sábado, agosto 06, 2011

_ ¡CALMA! ¡SOY YO: NO TENGAN MIEDO!


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Mt 14,22-33

Atiende a mis palabras, hijo mío; préstales atención. Jamás la pierdas de vista; ¡Grábatelas en la mente! Ellas dan vida y salud a todo el que las halla. Cuida tu mente más que nada en el mundo, porque ella es fuente de vida” (Pro 4,20-23)

Las reflexiones de los textos bíblicos anteriores, mostrando un camino en este itinerario que se empezó con la propuesta de reflexionar, orar y anunciar la Palabra en la comunidad pos-pascual que vive su fe por el anuncio del Kerygma pascual con en el cual asumimos nuestros deberes como cristianos:

“En fin, vivan todos ustedes en armonía, unidos en un mismo sentir y amándose como hermanos. Sean bondadosos y humildes. No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto. Al contrario, devuelvan bendición, pues Dios los ha llamado a recibir bendición. Porque: Quien quiera amar la vida y pasar días felices, cuide su lengua de hablar mal y sus labios de decir mentiras; aléjese del mal y haga el bien, busque la paz y sígala. Porque el Señor cuida a los justos y presta oídos  a sus oraciones, pero está en contra de los malhechores” (1P 3,8-12; Cfr. Rom 12,16-17; Fil 2,2-4; 1Tes 5,15; Lc 6,27-28; Sal 34, 12-16 [13-17])

Con estos deberes adquirimos la responsabilidad de vivir en la Iglesia pos-pascual el ser cristianos, camino  hacia la formación y el crecimiento de la comunidad de comunidades: la Iglesia de Jesucristo.
En esta Iglesia, estos deberes se han debilitado y prácticamente han desaparecido porque no somos una comunidad de cristianos creíbles, de creyentes que den testimonio y que formen; esto no se ha podido realizar porque se ha remplazado el estudio, la reflexión de las Sagradas Escrituras por diversas prácticas de piedad popular sin formación, sin orientación, sin reflexión, sin evangelización; manteniéndose así como una tradición inamovible, a pesar de la recomendación hecha por el Magisterio de la Iglesia, durante las últimas décadas.
Otro fenómeno que ha influido es que la preparación a los sacramentos carece de formación bíblica; las catequesis son elaboradas y basadas en folletos que contienen resúmenes de la doctrina de la Iglesia, no hay claridad, ni unidad de criterios en los encargados de orientar las catequesis hacia la conversión pastoral (pasar de una pastoral de conservación a  una pastoral renovada) que fortalezca esta preparación hacia una comunidad de fe, centrada en el anuncio keriymático pascual: Jesús Muerto y Resucitado.
Con preocupación se mira que la práctica de la piedad popular así como se está desarrollando y la catequesis basada en los resúmenes de la doctrina de la Iglesia contenida en folleticos para evangelizar e instruir a la gente (son  recomendables) no responden a la propuesta de una misión continental. Porque el resultado de estos actos, no es el esperado, solo existen grupos sin identidad de cristianos, sin deberes, sin fortalecimientos de fe[1].
Esto ha ocasionado que no tengamos sentido de pertenencia dentro de la Iglesia y mucho menos un sentido de comunidad en la que se vislumbre la presencia del Reino de Dios como nos lo ha querido presentar Mateo en el capítulo 13 y que ha tratado de hacer realidad con la invitación a compartir el pan con el hambriento, cuando Jesús da de comer a una gran multitud (Mt 14, 32-39) Esta realidad del reinado de Dios tendría sentido si existieran comunidades conscientes de su creencias y de su fe sin titubeo, sin miedo, seguras y animadas por la presencia de Jesús: “_¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo!” (Mt 14,27).
La presencia de Jesucristo es el sentido profundo de esta pericopa[2] (Mt 14, 22-33) que termina con una confesión de Fe: “_ ¡En verdad tú eres el Hijo de Dios!” (Mt 14,33) La cual precede la Confesión de fe de la comunidad apostólica que Pedro hace en nombre de todos (Cfr. Mt 16, 13-20) Esta confesión de fe es el camino hacia la participación de los discípulos en el destino del Maestro, con el cual, los seguidores discípulos se han de identificar:  Esta es la Pedagogía de la Cruz (Cfr. Mt 16,21-28).
Pero todavía los discípulos no han comprendido, están arraigados en la tradición judaica y les cuesta asumir, la propuesta novedosa de Jesús: Su forma de orar (Mt 14,23; Lc 6,12; 9,28); como comparte el pan con los hambrientos, su nueva manera de enseñar  para sostener en la fe a la comunidad (Mt 14, 27.31) Esta novedad es necesaria para romper con el cordón umbilical de los discípulos con la tradición judía.
Y es necesario hacerlo para que la nueva comunidad, la iglesia pos-pascual (la barca en el texto) salga de la embestida del mal representados en el texto por las olas y el fuerte viento (Mt 14,24) La comunidad está entre creer  y la duda de su fe,  manifestada por la  situación de la barca (Mt 14,24) por esta razón, la comunidad se mantiene en la oscuridad, la noche; pero al ir asimilando la novedad de Jesús en su caminar se vislumbra el amanecer: “A la madrugada Jesucristo fue hacia ellos” (Mt 14,25) La presencia de Jesucristo va dando claridad, pero todavía existe la duda porque tienen embotada sus mentes por el apego a las tradiciones judaicas. Tienen miedo a salir de su oscuridad, les asusta la claridad que Jesús irradia. Jesús reprocha esta actitud en su llamado: “_ ¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste? (Mt 14,31) Al subir Jesús a la barca se calma el viento, han roto con la tradición estática del judaísmo, dando paso a la nueva forma de vida propuesta por Jesús. Le han reconocido: “¡En verdad tú eres el Hijo de Dios!” (Mt 14,33).
En la Iglesia hoy tenemos que vencer el miedo que nos da salir del facilismo en que hemos caído (piedad popular sin evangelización, catequesis desde folleticos) Para recuperar el fortalecimiento de nuestra fe desde el bautismo, alejados de todo temor, de la duda, del pecado,  para que el símbolo del agua que hemos recibido en bautismo sea verdaderamente propiciador de la salvación: “El bautismo no consiste en limpiar el cuerpo, sino en pedirle a Dios una conciencia limpia; y nos salva por la resurrección de Jesucristo”      (1P 3,21;   Cfr. Rm 6,3-4) 

Cuadro explicativo de la Pericopa: Mt 14,22-33


[1] Cfr. CASALINS, G. Celebración de los símbolos en los sacramentos de iniciación cristiana Bautismo y Confirmación. Monografía.  Cap.  I. Bogotá 2010.
[2] Corresponde a un pasaje bíblico en el que se dividen los capítulos de las Sagradas Escrituras, es decir es una parte, un trozo de un capítulo bíblico. Ej. Mt 13, 47-50;  15, 21-31; 16,  5-12.

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