jueves, enero 18, 2007

COMUNIDAD EDUCATIVA

“Crear en la educación nuevos lenguajes y símbolos que no reduzcan a nadie a la categoría de objeto, sino que rescaten el valor de cada uno como persona…Es importante poner en practicas programas de educación para el amor… (Sto. Dom. 109)
La Educación es un servicio y una misión, desde esta perspectiva; podemos reflexionar a cerca de lo que queremos plantear en el campo educativo. Partimos del hecho que la humanidad misma constituye la más grande amenaza a su propia existencia. La proliferación de armas, la degradación del medio ambiente y la pobreza son signos de la cultura de la muerte. La humanidad tiene la capacidad y la responsabilidad de transformar la amenaza en desafío. Los nuevos problemas pueden ser solucionados por personas e instituciones que fomenten nuevas actitudes y comportamientos y que actúen con espíritu de solidaridad y colaboración. Un elemento fundamental para tener en cuenta, es crear sistemas educativos que partan de la realidad en que se desenvuelve el educando, es decir, conocer y amar a los educandos destinatarios de la formación. La educación es un acompañamiento personal y grupal; acompañar en la pedagogía agustiniana es oferta de amistad gratuita, reciprocidad, búsqueda en común. En un estilo de pedagogía agustiniana, acompañar es situarse junto al otro, es estar al lado del prójimo (Lc 10,29-37), socorrerlo desde la cercanía, solidaridad, sinceridad, comprensión. El punto de partida para hacer viable la pedagogía agustiniana en nuestros centros educativos, es desarrollar una educación que responda a las necesidades y exigencias de nuestro país. Desde esta perspectiva, nos tenemos que acercar al fondo del corazón humano y hacer posible la comunicación dialogante y participativa, es decir, una comunidad con tinte democrático, humana y humanizante. En la comunidad educativa no se imponen los criterios de las minorías, sino que es, una comunidad abierta, dialogante, democrática, siempre dispuesta a la reforma. Es una comunidad de consenso, participativa, donde lo importante es la persona humana, con sus defectos y cualidades. Esto implica unos desafíos que debemos asumir para responder al hoy: 1. Acción educativa de convocatoria. Toda acción educativa nace del compromiso creado en la comunidad, la comunidad educativa se proyecta como respuesta a las estructuras negadoras del hombre, mostrándoles nuevas alternativas, recibimos el don de la vida que niega todo acto de violencia y de muerte, recibimos el don de la Paz, traducido en pasión por el Reino de justicia y de paz, que se va construyendo y perfeccionando desde la acción educadora. 2. Partir de las necesidades sentidas por los estudiantes Toda acción formativa parte del contacto humano, que consiste en interesarse por lo que al educando le interesa. Sus deseos, aspiraciones, insatisfacciones, búsqueda. Es necesario sintonizarse con sus intereses. Agustín invita a sondear el ¿Qué buscas? Es decir, Las motivaciones del por qué y para qué el estudiante llega a nosotros[1]. 3. Conectarse con las aspiraciones más profundas del corazón
La educación ha de ser respuesta a las aspiraciones e interrogantes más profundos del corazón humano. El estudiante muchas veces está dominado por aspiraciones e interrogantes superficiales y sin consistencia. Pero no existe ser humano que no desee, en lo profundo de su ser, el amor, la verdad, la paz, la felicidad. El educador ha de abrir horizontes nuevos, estimular metas elevadas y animar la esperanza. 4. Adaptarse a los oyentes
Supone meternos dentro, en el corazón de los estudiantes, conectar con sus sensibilidades, inclinaciones, valores y tendencias. Hay cultura infantil, juvenil, adulta, del adulto mayor, rural, del pobre, marginado, desplazado, de ricos, del intelectual, del universitario. Es necesario adaptarse a ellas si se pretende educar. 5. Asumir la realidad concreta de cada educando
La necesidad de una educación personalizada es uno de los tópicos modernos. Al mismo tiempo se afronta la dificultad de la masificación, impuesta por la gran cantidad de estudiantes que llena nuestros centros educativos. Cada educando se pierde en un cierto anonimato, pasa a ser un número más en medio de la multitud y se siente metido por el patrón uniforme, aplicado a todos por igual. Cada estudiante tiene su propio don, su propia gracia, su propio secreto y también sus debilidades características, problemas y condicionamientos, no hay receta educativa común que responda por igual a todos, por eso es necesario adaptar el sistema educativo que responda a estos retos[2]. 6. Exigir disciplina, pero ante todo fomentar la autodisciplina
La meta orientadora de todo quehacer educativo “Es la formación del hombre”, capaz de autoconciencia y auto responsabilidad. En todo ser humano hay un “Angel” y una “Fiera”, por esta razón es mejor una buena autodisciplina fruto del amor y de la tolerancia que una norma bien estructurada que lleva a crear hombres incapaces de pensar y de actuar por si mismos. La propuesta es clara la autodisciplina va encaminada a la libertad del hombre, apela a su condición humana, va al corazón, no es racional, ni dogmática, la autodisciplina educa: “La educación es un trabajo de amor. Y cuando se ama de verdad, o no se trabaja en absoluto, o se ama, incluso, el trabajo que se hace”. (San Agustín. Bond. Vid. 21,26)[3] 7. Buscar la superación de lo negativo poniendo el acento en lo positivo
El acento de la educación, recae no en la represión del mal, sino en la estimulación del bien latente que existe en todo ser humano. La educación clásica fue enfática en la educación preventiva, celosa de evitar riesgos y eliminar posibilidades de tropiezo para los educandos. Hoy es necesario educar para saber afrontar riesgos y si se cae en ellos, aprender de sus mensajes. Los seres humanos aprendemos de los errores. Todo don tiene su riesgo, y cuanto más grande es el don, mayor es el riesgo. No hay riesgo mayor que el de sacrificar el don para evitar sus riesgos[4]. 8. Delegar el protagonismo educativo al propio educando
La educación comienza propiamente cuando el educando asume el protagonismo de la misma, pasando el educador a ser mero acompañante y orientador. Lograr la automotivación del educando es uno de los primeros objetivos de la educación. Es necesario que el educando se abra camino por sí mismo. Lograr la automotivación del educando es uno de los primeros objetivos de la educación. En la medida en que el objetivo se va logrando, el educador ha de saberse colocar en segunda fila, asumiendo el papel de acompañante y permitiendo que el estudiante se abra camino por si mismo. 9. Hablar pero sobre todo escuchar
La educación no consiste en dictar principios luminosos de rectitud moral y llenar al estudiante de conocimiento, sino en brindar respuestas a los interrogantes y desafíos que la vida de cada educando presenta. La misión del educador no es plantar en otros campos las “flores” más hermosas de su propio jardín. La planta está ya ahí y su tarea es conocer su especificidad, para descubrir que clase de cultivo necesita. Antes de brindar “respuestas”, el educador necesita descubrir las “preguntas”, desafíos, interrogantes que la historia, la vivencia y la situación concreta de cada educando plantea. Esto implica serenidad receptiva para permitir el diálogo entre el educando y el educador[5]. 10. Educar para el realismo sin matar idealismo
Lo real es siempre limitador de lo ideal. Pero un realismo sin ideales ambiciosos es como un cuerpo sin alma. Es el mundo de los adultos que pretende educar a los jóvenes. Los más nobles idealismos juveniles se frustran ante lo que ven. Los jóvenes son lo suficientemente inteligente para constatar que el mundo que los adultos han construido, está desbarajustado por todos los lados. Se impone la necesidad de una educación para el realismo, para asumir el hecho de que la utopía humana, es una meta aún por alcanzar y avanzamos hacía ella entre crisis, defecciones, avances y retrocesos, en la tensión perenne de luces y sombras, del bien y del mal. Este es el camino que debemos recorrer si queremos formar los hombres del presente para que los hijos de este suelo Colombiano y Barranquillero “Tengan una segunda oportunidad sobre la tierra” (Gabriel García Márquez)

[1] (San Agustín, la catequesis a los principiantes V,9) [2] (San Agustín. La catequesis a los principiantes, XV,23; San Agustín .Sermón 340,1) [3] (San Agustín la verdadera religión 41,77) (Ibíd. II,26) [4] San Agustín, comentario a los Salmos 33,2,19;San Agustín, La ciudad de Dios XIV,11. [5] San Agustín Sermón, 23,1,1; San Agustín, Carta 266,2,4

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