Jn 1,35-42
“El desempeñar un puesto de liderato no consiste estar más , sino en ir por delante” (San Agustín. Serm. 340,2)
La reflexión teológica de la comunidad cristiana de donde surgieron los evangelios ha planteado que Dios se ha revelado a través de la Palabra eterna del Padre (comunidad Joánica); que su gloria se ha manifestado a los pobres simbolizado en los pastores, anuncio hecho por los ángeles (comunidad Lucana); que el mensaje evangélico es universal representado en los magos, que por medio de sueños les ha señalado el camino hacia la casa de Nazaret (comunidad Mateana); que Jesús ha sido reconocido como Hijo de Dios (comunidad Marquiana). Este mensaje kerigmático en los Evangelios se concretiza en la espiritualidad cristiana-espiritualidad del reino-espiritualidad del amor revelado para la salvación:
Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envío a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo. El cree en el Hijo de Dios, no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único. Los que no creen, ya han sido condenados, pues como hacían cosas malas, cuando la luz vino al mundo prefirieron la oscuridad a la luz. Todo lo que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se descubra lo que están haciendo. Pero los que viven de acuerdo con la verdad, se acercan a la luz para que se vea que todo lo hacen de acuerdo con la voluntad de Dios (Jn 3,16-21; Cfr. Job 24,13-17)
La espiritualidad que el evangelio de Juan manifiesta desde la encarnación de la Palabra de Dios en la humanidad; es la reflexión teológica que coloca en boca de Juan el bautista al anunciar a Jesús como el que viene detrás de Él, señalándolo entre la multitud para que crean en Él: “¡Miren, Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado el mundo!” (Jn 1,29.36) Por el testimonio de Juan (Cfr. Jn 1, 30-34) se acercan sus discípulos a Jesús (Cfr. Jn 1,37) experimentando la cercanía del encuentro con el maestro permaneciendo con Él:
Jesús se volvió, y al ver que lo seguían les preguntó: _¿Qué están buscando? Ellos dijeron: _ Maestro, ¿dónde vives? Jesús les contestó: _Vengan a verlo. Fueron, pues, y vieron donde vivía, y pasaron con Él el resto de la tarde. (Jn 1,39)
Esta es la espiritualidad del encuentro, de quienes viven la experiencia de ver donde vive el Maestro y pasar el resto de día con Él. De escuchar su palabra, creer en ella, y luego ir a anunciar que han encontrado al Mesías: “Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)” (Jn 1,41) y llevan a los demás que participen de la experiencia del encuentro que ellos han tenido con el Maestro: “Luego, Andrés llevó a Simón a donde estaba Jesús” (Jn 1,42) los que vieron creyeron, se quedaron con Él anunciaron al Mesías: Encuentro Kerygmático- pascual.
En este encuentro de los discípulos en Juan como los discípulos de Emaus en Lucas (Lc 24) con Jesús resucitado se sigue el itinerario de la etapa final de la formación en la escuela del discipulado que se ha ido desarrollando anteriormente[1], es el camino del que asume el seguimiento como reto rompiendo la inseguridad y desestabilizándose por causa del Reino.
Esta es la reflexión que encontramos en el texto de Juan (Jn 1,35-42), pero para articularlo con lo planteado anteriormente es conveniente ir al contexto del texto (Jn 1,19-2,12) de esta manera situamos este itinerario del camino en la escuela del discipulado, como nos lo plantea el siguiente comentario de la lectura orante de la Palabra en el sitio Web: http://www.discipulasdm.org/biblia/lectio_divina/lectio_ciclo_B/lectio_02_to_1.htm:
Al mirar el contexto de Jn 1,35-42, Juan 1,19-2,12. Podremos darnos cuenta, con ello, de que esa sección ha sido estructurada por el evangelista en una sucesión de seis días, y de que todo acontece en “Betania, al otro lado del Jordán” (Jn 1,28), en Caná de Galilea (Jn 2,1) y en Cafarnaúm (Jn 2,12). Otro lugar mencionado en esta sección es Betsaida, la ciudad natal de Felipe, Andrés y Pedro (Jn 1,44). Posiblemente todos ellos eran discípulos de Juan Bautista y se encontraban en el Jordán atraídos por su anuncio.
1. La narración comienza con el testimonio que da Juan el Bautista, ante los sacerdotes y levitas: él no es el Cristo, ni Elías, ni el profeta, sino una simple voz que anuncia al que tiene que venir. Es entonces cuando hace su aparición Jesús, que acude al Jordán a recibir de Juan el bautismo de agua. Esto sucede “al día siguiente” (Jn 1, 29), es decir, el día segundo.
2. “Al día siguiente” (v. 35) -día tercero-, Juan señala a sus discípulos a Jesús como el Cordero de Dios. Su misión está cumplida: él ha de disminuir y Cristo ha de crecer y pasar delante de él. El que tiene a la Novia (la nueva comunidad mesiánica constituida por los discípulos) es el Novio, Jesús. Juan es sólo el amigo del Novio que se alegra de su protagonismo en las bodas de la Nueva Alianza (cf. Jn 3,29-30; 1,27-30). No hay celos ni rivalidad en Juan cuando sus discípulos pasan a ser discípulos de Jesús. Por el contrario, ésa es su alegría.
3. “Al día siguiente” (v. 1,43) -día cuarto-, es Jesús mismo el que llama a Felipe y elige a Natanael.
4. “Tres días después” (2,1) –día sexto, según el cómputo judío-, Jesús da comienzo a sus señales en Caná, acompañado por su madre y sus discípulos.
Así pues, el evangelista Juan conduce toda la narración de esta sección:
- hacia el “tercer día”, día de “la hora de Jesús” recordada en Jn 2,4, día de glorificación para Jesús que aconteció en su muerte-resurrección.
- hacia el día sexto, día de la creación del hombre y de la mujer, según Gn 1,26-31.
- y hacia unas bodas nupciales en las que Jesús es, a la vez, el vino nuevo y el nuevo Esposo que inaugura la nueva alianza. La boda, como es sabido, en el A.T. era símbolo de la alianza entre Dios-Esposo y el pueblo-Esposa (cf. Os 2,16-25; Is 1,21-23; 49,14-26; 54; 62; Jr 2; Ez 16).
La estructura de la narración de Juan 1,19-2,12, según las indicaciones espacio-temporales, sería la siguiente:
Tiempo | Acontecimiento | Lugar |
Día primero | Testimonio de Juan el Bautista (1,19-28) | Betania, al otro lado del Jordán (1,28) |
"Al día siguiente" (1,29) | Bautismo de Jesús (1,29-34) | Idem |
"Al día siguiente" (1,35) | Los discípulos de Juan siguen a Jesús (1,35-42) | Idem |
"Al día siguiente" (1,43) | Llamada de Felipe y Natanael (1,43-51) | Idem |
"Tres días después" (2,1) | Las bodas de Caná-Comienzo de "los signos" (2,1-11) | Caná de Galilea |
"Después" (2,12) | Estancia de unos pocos días en Cafarnaúm (2,12) | Cafarnaúm |
Recordemos que los discípulos son aquellos que siguen a Jesús y viven con él y como él. Para Juan es muy importante también el verbo “permanecer”: Es discípulo el que permanece en Jesús (Jn 15,4.5), en su palabra (Jn 8,31; 15,7) y en su amor (Jn 15,10).
El texto plantea:
1. Juan Bautista no sólo es el precursor del Mesías, sino también testigo de lo que ha visto y oído: Jesús es el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, cordero de la nueva Pascua, de la nueva Alianza y de la liberación definitiva.
2. En torno a Juan hay un movimiento de espera activa del Mesías. Muchos vienen a él para bautizarse en agua. De éstos, algunos permanecen como discípulos suyos. Pero a estos discípulos, él mismo les orienta a Jesús, porque no es él el Mesías, sino una humilde voz al servicio del anuncio de Jesús.
3. Y dos de los discípulos de Juan, al oír su testimonio, se fían, siguen a Jesús y caminan tras él movidos por una búsqueda. Jesús reconoce su búsqueda y les sale al encuentro. Sabe lo que mueve a aquellos hombre, pero quiere que ellos expresen su deseo: “¿Qué buscan?… –Maestro, ¿dónde vives?”.
4. Los antiguos maestros no enseñaban sólo doctrina, no ilustraban sólo la memoria o adiestraban en una técnica a sus discípulos, sino que les enseñaban a vivir. Eso es lo que ellos desean aprender de Jesús: a vivir.
5. Jesús les invita: “Venid y veréis”. Y el narrador nos cuenta, de un modo conciso, que “fueron”, “vieron” y “se quedaron” (“permanecieron”) con él.
6. Más tarde, los mismos discípulos se transforman en testigos y apóstoles que atraen a otros hacia Jesús con su anuncio entusiasta y convencido. En este caso es Andrés el que transmite a su hermano Simón lo que él mismo ha “visto y oído”, contemplado y tocado con sus manos: al Mesías Jesús. Pero esa transmisión del mensaje no es del todo efectiva hasta que el nuevo discípulo no se encuentre personalmente con Jesús y experimente, como Pedro, que también él es elegido y amado de forma única por Jesús.
7. Éste es el mismo itinerario de discipulado-anuncio que seguirán otros personajes del evangelio de Juan, como la samaritana (Jn 4), el ciego de nacimiento (Jn 9) o María Magdalena (Jn 20,11-18)[2].
Desde esta perspectiva el evangelio de Juan resalta que el seguimiento se hace desde el Resucitado, que estaba en el Padre y que con el Padre forman uno, de la misma manera como los discípulos debe estar unidos y compenetrados entre sí (Jn 15) para que todo el que escuche su palabra crea en El y en el que lo ha enviado como luz del mundo para la salvación de los pueblos (Cfr. Jn 12,44-46).
El seguidor al asumir esta espiritualidad desde el anuncio kerygmático pascual llega al conocimiento del Padre para hacer las obras que le han sido encomendadas al Hijo (Cfr. Jn 14,9-14) He aquí el culmen de la escuela del discipulado: Permanecer con el Maestro, llegar al conocimiento y a la participación de la vida eterna en la gloria del Padre (Cfr. Jn 17).
“Nadie que no sepa obedecer a sus superiores está capacitado para gobernar a sus súbditos” (San Agustín. In Ps 46,10)
[1] CASALINS, Guillermo. Otro texto para no leer: Reflexiones: a) El camino de Emaus –Lc 24,13-35; b) Jesús Resucitado el Buen Pastor –Jn 10,1-10; c) Jesús Camino Verdad y Vida- Jn 14,1-10; d) Si tu hermano te hace algo malo habla con él a solas y hazle reconocer tu falta-Mt 18,15-20; e) Las vírgenes prudentes y las necias-Mt 25,1-13.
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