Mt 22,15-22
“Son muchas las cosas a las que aspira mi corazón, señor, dentro de la penuria actual de mi vida, sacudida por las Palabras de tu Santa Escritura” (San Agustín. Conf. L. XII,1,1)
En la diversidad de elementos recibidos de la tradición bíblica que han sido los pilares de la formación de la espiritualidad cristiana en la escuela del discipulado, por medio de los cuales podamos asumir conciencia coherente de compromisos evangélicos como cristianos creyentes, seguidores de Cristo. Desde esta perspectiva, hacemos nuestro el llamado del papa Benedicto XVI, cuando nos convoca para que nos identifiquemos con Cristo anunciándolo por medio de la Palabra encarnada en la historia humna; “de modo que esta sea realmente el fundamento de la vida espiritual cristiana” (VD 72).
El nos insiste en que se dé “una nueva etapa de mayor amor a las Sagradas Escrituras por parte de todos los miembros del Pueblo de Dios, de manera que, mediante su lectura orante y fiel a lo largo del tiempo, se profundice la relación con la persona misma de Jesús” (VD 72).
Es el camino que se ha pretendido recorrer en las reflexiones dominicales: cuando se plantea que la centralidad de nuestra creencia en Jesucristo se da desde el anuncio Kerygmático Pascual: Jesús Muerto y Resucitado. Este es el camino que nos ofrece Jesús al hacer ver en sus parábolas donde manifiesta la presencia del reinado de Dios y a la vez cuestiona nuestro actuar frente a la voluntad del Padre (Mt 21,28-32; 33-45; 22,1-14).
En las tres últimas parábolas que se ha reflexionado Jesús ha cuestionado la conducta de las autoridades religiosas judías y los invitaba a la conversión. De la misma manera es un cuestionamiento para nosotros y la forma como nos relacionamos con Dios. Y debe quedar claro, que bajo ninguna concepción tradicionalista e idolátrica se puede oprimir la conciencia del pueblo en nombre de Dios.
De esta manera, muchas veces para justificar la no creencia en Cristo, tomamos la misma actitud de las autoridades religiosas judías que al sentirse desestabilizadas con las palabras de Jesús, toman posturas de rechazo y hacen series de cuestionamientos a cerca de la autoridad de Jesús, colocándoles trampas para tener argumentos de acusación en su contra.
Con este texto se da un giro en el escenario de la confrontación que se presenta en una serie de trampas colocadas a Jesús para poner en entredicho su autoridad: 1) El pago del impuesto al emperador (Mt 22,15-22; Mc 12,13-17; Lc 20,20-26); 2) Acerca de la resurrección de los muertos (Mt 22,23-33; Mc 12,18-27; Lc 20,27-38); 3) El mandamiento más importante (Mt 22,34-49; Mc 12,28-34); 4) La pregunta acerca del origen del Hijo de David (Mt 22,41-46; Mc 12, 35-40; Lc 20,41-44).
El escenario propuesto en esta parábola (Mt 22,15; Cfr. Mc 12,13-17; Lc 20,20-26) presenta a los fariseos ya ausentes en la escena, se han retirado y planean la manera de hacer entrar en contradicción a Jesús con mañas, (los evangelios sinópticos plantean para ponerle una trampa) Pero ellos envían a sus discípulos junto con los partidarios de Herodes (Mt 23,16):
1. La intención es tener la excusa perfecta para colocar a Jesús en conflicto con las autoridades civiles judías, romanas y religiosas, de esta manera tener pretexto para justificar su actitud frente a la interpretación de la tradición bíblica conocida hasta entonces; de la misma manera justificarían los impuestos cobrado al pueblo para el templo (Mt 17,24-27).
2. Con estas preguntas: ¿Está contra la ley pagar el impuesto al César? ¿Debemos pagarlo o no? (Mt 23,20) se coloca en riesgo la tradición bíblica, porque para los judíos era impensable dar culto a otros dioses que no fuera el Dios de Israel (Ex 20, 1- 40,1-38; Cfr. Lv 25-27; Dt 4, 32-8.20; 5, 6-9; 6,5).
Contrario a lo que pensaban, Jesús les recomienda separar, lo civil con lo religioso: “Devuelvan, pues, al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios” (Mt 22, 21) La moneda llevaba la efigie del emperador, por lo tanto, le pertenece a él en calidad de tributo; pero el ser humano que ha de llevar la imagen de Dios impresa en su corazón, se debe a su creador.
Hoy nosotros manejamos en nuestra concepción muchos ídolos e imágenes que nos alejan de Dios (Rm 1,18-27) Por medio de la política, del consumo, de la moda, del espíritu de competencia desleal, del chantaje institucional, y muchas tradiciones que no nos permiten vivir a plenitud la vivencia de la fe en Jesucristo (Rm 1,17; cfr Rm 3,21-22) Todos estos síntomas de idolatría humana reclaman culto, adoración, sacrificio, adhesión fanática e irracional. Creando leyes que alienan religiosa, social y moralmente, trayendo como consecuencias impuestos inmorales que ayudan a empobrecer más las conciencias de nuestros pueblos porque se ha perdido la dimensión racional que todo viene de Dios y a él pertenece (Cfr. Rm 13,1-7)
Todo esto se podría hacer realidad si viviéramos en la escuela del discipulado la espiritualidad cristiana, que construye caminos de compromisos coherentes con lo que pide Jesús, que nos invita a mantener nuestra conciencia libre y autónoma. Pera no hacer un acercamiento al Señor con actitud de hipócritas: “¡Hipócritas! ¿Por qué me ponen trampas” (Mt 22,18) Sino desde la libertad de los hijos de Dios, dando al Reino de Dios lo que es del reino y a los reinos del mundo lo que les pertenece a ellos.
“La palabra de Dios es, por decirlo así, el baño que los purifica, el poder creador que los transforma en el ser de Dios. Y, puesto que Cristo mismo es la Palabra de Dios hecha carne (Jn 1,14), es la verdad (Jn 14,6)” (VD 80)
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