Lucas 2,16-21
“Buscar el reposo en las cosas externas del hombre es prostituir el alma” (San Agustín. De Trin. 11,5,9)
La palabra de Dios revelada en la historia colocando su tienda entre nosotros es el acto solidario de Dios con la humanidad; la promesa ha llegado a su plenitud, la revelación está dada, el Dios de la vida se ha hecho encuentro en la humanidad: Una mujer ha sido escogida al llegar la plenitud de los tiempos (Gal 4,4-5) engendrando en su corazón al Hijo de Dios, haciendo realidad la promesa hecha a los profetas recreada pedagógicamente en la tradición bíblica veterotestamentaria y anunciado y señalado por Juan el bautista: “Detrás de mí viene un que estaba antes que yo” (Jn 1,26-27.29-31).
El pueblo que vio, fue al encuentro de la palabra encarnada:, “hemos encontrado al Mesías, al anunciado por los profetas (Jn 1,45) Este encuentro fortalece la esperanza que se había diluido con el pasar de los años en el pueblo; pero la noticia anunciada a los pastores: “No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia…Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc 2,11) y la visita de ellos a la familia de Nazaret: “Fueron de prisa y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el establo” (Lc 2,16) esta es la revelación a los que acogen con sinceridad que Jesús está presente entre nosotros como el camino, la verdad y la vida (Jn, 14,6) Despertó la memoria histórica de su conciencia oprimida.
Desde esta perspectiva Lucas planteas que con la visita de los pastores (Lc 2,16-20) se universaliza el mensaje del evangelio a los pobres, la promesa se ha hecho realidad en la historia de los pastores con María, José y el niño, es el acontecimiento pedagógico revelatorio a la humanidad. José asumió la misión de acogida paternal, María con su silencio evangelizador llevó la Palabra maternalmente guardando todo en su corazón (Lc 2,19.51) José el justo (Mt 1,19) significa la protección y el fortalecimiento de la palabra, camino solidario del Dios de la vida con los pobres de Dios. María maternal muestra la esperanza salvadora vivencia del que siendo Dios ha descendido a la humanidad (Fil 2,5-11).
Dios se hizo pueblo con el pueblo y ha manifestado su gloria en los hombres y mujeres de buena voluntad (Lc 2,14) que han acogido la Palabra y han reconocido que el Señor ha venido a salvar a su pueblo: “¡Bendito sea el Señor. Dios de Israel, porque ha venido a salvar a su pueblo! Nos ha enviado un poderoso salvador, un descendiente de David, su siervo. Esto es lo que había prometido en el pasado por medio de sus santos profetas” (Lc 1,68-70).
En el texto de Lucas se manifiesta que los primeros invitados a presenciar el acontecimiento salvífico fueron los pastores, gente pobre y muchas veces marginados porque vivían entre animales fuera del pueblo; Jesús, precisamente nace fuera del pueblo desconocido y lejos del ambiente familiar:
Los primeros invitados. Los pastores eran personas marginadas, poco apreciados. Vivían junto con los animales, separados del resto de la humanidad. A causa del contacto permanente con los animales eran considerados impuros. Nunca, nadie les hubiera invitado a visitar a un recién nacido. Pero precisamente a estos pastores aparece el Ángel del Señor para transmitirle la gran noticia del nacimiento de Jesús. Los pastores van hasta Belén y cuentan la visión de los ángeles. La Palabra de Dios no es un sonido producido por la boca. Es sobre todo ¡un acontecimiento! Los pastores dicen literalmente: “Vayamos a ver esta palabra que se ha verificado y que el Señor nos ha manifestado”. La palabra de Dios tiene fuerza creadora. Cumple lo que dice. En la creación dijo Dios: “¡Hágase la luz! ¡Y la luz se hizo!” (Gén 1,3) La palabra del ángel a los pastores es el acontecimiento del nacimiento de Jesús[1].
El centro de nuestra fe está en el acontecimiento Jesús de Nazaret sucedido en el pesebre lo que significa el llamado a vivir el acontecimiento en el interior de nuestro corazón, es decir, la meditación y profundización de la palabra de Dios: “Lucas presenta que María conservaba estas palabras (acontecimientos) meditándolos en su corazón. Son dos modos de percibir y acoger la Palabra de Dios…. María, por su parte, conservaba con cuidado todos los acontecimientos en la memoria y los meditaba en su corazón. Meditar las cosas significa rumiarlas e iluminarlas con la luz de la Palabra de Dios, para así llegar a entender mejor todo el significado para la vida”[2].
Dios ha hecho realidad su promesa en la humanidad a través de la palabra creadora (Jn 1,3), palabra de vida (Jn 1,4), palabra que juzga al que no cree (Jn 12,47-50); pero es palabra resucitadora y redentora (Jn 11,41-44) que se lleva en la meditación del corazón: “Corazón” significa en el lenguaje de la biblia el centro de la existencia humana, la confluencia de la razón, de la voluntad, del temperamento y de la sensibilidad, centro en el cual la persona encuentra su unidad y su orientación interior”[3].
“Para lograr la madurez el hombre necesita un cierto equilibrio entre estas tres cosas: talento, educación y experiencia”. (San Agustín. De Civ. Dei. 11,25)
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