“¿Cuál ha de ser nuestro afán de cada día? El intentar siempre lo mejor, pero sin cansarse jamás de intentarlo. Por muy lejos que hayas llegado, el ideal está siempre más allá”
(San Agustín, In Ps. 38,4)
En las reflexiones de este día, se recalca: ´Que es el día de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, siendo aclamado por el pueblo como Rey´. Y nosotros siguiendo la tradición de este domingo sin ninguna novedad reafirmamos que Jesús es aclamado como Rey. ¿Será qué los Evangelios al describir la entrada de Jesús en Jerusalén, lo proclaman cómo rey? ¿La intención pedagógica de los Evangelios apunta hacia el aspecto del reinado de Jesús?
Los autores de los Evangelios, más bien, lo que tratan de manifestar es la entrada de Jesús glorificado, el Hijo de Dios Resucitado, el siervo que ha sido ungido por su Señor: “Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he revelado ni me he echado atrás” (Is 50,49)
Los autores de los Evangelios, más bien, lo que tratan de manifestar es la entrada de Jesús glorificado, el Hijo de Dios Resucitado, el siervo que ha sido ungido por su Señor: “Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he revelado ni me he echado atrás” (Is 50,49)
Es clara la diferencia que se presenta cuando abordamos este tema del reinado, porque una cosa es la pretensión humana del ideal de un Rey que entra en la ciudad para reinar, y otra distinta es lo que la reflexión pedagógica de los Evangelios pretenden significar sobre el sentido de la entrada del Hijo de Dios glorificado (Lc 19,28-38; Cfr Mt 21,1-11; Jn 12,12-19) Porque si analizamos los textos de los Evangelio, la referencia es hacia la dimensión de Jesús como Mesías, como el ungido del padre, que en Mateo es asociado al reinado de David (2Sm 7,12). Por su parte, Lucas lo asocia a la reivindicación del pueblo pobre oprimido por el orden injusto establecido desde el Templo. Juan lo presenta como la entrada del Hijo glorificado, que purifica el Templo para que recobre su sentido cultual en Espíritu y Vida.
La propuesta es significativa en los Evangelios, Jesús entra montado en un burrito, no como Rey sino como Hijo del Padre, en la sencillez de corazones libres, entra entre ramos y capas que fueron colocados en el camino y la gente lo aclamaba dándole gracias a Dios por los milagros que había hecho. ¿Pero en realidad qué es lo que los Evangelios de Lucas, Mateo y Juan nos quieren dar a entender? Según la tradición bíblica del Nuevo Testamento el título de rey en Jesús es porque ha sido ungido por el Padre en la Cruz. La Unción de Jesús en la Cruz, se da, no como la de alguien que gobierna, sino como aquel que se coloca en las manos del Señor para hacer su voluntad, es el siervo sufriente que libera a su pueblo: “Ahora llega para mi servidor la hora del éxito; será exaltado, y puesto en lo más alto. Así como muchos quedaron espantados al verlo, pues estaba tan desfigurado, que ya no parecía un ser humano. Así también todas las naciones se asombrarán, Y los reyes quedarán sin palabras al ver lo sucedido.Pues verán lo que no se les había contado y descubrirán cosas que nunca se habían oído” (Is 52, 13-15).
Hoy celebramos la fiesta del encuentro de Dios con su pueblo, y del pueblo con Dios, hemos salido al encuentro del que Reina, del que llama y convoca, del que ha creado lo que existe, hoy es el encuentro liberador de la esclavitud que produce la muerte a la libertad que da la Vida. Por estas realidades que nos presentan los Evangelios es la entrada de Jesús a Jerusalén, para tener éxito y liberar al pueblo pobre de la esclavitud en la que han sido sometidos: “Cuando comiencen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán liberados”(Lc 21,28) Las palmas, los ramos que llevamos son símbolos de libertad, ¿Pero hemos traído el corazón? Nosotros los cristianos estamos llenos de símbolos religiosos, y simplemente se quedan en eso, en símbolos, pero no los trascendemos y sencillamente pasan y cada año volvemos a repetirlos sin cambiar, porque no dejan huellas en nuestra vida.
Hoy celebramos la fiesta del encuentro de Dios con su pueblo, y del pueblo con Dios, hemos salido al encuentro del que Reina, del que llama y convoca, del que ha creado lo que existe, hoy es el encuentro liberador de la esclavitud que produce la muerte a la libertad que da la Vida. Por estas realidades que nos presentan los Evangelios es la entrada de Jesús a Jerusalén, para tener éxito y liberar al pueblo pobre de la esclavitud en la que han sido sometidos: “Cuando comiencen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán liberados”(Lc 21,28) Las palmas, los ramos que llevamos son símbolos de libertad, ¿Pero hemos traído el corazón? Nosotros los cristianos estamos llenos de símbolos religiosos, y simplemente se quedan en eso, en símbolos, pero no los trascendemos y sencillamente pasan y cada año volvemos a repetirlos sin cambiar, porque no dejan huellas en nuestra vida.
Parece que el cristianismo es parte de una tradición tardía y ha muerto, porque año tras año participamos de cada momento en estas fiestas cuaresmales y Pascuales y sin embargo, seguimos iguales, no transforman nuestra vida. Hoy somos cristianos sin convicción, solo nos motiva que debemos cumplir con unos compromisos religiosos y con eso nos basta, no hemos venido a traer el corazón. ¡Simplemente hemos venido!
Dios nos está pidiendo más compromiso, más entrega, más servicio, hemos desvirtuado lo esencial y fundamental en nuestro cristianismo, se ha confundido con ser católicos, somos y no somos. Decimos: “Somos cristianos católicos”, pero no nos identificamos con esto, estamos totalmente alejados de lo que en realidad debemos ser como cristianos. No participamos de un compromiso serio y coherente con el querer de Dios, no participamos de la fiesta a la que estamos invitados, la fiesta del encuentro definitivo con el Padre:
Esta es la fiesta a la que estamos invitados para celebrar hoy Domingo, es la fiesta de la liberación, de la entrada de Jesús en nuestra vida, es la fiesta del anuncio y de la conversión (Mc 1,15) es la fiesta del retorno del Hijo, esta es la fiesta del abrazo del padre al hijo que vuelve a casa (Lc 15,20-24) Porque todo esto ha de suceder para que el Resucitado abra los caminos del corazón obstinado del cristiano: “cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Reino de Dios ya está cerca (Lc 21,31) Las condiciones están dadas para este gran encuentro entre Dios y su pueblo, solo falta que los invitados al banquete lleguen: “El banquete está listo, pero aquellos invitados no merecían venir. Vayan, pues, ustedes a las calles principales, e inviten al banquete a todos los que encuentren. Los criados salieron a las calles y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos; y así la sala se llenó de gente” (Mt 22,8-10) Es necesario que los invitados comprendan que debenvestir adecuadamente para participar en el banquete del Señor (Mt 22,11-14) El señor quiere que nos vistamos de misericordia y no de sacrificios (Mt 9,13; Cfr. Mt 12,7; Os 6,6) Que coloquemos nuestro corazón en disposición deromper la cadena de la injusticia y en aprender a compartir el pan con el hambriento (Cfr. Is 58,6-11)
Cuando estemos en sintonía con el querer del Señor, estaremos dispuestos a entrar en la gran fiesta, y allí reinará Dios, porque esta es la fiesta que Dios quiere de nosotros: Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver.» Entonces los justos dirán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? El Rey responderá: «En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.» (Mt 25,34-40)
No podemos continuar en la fiesta de los que están lejos del Padre, que anteponen el sacrificio frente a la misericordia, la injusticia frente a la justicia, el odio frente al amor, no podemos seguir siendo testigos del camino del mal, que es lo que muchas veces queremos que reine en nuestras vidas: “Dirá después a los que estén a la izquierda: «¡Malditos, aléjense de mí y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para el maligno y para sus seguidores! Porque tuve hambre y ustedes no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber; era forastero y no me recibieron en su casa; estaba sin ropa y no me vistieron; estuve enfermo y encarcelado y no me visitaron.» Estos preguntarán también: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, desnudo o forastero, enfermo o encarcelado, y no te ayudamos?» El Rey les responderá: «En verdad les digo: siempre que no lo hicieron con alguno de estos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí.»(Mt 25,41-45)
Dios hoy ha hecho nuevamente la propuesta, para que nosotros podamos vivir este camino hacia la casa paterna desde el arrepentimiento y la conversión, que nuestros corazones se esfuercen en un verdadero cambio de vida y de conducta, que nuestras obras sean por convicción y no por tradición, que este tiempo lo vivamos, no en el momento, sino para todo momento, que despertemos de la oscuridad en la que nublamos nuestros ojos y cerramos nuestros oídos, para no escuchar la Palabra de Dios. El cambio es ya, es en el hoy de Dios, es en la convicción del seguimiento del Resucitado, el Cristo, el Ungido de Dios. ¡Despertemos, no sigamos dormidos! Porque:“El que te creó sin ti, no te salvará sin ti” (San Agustín. Serm. 169,11,13)

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