Partimos del mismo presupuesto que debe motivar a una comunidad de cristianos: Jesús es el centro de nuestra fe, de nuestra esperanza, la fe sin esperanza es imposible vivirla, porque toda fe debe ir esperanzada siempre en el cambio. El cambio de vida no es producto de actos y cosas exteriores es algo que nace del corazón, cuando asumimos nuestro compromiso desde el corazón estamos siendo coherente con la fe que profesamos y la que vivimos: ¿Pero a qué llamamos fe? Y ¿Qué es para nosotros esperanza?.
Recordemos que nosotros somos lo únicos “seres que no somos”, nos estamos haciendo, estamos siempre en proyecto, y ese es nuestro itinerario en el caminar, así lo debemos asumir, como un proyecto que debemos realizar, toda nuestra vida debe responder a ese proyecto de fe y de esperanza al que nos invita Jesús. Somos un camino y en ese camino debemos recorrer un primer paso y lo llamaremos vuelta al Padre o rescate de la persona, lo veremos en dos etapas:
1. ENCUENTRO CON EL PADRE (Encontrarse así mismo)
El hombre debe ser conducido con amor al Padre, la vuelta al Padre es dolorosa, pero es el gozo del encuentro del hijo que regresa a la casa del Padre, después de una larga ausencia, es el regreso del hijo desorientado que rectificó su camino y volvió al Padre (Lc.. 15,11-31)
“No salgas fuera de ti mismo, la fuente de la vida no está fuera de ti”
(San Agustín)
El punto de llegada de toda opción evangelizadora es el encuentro en la casa de Padre, para comenzar la fiesta del retorno del gran encuentro (Lc. 15,4-7), donde el niño, el joven, el adulto, puedan vivir a plenitud la propuesta evangélica, el Reino de Dios y su justicia en la creación nueva en el nuevo pueblo de Dios.
“EL HIJO QUE ESTABA MUERTO HA VUELTO A LA VIDA, PORQUE EL HIJO QUE ESTABA PERDIDO HA SIDO HALLADO” (Mt.. Lc. 15,24)
2. LA FIESTA DEL RETORNO (La vuelta al Padre)
Es el encuentro festivo y definitivo del Hijo perdido, con el Padre.
“Convenía celebrar una fiesta y alegrarse porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado (Lc. 15,24)
El rescate del hijo perdido nos lleva a crear procesos de conversión, es decir, un encuentro con mi YO, interior.
“Los hombres salen a hacer turismo admirar las crestas de los montes, el oleaje proceloso de los mares, el fácil y copioso curso de lo ríos, las revoluciones y los giros de los astros. Y sin embargo, se pasan de largo así mismos. No hacen turismo interior” (San Agustín. Conf. 10,8)
Volver a nosotros mismos, es volver a Dios, es reconocer nuestras infidelidades:
“Padre, pequé contra el cielo y ante ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo” (Lc.,15,21)
Estas dos etapas es parte del camino hacia la fe, que es ir peregrino hacía la felicidad. La fe es un proceso de unión personal a Jesucristo, reproduciendo sus rasgos en medio de los hombres, hacer propia su causa como experiencia y anuncio:
1. Anuncio del Reino de Dios
2. Solidaridad con el hombre (Jn. 1,14)
3. Servicio generoso a los más necesitado
4. Curación a los enfermos
5. Crear comunidad
6. Hombre de oración
7. Un estilo de vida que choca con las estructura
8. Controvertido luchador de la igualdad entre los hombres
9. Su predicación opuesta a los intereses egoístas de las autoridades judías de su tiempo.
Los rasgos de Jesús, son alternativas de un proyecto que todos los cristianos debemos sumir como propios.
Al hacer un acercamiento a través de la propuesta de la parábola del Padre Misericordioso (Hijo Pródigo), encontramos pautas para hacer un acercamiento al Proyecto de Jesús: “E anuncio del Reino de Dios” (Mc. 1,15) con una llamada a la conversión que se abre como una propuesta concreta del camino que debemos recorrer.
Pero es necesario tener en cuenta lo siguiente, el reino solo es consecuencia de las acciones que impliquen el amor: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón… Y al prójimo como a ti mismo” (Lc. 10,26-27) concretizándola con la sentencia de hacer de Buen Samaritano (Lc 10,28-37)
Seguir a Jesús es el Proyecto del Cristiano: ¿Nosotros a quién seguimos?
El seguimiento que debe ser una tarea diaria, debe estar centrada en el amor a Dios y en amor al Prójimo, sin estos dos presupuesto, de qué nos sirve decir que somos cristianos. La predicación de Jesús tiene su referente en el reino de Dios; por lo tanto, el objeto es que los hombres se hagan una fraternidad: “Todos somos hermanos” (Jn. 13,34; Mt. 23,8-9). El hecho de subrayar el amor al prójimo como un segundo mandamiento (Lc. 10,27; Jn 15,12) Ha hecho de esta amor signo de la identidad cristiana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario