Mc 1,14-20
“El pecado no consiste en apetecer el mal, sino en abandonar el bien (San Agustín. De nat. Boni 36)
En el evangelio de Marcos encontramos dos pasajes en los que Jesús escoge a los discípulos seguidores:
1. Mc 1,14-20: Aquí Jesús llama a los primero discípulos, después que ha terminado la misión de Juan en el Jordán (Mc 1,14). Jesús inicia este itinerario llamando a la conversión: “Se ha cumplido el plazo y está cerca el reinado de Dios” (Jn 1,14) Él seguidor deja atrás todo, no se ata al pecado y le sigue: “Arrepiéntanse y crean en la Buena Nueva” (Mc 1,15) Luego llama a sus seguidores a orilla del lago: “Caminando junto al lago de Galilea…”(Mc 1,16) Jesús cambia la condición de vida del que tiene contacto con él: de artesanos pescadores a pescadores de hombres (Mc 1, 17-20); de discípulos de Juan a discípulos suyos, permaneciendo con Él (Jn 1,35-51); de estar en la oscuridad toda la noche a encontrar la luz en la Palabra: “Boga mar adentro, y echen sus redes, para pescar. Simón le respondió: Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, basta que tú lo dices, echaré las redes (Lc 5,4-5).
2. Mc 3,13-19: El llamado lo hace Jesús después de haber subido al monte: “Subió al monte y llamó a los que él quiso. Cuando estuvieron junto a él creó un grupo de 12” (Mc 3,13-14) Este grupo es llamado para que convivieran con Él; y enviarlos a predicar con poder para expulsar demonios. Desde este llamado podemos apreciar que Jesús busca a sus discípulos para dar sentido a su misión. Sin comunidad no hay reino, el reino de Dios no es un lugar, sino una experiencia de vida que responde al proyecto del Padre: Vida, Justicia, solidaridad, fraternidad, paz. La presencia de Jesús hace cercano el reino de Dios: “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo, pues el que en esto sirve a Cristo es grato a Dios y acepto a los hombres. Por tanto, trabajemos por la paz y por nuestra mutua edificación.” (Rm 14,17-19)
Jesús llama para que los que aceptan este llamado formen con Él la comunidad del Reino, que anuncia la Buena Nueva que libera; esta es la razón de ser del discipulado. El discipulado es un llamado al seguimiento, el discípulo de Jesús asume su compromiso desde la palabra que le trasforma el corazón y le hace consciente de su compromiso:
“Jesús, al inicio de su ministerio, elige a los doce para vivir en comunión con Él (Cfr. Mc 3, 14). Para favorecer la comunión y evaluar la misión, Jesús les pide: “Vengan ustedes solos a un lugar deshabitado, para descansar un poco” (Mc 6, 31-32). En otras oportunidades, se encontrará con ellos para explicarles el misterio del Reino (Cfr. Mc 4, 11.33-34). De la misma manera se comporta con el grupo de los setenta y dos discípulos (Cfr. Lc 10, 17-20). Al parecer, el encuentro a solas indica que Jesús quiere hablarles al corazón (Cfr. Os 2, 14). Hoy, también el encuentro de los discípulos con Jesús en la intimidad es indispensable para alimentar la vida comunitaria y la actividad misionera” (DA 154).
En el discipulado podemos hablar propiamente de seguimiento y de instrucción por parte del maestro. En tiempos de Jesús los escribas hacían de maestros y tenían discípulos a quienes instruían en las Escrituras y en las tradiciones veterotestamentarias, encontramos en este aspecto una diferencia con la propuesta de Jesús, por lo general Jesús es el que llama a sus discípulos a que lo sigan, en cambio los rabinos no escogían a los discípulos, sino que ellos escogían al rabino. El rabino era una figura pasajera, funcional en la comprensión de la ley. Los maestros judíos eran buscado por los discípulos de acuerdo sus preferencias para ser instruidos, pero este tipo de enseñanza no era permanente, era como una escuela de iniciados que al terminar su instrucción el discípulo continuaba su camino.
El llamado que hace Jesús es de permanente convocación para continuar con la misión del anuncio del Reino de Dios (Mc 1,17; 10,21. 28-31; Cfr. Mt 28,16)). El discípulo es alguien que aprende de su maestro, el maestro era responsable de sus discípulos (Mc 2,24) Discípulo grupo grande de seguidores (Lc 19,37; 19,39; Jn 6,60.66; 7,3; 8,31;19,38) En el grupo de los seguidores de Jesús, se presenta un seguimiento físico, es decir, caminan detrás de Él (Mc 10,32;11,9; Mt 8,10).
El Padre Hernando Barrios Tao nos propone el siguiente itinerario en el seguimiento a Jesús:
- El sentido propio de seguir físicamente a una persona, en este caso Jesús. Quienes lo hacen son la gente (Mc 3,7; 5,24; 11,9; Mt 4,25; 8,1.10; 9,27; 14,13; 19,2; 20,29; Lc 23,27) en otras ocasiones son algunos seguidores, los doce o algún discípulo (Mc 2,14-15; 15,41).
- Un sentido metafórico de creer. Seguir posee en algunos casos este sentido traslaticio de creer (Jn 8,12; 10,19).
- En algunos textos se encuentra otro sentido traslaticio pero ahora con el significado de participar de la misma suerte o destino del Maestro (Jn 12,26; 13,36; 21,19).
- El sentido del seguimiento en la relación maestro-discípulos se manifiesta en algunos textos, pero con la connotación fuerte del deber del discípulo de calcar las hormas del Rabbi (Lc 14, 27; Mc 8,24).
- El seguimiento propiamente como discipulado se manifiesta en muchos textos como seguimiento, así ser discípulo es sinónimo de seguir (Mc 1,17-18; 1,20; 2,14; 10,28; Mt 19,28; Lc 5,11; 9,57; 9,59; 9,61).
- Por último el texto de 1P 2,21 donde Jesús viene explícitamente propuesto como un modelo ético.
Al analizar estos temas el autor plantea que sería conveniente quedarnos con el sentido propio del significado de seguir o ir detrás de alguien y el sentido figurado o traslaticio de ser discípulo o ir en seguimiento de alguien[1].
Entre los seguidores de Jesús encontramos en los Evangelios:
1. La muchedumbre que sigue a Jesús (Mc 3,7): Las mujeres (Mc 15,40-41); Otros seguidores (Lc 10,38-42; Jn 3,1-2; 19, 38-39).
2. Los doce (Mc 3,13-19; Cfr. Hec 1,12-14)
3. Los 72 (Lc 10,1-23)
La muchedumbre que sigue a Jesús
Para desarrollar su misión Jesús convoca a hombres y mujeres (Mt 13,52;27,57. Cfr. 14,21). Para que participen de su enseñanza: “Levantándose de allí, Jesús se fue de la región de Judea y al otro lado del Jordán; y se reunieron de nuevo las multitudes junto a Él, y una vez más como acostumbraba les enseñaba” (Mc 10,1); (Cfr. Mt 5,2; 13,54;Mc 2,13; 4,2;9,31;11,17;Lc 4,15;5,3).
La predicación de Jesús fue abierta a toda la muchedumbre que muchas veces eran seguidores pasajeros, es decir por algún tiempo, no eran constantes, en muchas ocasiones era un gran gentío (Mt 4,25), gran multitud (Mc 3,7), estos estaban y permanecían cerca de Jesús en la escucha de la Palabra y son testigos de sus milagros (Lc 5,15.19;8,19; 9,12) Esta multitud o muchedumbre es la que tributa a Jesús un recibimiento con vítores y palmas (Mt 21,1-11) Pero a la vez reclama a gritos su crucifixión (Mt 27,15.20; Lc 23,4; Hec 14,19; 16,22 Cfr. Mc 14,43).Los 12
En los evangelios encontramos con fuerte relevancia la mención a este grupo, pero es necesario tener en cuenta que en los evangelios muchas veces no se hacía diferenciación entre el grupo de discípulos en general y los doce, pero si en muchos textos discípulos era referencia a un grupo reducido de seguidores (Mc 3,13; 7,17; 9,28; Mt 14,22): a) Con sentido de familiaridad (La cena antes de la muerte de Jesús- Mt 26,17-35); b) como representantes de su maestro (Mc 8,34; Mt 10,40; Lc 9,48); c) como los que lo acogen y hospedan (Lc 10,38); d) como los que le sirven (Mc 5,9; Mt 27,55) y escuchaban sus palabras (Lc 10,38).
Pero en los Evangelio y en Hechos se hace énfasis que para formar parte del grupo de los doce se deben cumplir con las siguientes características:
1. Ser llamados por la libre voluntad del Señor: “Llamo a los que Él quiso” (Mc 3,13)
2. “Para que estuvieran con Él” (Mc 3,14)
3. “Para enviarlos a Predicar con poder de expulsar el mal” (Mc 3,14.15)
4. Y que sean testigos de la Resurrección: “Sea con nosotros testigo de la Resurrección” (Hec 1,22).
Este grupo que mencionan los evangelios como los doce o los apóstoles eran los que habían estado con Él y los que lo acompañaron “Todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue llevado de entre nosotros al cielo” (Hec 1,21). Es decir, desde el inicio de la vida pública de Jesús: Su bautismo (Mc 1,9-11) hasta su ascensión al Padre (Hec 1,6-11).Además, al ser llamados para estar con Él (Mc 1,17.20) tenían como referencia misma de seguimiento a Jesús, aquí encontramos otra diferencia con los maestros judíos de la época que colocaban como referencia de seguimiento la Toráh.
La propuesta de Jesús es diferente a la de los rabinos de la época. La iniciativa es de Jesús, Él es el que llama a seguirlo, el seguidor se convierte en enviado y su envío se identifica con la acción de anunciar el Reino de Dios. Ser discípulos de Jesús, por tanto, implicaba comunión de vida con Él y este lazo se estrecha con la acción de la Palabra (Mc 3,31-35), pero a la vez los discípulos participan del destino de Jesús, compartir la vida y la muerte, se comparte la misma suerte del maestro, este es el sentido de comunión con el Maestro:
1. Llevar la Cruz (Mc 8,34)
2. Beber del mismo cáliz (Mc 10,38-38; 14,36)
3. Compartir la vida eterna (Mc 10,30)
Los 72
La mención de este grupo es propio del Evangelio de Lucas (Lc 10), se presenta como un grupo cercano a Jesús, que se caracteriza por ser llamados a cumplir una misión: "el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir" (Lc 10,1). Esta misión es similar a la misión de los doce (Mc 6,8-11; Mt 10, 5b-6. 7-16). La designación de los 72 corresponde a la propuesta de Jesús de develar los misterios del Reino a los pequeños: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a los pequeñitos. Sí, Padre, pues tal ha sido tu voluntad. Mi Padre ha puesto todas las cosas en mis manos; nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; nadie sabe quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera dárselo a conocer” (Lc 10, 21-22; cfr. Mt 28,18; Jn 3,35; 13,3; 17,2).
A modo de Conclusión
1. Los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunión con el Padre (1 Jn 1, 3) y con su Hijo muerto y resucitado, en “la comunión en el Espíritu Santo” (2 Co 13, 13). El misterio de la Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la Iglesia: “Un pueblo reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, llamada en Cristo “como un sacramento, o signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano”. La comunión de los fieles y de las Iglesias Particulares en el Pueblo de Dios se sustenta en la comunión con la Trinidad (DA 155).
2. Desde la propuesta de una misión continental en la que se plantea la conversión pastoral en el quehacer histórico de la Iglesia, es necesario esta renovación dando razón de nuestra esperanza (Cfr. 1P 3,15) renovando la manera de ver y predicar la figura de Jesús: "Cristo, nuestra esperanza, está en medio de nosotros, como el enviado del Padre, animando con su Espíritu a la Iglesia y ofreciendo al hombre de hoy su palabra y su vida para llevarlo a su integral liberación”[2]. La visión de un Cristo liberador del hombre y de sus esclavitudes, es lo que en realidad debe apasionar a los cristianos de esta generación misionera.
3. Esta visión liberadora de Cristo no podía menos de producir conflictos en los diferentes grupos de cristianos. Conflictos que han provocado infinidad de interpretaciones. Leonardo Boff, ve esta tensión, en torno a Cristo y a su mensaje de la Buena Nueva del Reino. Por una parte el "reino de Dios" es la expresión que designa lo utópico del corazón humano: la total liberación de todos los elementos que alienan y marcan este mundo, como sufrimientos, dolor, hambre, injusticia, división y muerte. Por otra parte, ese reino no es una mera prolongación orgánica del mundo presente tal como se presenta en la historia. El reino de Dios no evoluciona sino que irrumpe. No se trata pues sólo de entender a Jesús a partir del reino, sino el reino a partir de Jesús. Sin el reino Jesús se convertiría en un mero objeto de estudio, pero sin Jesús se parcializaría el reino. Por esto Jesús se presenta en la experiencia de fe de los hombres de hoy como camino de liberación[3].
4. Este es el Cristo que transforma, seduce a las nuevas generaciones de misioneros. En este contexto se ha de ganar campo para presentar a Cristo en la nueva pastoral, en la nueva misión. Como renovación en el amor, la paz, la espontaneidad, la fraternidad universal. La pedagogía de la predicación de Jesús es presentar a Dios como Padre (Jn 5,20) y amor (Jn 14,23), confianza en la justicia. Las palabras en la Cruz: “En tus manos encomiendo mi espíritu”, tienen sentido porque es la entrega plena del que ha creído hasta el final en la justicia de Dios. La predicación de Jesús es la más clara motivación a vivir desde la solidaridad, amando al Padre con todo el “corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas” (Dt 6,5), amando al “prójimo como a nosotros mismos” (Lv 19,18 ). Este es el principio de la madurez de nuestra fe; la fe en Dios es el punto más elevado de la tradición bíblica. Jesús asume esta fe, que se manifiesta en el pueblo que lucha por una convivencia justa y fraterna, la fe es la raíz última de la alegría festiva y del encuentro esperanzador de la libertad humana.
5. Jesús en la cruz sigue clamando por el derecho a la vida, por el derecho a la justicia, por el derecho a la salud, por el derecho al trabajo, por el derecho a la educación, por el derecho a una vivienda digna, por el derecho a la libertad. Pero también desde allí sigue lamentándose por su pueblo: “¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no has querido!” (Mt 23,37).
6. Este es el camino de los discípulos de Jesús para desarrollar el itinerario de una misión de renovación, renovación pastoral. No podemos seguir manteniendo una pastoral de conservación, sino abrir pasos a una pastoral novedosa, dinámica y permanente que involucre a la totalidad de la familia concebida evangélicamente (Mc 3,31-35), animada constantemente por medio de la catequesis que se desarrolle en y por una formación bíblica, eclesial y socio-antropológica, situada y situacional en la historia del pueblo de Dios[4].
“No hemos sido llamados por Dios por ser santos. Somos santos por haber sido llamados por Dios” (San Agustín. Ep. Ad Rom.7)
[1] BARRIOS, T. Hernando. Connotaciones fundamentales del discipulado en los sinópticos. PUJ. Facultad de Teología. Bogotá 2006. Colección apuntes de teología. Pág. 32.
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