sábado, enero 28, 2012

JESÚS ENSEÑABA CON AUTORIDAD

Mc 1,21-28 

“Si las cosas que Dios manda se hacen exteriormente con las manos y no se hacen con el corazón, no hay nadie tan necio que piense que así se cumple los mandatos del Señor” (San Agustín. Cuestiones sobre Heptateuco 5,54)

“Y dejándolo todo le siguieron”, con este desprendimiento de los discípulos para seguir a Jesús, al escuchar la Palabra se da inicio a la experiencia de la escuela del discipulado de aquellos que  dejan las redes en la barca, de los que  remendando sus redes  le siguen, sin mirar atrás (Mc 1,14-20)  Jesús impacta con su presencia y sus palabras (Cfr. Jn 1,37-39; 6,67-69) Es una nueva forma de enseñar que impresiona y cuestiona.
Su pedagogía es diferente a la de los rabinos judíos: a) Él no es elegido por sus discípulos. Él elige a los que quiso y los instituyó para que estuvieran con Él;  b) La enseñanza de Jesús nace de lo que aprendió del Padre: “Yo no hablo por mi cuenta; el Padre que me envió me encarga lo que debo decir y hablar. Y se que su encargo es vida eterna. Lo que digo lo digo como me lo ha dicho el Padre” (Jn 12,49-50). En cambio: a) El rabí judío es elegido por sus discípulos;  b) Basaba su enseñanza en el cuerpo legislativo de la Torah y sus preceptos, es decir, en el conocimiento y su fiel cumplimiento.
Por esta razón, para Jesús es necesario la creación de la escuela de discípulos, comunidad de creyentes en la Palabra; este encuentro comunitario es la prioridad en la misión de Jesús para el anuncio y la realización del reino de Dios como proyecto realizable y cercano, en, desde y para la comunidad (Cfr. Sab 10,10; Is 52,7) como anuncio Kerygmático – Pascual. A esta convocación-llamado, los discípulos responden con prontitud y dejándolo todo se aventuran al seguimiento del Maestro; razón y ser en la escuela del discipulado, vocación cristiana como seguimiento radical de Jesucristo (Cfr. Col 2,24-29).
la pedagogía de Jesús es novedosa, parte de la pedagogía del Padre, es un enseñar novedoso para el pueblo y causa estupor en las autoridades religiosas judías que le habían quitado el espíritu a la palabra (Cfr. Mt 5,17-48; 23,1-36; Lc 11,37-54; Mc 12,38-40) En este sentido,  la enseñanza de Jesús sorprende a propios y extraños, Él habla con autoridad, con la autoridad que viene de la pedagogía divina  que realiza lo que dice y el fin es la liberación del mal. También para esto fueron convocados los discípulos, para combatir el mal (Mc 3,13-14) esta es la lucha frontal contra el poder del mal, es la Buena Nueva que vence el mal, es la lucha de salir de la esclavitud hacia la libertad, esta es la lucha que la Palabra continuamente conduce en nosotros y en el mundo: “Aquí se verá quien tiene sabiduría y entendimiento” (Ap 17,9; Cfr. 14,1-5).

El actuar y enseñar de Jesús con autoridad se fundamenta en el poder liberador de Dios, su lucha es contra los poderes que oprimen a la humanidad (Ap 12). La pedagogía de Jesús libera y crea nuevas relaciones, restituye al caído y le devuelve la tranquilidad de estar en Dios. Esta es la enseñanza que los discípulos recibieron de  Jesús: “Por eso, deben ustedes renunciar a su antigua manera de vivir y despojarse de lo que antes eran, ya que todo eso se ha corrompido, a causa de los deseos engañosos. Deben renovarse espiritualmente en su manera de juzgar, y revestirse de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se distingue por una vida recta y pura, basada en la verdad” (Ef 4,22-24).
Jesús fue tenido como Maestro (Mc 4,38; 9,17; 10,17; 12,14) Profeta (Mt 16,14; 21,11.46; Lc 7,39; 24,19) Pero en realidad, Jesús no desarrolló una enseñanza sistemática, su lenguaje estuvo distante de los preceptos anunciado por los rabinos de su época, su lenguaje es preformativo, refrescante, penetrante, poético, sencillo, con ejemplos sacados del cotidiano vivir del pueblo. Su forma de enseñar está en íntima relación con la naturaleza de lo que enseña. Lo suyo no consistió en explicar la Torah como cuerpo legislativo, aunque fue siempre fiel: “No crean ustedes que yo he venido  a suprimir la ley o los profetas; no he venido a ponerles fin, sino  darles su pleno valor. Pues les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, no se le quitará a la ley ni un punto ni una letra, hasta que todo llegue a su cumplimiento” (Mt 5,17-18).
A modo de conclusión

1.      Jesús con su enseñanza pretendió renovar la vida de su pueblo. Jesús hablaba de Dios y de su cercanía a los seres humanos con autoridad, buscaba suscitar una transformación en sus oyentes y despertar una experiencia de cambio[1], de costumbre de liberación del pecado, por esto habla de expulsar los espíritus inmundos que atormentaban, que esclavizaban al pueblo de Dios. La enseñanza de Jesús libera y exorciza[2] mandando y expulsando a los espíritus inmundos para que dejen en libertad al que sufre y es esclavizado por ellos.

2.      De ahí su extrañeza: “¿Has venido a destruirnos?” Jesús aparece como Señor (en sentido pascual. Cf. Flp 2,6-11) por su enseñanza, por el miedo que infunde al espíritu impuro y por la autoridad con que manda: “Cállate y sal de él”. Cállate es la expresión que usa Dios cuando habla: “el soberano hacia oír su voz” (2Sam 22,14), calla a los soberbios (Sal 119,21) y al mismo mal (Zac 3,2). Jesús no necesita recurrir a exorcismos complicados, es suficiente su  Palabra y el demonio escapa: “Salió de él”. El Reino está presente. Aunque todo queda en asombro y miedo ante la gran autoridad de Jesús: “Una  enseñanza nueva, con autoridad. Hasta a los espíritus inmundos les da órdenes y le obedecen” (Mc 1,27).


“Fue el hombre abandonado a sí mismo porque abandonó él a Dios por complacerse así (San Agustín. De Ci. Dei 14,15,2).


[1]Cfr.  http://www.slideshare.net/estherfer/la-enseanza-de-jesus.
[2] Cuando la Iglesia (C.I.C 1673) pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea  protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cf. Mc 1,25-26), de Él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (cf. Mc 3,15; 6,7. 13; 16,17). En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo. El exorcismo solemne llamado “el gran exorcismo” sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. En estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia. Muy distinto es el caso de las enfermedades, sobre todo psíquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica. Por tanto, es importante, asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de una presencia del Maligno y no de una enfermedad (Cf. CIC 1172).

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