 
Donde no hay amor, no hay justicia, donde no hay justicia no hay amor.
Partimos del hecho mismo de nuestra situación social, cultural y violenta. Constatamos la herencia de un siglo pasado, violento, en guerra donde se han establecido las más grandes atrocidades en la violación de los derechos humanos, especialmente en nuestro territorio colombiano donde la muerte es el plato diario de los pobres, que son atropellados por la guerra injusta no querida por ellos, sino diseñada por un proceso violento de un gobierno incapaz de gobernar, de una guerrilla, incapaz de dialogar como personas civilizadas, de unos paramilitares amparados en la sombra de una política injusta de un grupo reducido de terratenientes que quieren mantener su sistema gamonal, para seguirse adueñando de las tierras de los pobres y desamparados campesinos. Buscamos un nuevo orden político, social y cultural, se busca crear la nueva cultura de la paz, donde no se politicen los procesos de paz, se cree en una justicia cimentada en el amor y solidaridad, donde todos tengamos la misma oportunidad de salir a las calles, de desayunar, tranquilos, de almorzar, de comer de dormir con nuestros propios sueños. Queremos borrar la idea de patria que nos han dibujado los políticos de turno que se visten no del color de su partido, sino del color de la corrupción, de la deshonestidad, del aprovechamiento de la poca preparación que tiene nuestro pueblo, para engañarlos con promesas falsas y muchas veces salidas de la realidad, en la cual se burlan de nuestra gente pobre, liderando según ellos las banderas del cambio, de la honestidad, de la anticorrupción, de la justicia social, de un cambio moral.
Pueblos destrozados por la guerra, la violencia, las guerras y sobre todo por la soledad de la muerte que los cubre con manto injusto. ¿ Esta es la Colombia que nosotros hemos soñado?, ¿ esta es la Colombia que nos han dejado los políticos de turno?, ¿esta es la Colombia que los cristianos hemos dejado?. ¿De esta manera tiene sentido ser cristianos en Colombia?. Las mas grandes injusticias se dan entre cristianos bautizados, que creen en Dios y se sienten religiosos. ¿Qué país hemos recibido?. Mirando el panorama que tenemos frente a nosotros, los cristianos del nuevo siglo ¿Qué propuesta le presentamos a la nueva generación de hombres y mujeres que estamos viendo crecer? Un cristianismo con un falso ideal: el ideal del cumplimiento o del deber ser. Que durante muchos años hemos practicado dejando un sin sabor en los que todavía creen en Dios. ¿O le vamos a dejar una sociedad más justa y más humana, donde la propuesta del evangelio sea el ideal de los que caminan en busca de la paz, de la justicia y de la fraternidad solidaria, como base de todo orden social que se acredite como justo?.
Agustín y la justicia[1]
El año pasado planteábamos que desde la perspectiva agustiniana se quería mostrar al mundo nuestro carisma: “En primer termino__ Ya que con este fin se han congregado en comunidad__ Vivan en la casa unánime y tengan una sola alma y un solo corazón orientados hacia Dios” (R.3), como alternativa en medio de una sociedad egoísta, injusta, violenta, incapaz de amar. Nuestro carisma se abre en medio de los hombres como algo inédito que es necesario difundir para que todo podamos vivir de acuerdo al proyecto de Jesús: El reino de Dios y su justicia en medio de los hombres. La justicia que desde el horizonte de Agustín está fundamentado en el amor, como se planteaban en la conferencia de ayer[2], sobre todo el amor superior como cuna de todos los valores que el hombre ha de beber, y uno de esos valores es la justicia, signo del amor de Dios a los hombres y de los hombres entre si. Toda relación de justicia va en caminado en procura del amor primero. Jesús de Nazaret y su proyecto, el Reino de Dios: “Por lo tanto busquen primero el Reino y la justicia de Dios” (Mt 6,33)
Agustín específicamente no trato el tema de la justicia en sus escritos, pero siempre estuvo al lado de los indefensos, de los más necesitados. En procura de aliviar las necesidades de los pobres se vio en la necesidad de vender los vasos sagrados, su catedral fue lugar de refugio para algunos perseguidos por la guerra que se había desatado en tiempos de su episcopado, en sus predicaciones insistió en la vivencia de la justicia para favorecer una sociedad más humana y fraterna. Su doctrina sobre la justicia parte de la identificación de Cristo con los pobres: “Cristo al identificarse con los pobres, reconoció su dignidad humana, y una razón para alimentarlos y vestirlos. Ser fieles a Cristo pobre, para Agustín es lo mismo que decir ‘sean fieles a nuestros vecinos pobres’ (Ps 41). Para Agustín Cristo está presente en el mundo y es necesario descubrirlo en los otros. El sufrimiento y la pobreza de Jesucristo se reflejan en la vida y en la historia del sufrimiento y de la opresión de los seres humanos. En la peregrinación sobre la tierra a Cristo hambriento se le da de comer, a Cristo sediento se le da de beber, a Cristo denudo se le viste, Cristo extranjero es acogido, a Cristo se le visita en el enfermo. Cuando los seres humanos están necesitados, Cristo lo está también. Todo lo anterior lo encontramos expresado en las palabras de Agustín:
Quizás tú te dices a ti mismo: ¡Qué dicha tuvieron los que merecieron acoger a Cristo! ¡Si hubiera estado allí! ¡Si hubiese podido ser uno de los discípulos que él encontró por el camino de Emaus!. Sal a la calle. Cristo, el extranjero, no está ausente. ¿Crees a caso que a ti no te es permitido acoger a Cristo? ¿Cómo puede ser?, te preguntas. Cuando resucitó de entre los muertos, Cristo subió a los cielos, ¿no es cierto?...Y no llegará de nuevo hasta el final de los tiempos para juzgar a vivos y muertos...Cuando él nos dará su Reino, sus palabras serán para ti: “Lo que hiciste a uno de estos pequeños, a mí me lo hiciste? Aquel que es rico necesita hasta el final de los tiempos. El está realmente necesitado no en su cabeza sino en sus miembros” (San Agustín. Ser 236). Cristo necesita de la justicia sufre en sus miembros, porque él está presente en el pobre, cuando damos a los pobres, es la mano de Cristo que acoge (Ser. 86) Agustín repite insistentemente que es un deber de justicia dar limosna a los pobres, ya que la tierra es de todos, y lo que los rico tienen de superfluos es propiedad de los pobres. Para Agustín Ricos y pobres son, interdependientes. Compartir las cargas de la humanidad es una cuestión de mutualidad:
“Aunque uno de y el otro reciba, el que atiende y el atendido están unidos” (Ser. 259,5).
Agustín es un defensor de las obras de misericordias, como un acto de justicia, pero para él sería mejor que no se diera limosna que se eliminara la miseria:
“Elimina la miseria, y ya no habrá lugar para las obras de misericordia...Tu amor va a ser más verdadero, si quieres a una persona feliz, a la que no tienes que dar nada. Ese amor será más sincero e indiviso. Cuando concedes dádivas al ser desafortunado, puedes fácilmente caer en la tentación de exaltarte a ti mismo y de sujetar al pobre. Ellos necesitan y tu has compartido. Has cumplido un servicio y te parece que eres mayor que aquellos a quienes has servido. Tú deberías querer que fueran iguales a ti, de manera que ambos pudieran depender del Unico a quien no se le concede dádivas” (Com. In 1 Jo.8,5)
Agustín enfatiza la igualdad[3] de todos los seres humanos: “Un verdadero cristiano no debería nunca situarse por encima de los otros. Dios nos hizo superiores a los animales...si quieres ser mejor que otras personas, verás con malos ojos que una persona sea igual a ti. Deberías, pues querer que todos fuesen iguales a ti” (Com. Jo. 8,8). Desde este horizonte Agustín quiere resaltar la importancia de la justicia como orden social; no debemos utilizar a los pobres como tema de un discurso idealista y oportunista. Valernos de la situación de pobreza en que vive nuestra gente para crearle falsas expectativas cual politiquero de turno, que se amaña con colores para obtener sus propios beneficios. Esto sería un pecado social. Agustín plantea la posibilidad que todos tenemos la misma oportunidad frente a Dios no debemos menospreciar a los demás por su situación ni utilizar a las personas para lograr ser bien visto por lo demás: “No hay que querer a las personas humanas como cosas que se usan, sino con amistad y buena voluntad, que nos insta a dar a aquellos a quienes queremos. Y si no podamos dar nada, aunque sea solo la buena voluntad, basta para quien ama”( Com. In. Jo. 8,5)
Otro principio fundamental de la justicia es actuar con equilibrio frente a las personas, la eliminación de la miseria no implica el menosprecio de los pobres, ellos son otro Cristo que padecen en medio de la tortura, del hambre, de la soledad, de la ignorancia, por lo tanto como ya se ha planteado el fin para ayudarlos no es dar de lo que nos sobra, sino de lo que necesitamos: “No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita”. Por esta razón la propuesta de Agustín es acabar con la miseria y no perpetuarla por egoísmo propio que nos hace convertir en asesinos de nuestros hermanos. La propuesta agustiniana de la justicia parte de la vida fraterna en comunidad, solamente donde los hermanos se reúnen para vivir se pueden perfilar proyectos de justicia, de esta manera un estado debe crear estos procesos de cambios en beneficios de todos los hombres, aquí podríamos decir con San Agustín cuando se refiere a Roma en su obra ciudad de Dios, que el imperio romano no fue nunca una verdadera república porque no hubo en el autentica justicia, lo mismo en Colombia tampoco podemos hablar de verdadera república porque tampoco hay autentica justicia.
Agustín para ratificar esta teoría coloca un ejemplo, se refiere en la ciudad de Dios a una anécdota del encuentro de Alejandro Magno con un pirata derrotado por él: “Alejandro cuestionó a un pirata cautivo, ‘¿Cuál es tu idea, infestando el mar?’ Y el pirata contestó, ‘la misma que la tuya, que infestas la tierra. Más dado que mi barco es pequeño, a mi me llaman pirata. Pero como tú tienes toda una gran marina de guerra, te llaman emperador”. Desde esta perspectiva Agustín explica: si de los gobiernos quitamos la justicia, ¿en qué se convierten sino en bandas de ladrones a gran escala? Y estas bandas, ¿qué son sino reinos en pequeño? Son un grupo de hombres, se rigen por un jefe, se comprometen en un pacto mutuo, reparten el botín según la ley por ellos aceptadas. Supongamos que a esta cuadrilla se le van sumando nuevos grupos de bandidos y llega a crecer hasta ocupar posiciones, establecer cuarteles, tomar ciudades y someter pueblos, abiertamente se autodenominan reinos. Es lo mismo que pasa con nuestros pobres, por ser pobres siempre son considerados bandidos, pero los que roban descaradamente los presupuestos de los pueblos se llaman señores.
Justicia y Paz[4]
No podemos plantear algunos rasgos de la justicia sino esbozamos algunos rasgos de la paz. En el fondo la preocupación de Agustín es que se ejerza la justicia con el equilibrio necesario que todos tengamos la tranquilidad de nuestra conciencia para poder obrar con la libertad del orden, porque la justicia es el orden justo, lo que es una condición necesaria para toda la sociedad que desea conseguir la paz, el abuso de los bienes creados, el afán de dominar a los demás y la búsqueda de intereses individuales por encima del bien común, hacen imposible por eso la ordenada concordia y el orden armonios que supone la paz. Plantea Agustín que la paz, está ligado al fin del ser humano o el sentido de la vida: lograr la felicidad, anhelo común a todos los seres humanos; no hay un ser humano que no quiera ser feliz, pero cada uno señala diferentes medios o caminos para la consecución de este fin. Pero Agustín plantea que la felicidad autentica es difícil de conseguir en este mundo a nivel puramente terreno. Es una felicidad trascendente. Además plantea, que la autentica felicidad que todas las personas y los pueblos buscan, consiste en la paz: ¡Tampoco hay nadie que no desee la paz!, pues incluso los que hace la guerra luchan para conseguir la paz!
Desde el ideario caminar agustiniano la paz no consiste en la simple ausencia de la guerra, es algo más profundo es la tranquilidad del orden, siendo el orden: “la distribución de los seres iguales y diversos, asignándole a cada uno su lugar”... La paz de una ciudad es la concordia bien ordenada en el gobierno y en la obediencia de sus ciudadanos. Desde esta perspectiva podemos plantear que la paz es fruto de la justicia. Para concluir es necesario tener en cuenta que Agustín llevó a la práctica la propuesta de ser “Voz de los que no tienen Voz”. Agustín fue un obispo que jamás se olvidó de sus hermanos pobres: les socorre con los bienes de la Iglesia, pide en su nombre, administra cierta cantidad de propiedades para ofrecerles condiciones de vida y trabajos más humanos. Pero es sobre todo su abogado defensor e intercesor en todas las instancias sociales.
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[1] Recopilación de datos tomados del Libro de T.J. Van Bavel. La opción por los pobres de San Agustín y de las conclusiones de las ponencias del Congreso de Justicia y Paz, celebrado en Roma del 5 al 12 de Julio del 2000
[2] Conferencia del Padre Israel, sobre algunos rasgos del amor en San Agustín.
[3] Igualdad no puede entender como uniformidad. La igualdad en cuanto a dignidad nos la da Dios, la uniformidad es propuesta del hombre, para crear lazos de injusticia.
[4] Miguel Angel Keller, articulo Enfoque agustiniano del trabajo de Justicia y paz: La experiencia de San Agustín.
 
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