa tierra dándole la impronta de aquel misterioso encuentro con Dios. Quien se deja bendecir por Dios, quien se abandona a él, quien se deja transformar por él, hace bendito el mundo Que el Señor nos ayude a combatir la buena batalla de la fe (cf. 1 Tm 6, 12; 2 Tm 4, 7) y a pedir, en nuestra oración, su bendición, para que nos renueve a la espera de ver su rostro”[3].

“Todo pecador es un perseguidor de sombras” (San Agustín. Conf.2, 6, 12)


[1] SBU. La Biblia de estudio, Dios habla hoy.  Comentario a Mt 4,1.
[2] Cfr. DDB. Biblia de Jerusalén. Comentario a Is 11,6.
[3]BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL Plaza de San Pedro Miércoles 25 de mayo de 2011

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