“Él es nuestra paz. Él ha destruido el muro de separación, el odio, y de los dos pueblos ha hecho uno solo. En su propia carne destruyó el sistema represivo de la Ley e hizo la paz; reunió a los dos pueblos en él, creando de los dos un solo hombre nuevo. Destruyó el odio en la cruz y, habiendo hecho de los dos un solo pueblo, los reconcilió con Dios por medio de la misma cruz” (Ef 2,14-16)
Dios es quien ofrece la salvación y el perdón por medio de la Palabra (Jn 20,22-24) Él es quien da sentido a la comunidad eclesial (Jn 20,29) Su Palabra en la comunidad es el anuncio Kerygmático – Pascual, que libera como alternativa de salvación, la Palabra se hace liberadora y redentora para la humanidad (Lc 4,16-19) por medio de la pedagogía implementada por Jesús; es el mismo Cristo quien se ha revelado como Palabra a su pueblo y sigue manifestándose en nuestras comunidades, permitiendo descubrir lo imprevisible de Dios.
El camino Kerygmático –Pascual, abre la posibilidad del encuentro festivo con Jesús por medio de la palabra y su crecimiento dentro de la Iglesia. Las Escrituras son las fuentes con la que se desarrolla la enseñanza, ellas son la manifestación del querer de Dios anunciado por Moisés y los profetas, hasta nuestros días (Lc 24,27)
Nosotros como cristianos seguidores de Jesús hemos olvidado la fuerza pedagógica - pastoral de las Escrituras. La comunidad anuncia que aquel que estaba muerto ha resucitado, está vivo, la fidelidad asumida por la comunidad, es la que motiva a levantarse y anunciar que él está vivo, que ha Resucitado: “La fidelidad de Jesús es el camino de nuestra propia fidelidad. La fidelidad de Jesús se dio en el tejido histórico de la experiencia humana de su entrega a la causa del Padre. Seguir a Jesús no es repetir las formas históricas de su fidelidad (absolutamente irrepetibles), sino redimir la experiencia de nuestra propia fidelidad, en la experiencia profética del Hijo de Dios encontramos la inspiración para nuestro profetismo”[1].
En el texto de Emaús, los caminantes escuchan a Jesús, lo reconocen y se sienten impulsados por el ardor de su corazón a dar testimonio de Él. Se hace necesario levantarse y salir a anunciar que Jesús está vivo, que ha resucitado, que ellos lo han visto. La presencia de Jesús en la comunidad motiva estos actos, ya no importa el peligro que puede ocasionar salir a oscuras, con la luz del Resucitado, se levantan, ellos van tranquilos y serenos y vuelven alegres de donde habían salido derrotados, al encontrarse con los once y a los de su grupo (Lc 24,33) dan testimonio de lo vivido con Jesús Resucitado, de su experiencia con Él al partir el pan; pero sobre todo, dispuesto a anunciar que Jesús ha Resucitado.
Encarnarse en la realidad de la resurrección es la etapa inicial del discipulado en la comunidad, esta se desarrolla desde la pedagogía de Jesús, que en el Evangelio de Lucas se coloca de una manera didáctica en el itinerario de la pedagogía del camino de Emaús: 1) Conocimiento y denuncia de la realidad (Lc 24,13-24); 2) Catequesis por medio de la Palabra (Lc 24,25-29); 3) Conversión de la comunidad (Lc 24, 30-32); 4) Misión: anuncio Kerygmático-Pascual (Lc 24,32-35) Con esta etapa inicial y con las características que debe distinguir al discípulo presentadas en Marcos (Mc 3,13-15) y en (Hec 1,22) se enriquece el itinerario pedagógico del discipulado en el tiempo de Pascua y no solo en este tiempo, sino en el tiempo en el que debemos vivir todos los creyentes.
En la liturgia y en la pedagogía del camino de Emaús estos 50 días se celebran como un solo día de Pascua, es decir, se vive la Resurrección en la comunidad como nos lo plantea Juan en el Evangelio (Jn 20) que fue el texto que leímos el domingo pasado en el que planteábamos que la Resurrección se anuncia con la paz, el perdón y el envío que hace a la comunidad, Él se hace presente en medio de ellos evidenciando que ha resucitado y como prueba de esta realidad, muestra sus heridas (Jn 20,27; Cfr. Lc 24,36-43) Esta evidencia de su Resurrección, es continuidad del camino formativo de los discípulos del Señor (Cfr. Mc 3,13-15; Hec 1,22)
Por medio de la fracción del pan se lleva a plenitud el encuentro con Jesucristo vivo, se une la mesa de la palabra con la mesa del pan vivo: “En cada celebración eucarística el encuentro con el Resucitado se realiza mediante la participación en la doble mesa de la Palabra y del Pan de vida”[2], reconociendo que el Nazareno, que murió en la Cruz ha resucitado: los dones del resucitado: Palabra y Cuerpo (Jn 6, 31.49) son los dones escatológicos del nuevo pueblo de Dios (Cfr. Ap 2,17) Comunidad de discípulos que celebran – etapa celebrativa del discipulado o etapa final de la escuela – en la que los testigos del Resucitado, son enviados a misionar llevando el mensaje Kerygmático -Pascual: Jesús quién murió en la cruz ha Resucitado para liberarnos de nuestras esclavitudes ocasionadas por el pecado.
La comunidad del discipulado nace del costado abierto de Jesús (Jn 19,34) Porque el discípulo se forma en el camino, con el testimonio que nace del agua, la sangre y el Espíritu del Resucitado: “¿Quién ha vencido al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Él es el que viene por el agua y la sangre: Jesucristo; y no sólo por el agua, sino por el agua y la sangre; y el espíritu también da su testimonio, el Espíritu que es la verdad. Tres son, pues, los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres coinciden en lo mismo” (1Jn 5,6-8)
Por eso, no más mentiras; que todos digan la verdad a su prójimo, ya que todos somos parte del mismo cuerpo. Enójense, pero sin pecar; que el enojo no les dure hasta la puesta del sol. (Ef 4,25-26)
No hay comentarios:
Publicar un comentario