viernes, mayo 13, 2011

JESÚS RESUCITADO EL BUEN PASTOR - Jn 10,1-10




“Somos muchos y, al mismo tiempo, uno solo. Muchos cristianos, pero un solo Cristo…No es que Él sea uno y nosotros muchos, sino que nosotros, los muchos, somos unos en Uno” (San Agustín. In ps. 127,3)

La liturgia de la Palabra en este tiempo de pascua, pedagógicamente nos muestra el camino que debemos seguir como discípulos del Maestro y mantener el anuncio Kerygmático – Pascual de los primeros tres domingos de Pascua que subrayaba las apariciones de Jesús Resucitado en medio de la comunidad de los apóstoles.
En el texto del evangelio de Juan que corresponde a la liturgia de la Palabra de hoy, manifiesta que Jesús Resucitado, es la puerta del redil, por donde la comunidad de creyentes entra a formar parte del grupo de los discípulos que siguen al Maestro como el Buen Pastor, que al escuchar su voz lo reconocen y le siguen: “El que entra por la puerta es el pastor del rebaño. El portero le abre, las ovejas oyen su voz, él llama a las suyas por su nombre y las saca. Cuando ha sacado a todas las suyas, camina delante de ellas y ellas detrás de él, porque reconocen su voz” (Jn 10,2-5).
Es interesante la propuesta que se nos hace en este capítulo, tradicionalmente llamado como el texto del Buen pastor: Jesús mismo abre la posibilidad de retomar el tema del pastoreo planteado en Ezequiel 34, contrario a ellos él si conoce a sus ovejas y las llama por su nombre (Mc 3,16-19; Cfr. Mt 10,1-4; Lc 6,12-16; Jn 1,35-51)) las acoge como suyas y las cuida; diferente a los pastores de Israel que traicionaron la confianza de Dios y se “apacentaron así mismos” (Ez 34,2).
Ahora bien después de las diferentes apariciones de Jesús Resucitado, Él se coloca al frente de su rebaño, como la puerta de entrada: “Les aseguro que yo soy la puerta del rebaño” (Jn 10,7) Jesús abre esta posibilidad recalcando que a los que les habían encargado esta misión no la cumplieron (Cfr. Ez 34) Se convirtieron en ladrones del rebaño (Jn 10,8) Por esta razón, Jesús resucitado es el verdadero pastor de la comunidad de creyentes, que es el nuevo pueblo de Dios, que sale fuera del recinto del Judaísmo y construyendo el nuevo rebaño, donde se comunica vida y ésta en abundancia (Jn 10,28).
Para pertenecer a este nuevo rebaño es necesario que cumplan con las condiciones de adhesión a la comunidad de discípulos (Reflexión planteada el domingo pasado) Los integrantes del nuevo rebaño deben ser: 1) Llamados por el Pastor (Jn 1,3); 2) Abrirse a la posibilidad de una nueva relación de mutuo conocimiento y comunión (Cfr. Mc 3,31-35; Jn 1,38-39); 3) Jesús es quien va delante de la comunidad (Jn 10, 4); 4) Jesús es quien guía o conduce a la comunidad (Jn 10,16); 5) Por esto, la comunidad es sensible a su voz, la reconoce (Jn 10,4.16.27); 6) Y siguen a su Pastor (Jn 10,4.27).
De esta manera quien pretende ser buen pastor ha de dar la vida por las ovejas (Jn 10,17-18) Es necesario que comprendamos que en la comunidad de creyentes al asumir la condición de pastores debemos tener las condiciones que se han mencionado, esta misión no es solo para los que ministerialmente se les ha encomendado según la tradición esta misión: “Porque la gracia de Dios que salva a todos los hombres se ha manifestado, enseñándonos a renunciar a la impiedad y los deseos mundanos y a vivir en esta edad con templanza, justicia y piedad” (Tit 2, 11-12).
Este es el camino del Buen Pastor dar la vida por los hermanos: “Hemos conocido lo que es el amor en aquel que dio la vida por nosotros. Así, pues, también nosotros debemos dar la vida por los hermanos” (1Jn 3,16) ¿Pero nosotros estamos dispuesta a dar la vida por los demás? ¿Nos estamos comportando como buenos pastores? ¿Somos guías del nuevo rebaño de Dios encomendados a nosotros?
Muchas veces estamos más dispuestos al cumplimiento exagerado de normas que a la misericordia de Dios, (Jn 9) nos preocupamos por la construcción del templo de piedra y no por la creación del nuevo rebaño, nos enriquecemos a costa del rebaño y no trabajamos por él, nos predicamos a nosotros mismos y no predicamos a Jesús. En este aspecto hacemos eco de un párrafo de la homilía pronunciada por Mons. Romero el día del Buen Pastor: “El episodio de esta comparación del Buen Pastor está poco después de aquel episodio del cieguito de nacimiento a quien los fariseos, en vez de alegrarse porque se había salvado de la vista, lo excomulgaron: "porque te dejaste operar en sábado". Interesaban más las legalidades que la misericordia. Y a éstos fustiga el Señor, para estos fariseos hipócritas, para estos pastores egoístas, para estas sinagogas sin misericordia, para estas autoridades eclesiásticas de su tiempo, el Divino Profeta, Cristo nuestro Señor que fue duro contra el pecado donde quiera que se encuentre, ya sea en Herodes, en Pilatos, también en los pontífices, en los sacerdotes. Él los reprende; y para ellos es la comparación, para que aprendan a ser como Él que es el Buen Pastor y para que su Iglesia sea lo que tiene que ser: una casa de la misericordia del Señor, donde los pecadores no encuentren el reproche, la excomunión, la dureza; sino la acogida, el abrazo de Nuestro Señor que los llama para el perdón” .
El llamado es hacer de nuestra pastoreo un servicio al rebaño de Dios, es decir, trabajar para que en la comunidad se viva el amor como identidad de los cristianos para que nos reconozcan por el mutuo amor que debemos profesarnos (Jn 13,34-35): “Ama a Cristo y con ese peso serás arrebatado al lugar de Cristo” (San Agustín. Serm. 65A,1)

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