Después de haber narrado los tormentos desatados por la
embestida de los enemigos del Cordero y sus seguidores hacia los cristianos, se
empieza a gestar un tiempo de triunfo del bien sobre el mal, la bestia ya no
tiene dominio porque el Cordero está en lo alto y sus seguidores han llegado a
la meta. Hay un tiempo de paz y de gracia liderado por el Cordero que está
sobre el monte Sión- Jerusalén Ciudad de Paz.
En los siguientes capítulos del Apocalipsis 14-22 se
desarrollará el desenlace del conflicto entre el bien y el mal, el triunfo del
bien sobre el mal, aunque el mal siga reinando en algunos sectores de la
humanidad, los que siguen a Cristo-el Cordero triunfaran con Jesús en la tierra
de Dios. El Cordero está rodeado de su pueblo: “Con Él había 144 mil personas (Cfr. Ap 7,14)… “Que tenían escrito en
la frente el nombre del Cordero y de Padre” (Ap 14, 1; Cfr. Ap 3,12; 7,3-4; Ez
9,4).
En el contexto que nos presenta el Capítulo 14 se puede leer
una breve introducción que se desarrollará en los siguientes capítulos en estos
se concretiza el camino de los cristianos seguidores del Cordero y lo podemos
desglosar de la siguiente manera:
1.
El Cordero sobre el monte y los seguidores (Ap 14,1-5)
2.
El juicio anunciado por tres ángeles
(Ap 14,6-13)3. El Hijo del Hombre, Siega y la Vendimia (Ap 14,14-20)
1. El Cordero sobre el monte
y los seguidores
El Cordero está sobre el monte como un vigilante rodeado del
pueblo de Dios que entona un cantico nuevo, un cántico celestial, un canto de
alabanza, que es estrenado delante del trono y delante de los cuatro vivientes
y de los ancianos. Este cántico es indescifrable: “Canten al Señor un cántico nuevo, y llegue su alabanza y los
confines de la tierra; los que se hacen al mar, los que los pueblan, las costas
y sus habitantes” (Is 42,10).
Hay novedad en el mensaje, algo nuevo se gesta, es la
presencia del Cordero y sus seguidores que traen la novedad en el cántico que
resuena desde el trono: “Miren que
realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿No lo notan? Abriré un camino por el
desierto, ríos en el arenal; me glorificaran las fieras salvajes, chacales y
avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el arenal, para apagar
la sed de mi pueblo, de mi elegido. El pueblo que yo me formé para que
proclamara mi alabanza” (Is 43,19-21).
Este canto es indescifrable para los que no siguen al Cordero, los que son
incrédulo, solo los elegidos pueden entender este nuevo canto que hace memoria al pronunciado por el
pueblo al quedar libre después de la esclavitud sufrida por los egipcios y
pasar el mar rojo (Cfr. Ex 15,1-21) Los elegidos pueden entender este canto
porque no se han contaminado, son vírgenes, no se contaminaron con la
idolatría, simbolizada con los mujeres prostitutas (Cfr. Ap 2,14) Ellos no se
han dejado contaminar (Cfr. Ex 34, 15-16; Is 1,21; Ex 16; 23; Os 1,2; Ap 17;
Sal 33,3; 98,1) Ellos han seguido fieles al Cordero por todos lados.
El Cordero en lo alto es el símbolo del Salvador que
conforta a los elegidos para que continúen en su empeño, ellos son ofrenda
elegida, bendecida y agradable a Dios (Cfr. Ex 23,19; St 1,18) porque no han
mentido, no han invocado a los falsos dioses: “Un resto de Israel que se acogerá al Señor, que no cometerá crímenes
ni dirá mentiras ni tendrá en la boca una lengua embustera. Pastarán y se
tenderán sin que nadie los espante” (Sof 3,13) Este es el resto fiel, son
el pueblo nuevo de la diáspora que se han sostenido por la fe en el Cordero
Resucitado.
2. El juicio anunciado por
tres Ángeles
2.1. El primer Ángel
Juan al mencionar en la visión el otro ángel, es posible que
hay una continuidad con los siete ángeles de las siete trompetas (Cfr. Ap 8,2)
y el “otro ángel”: “Llego otro Ángel y se puso junto al altar con un incienso
de oro” (Ap 8,3; Cfr. Ex 30,1; 1R 6,20-21) Este ángel tiene la misma función de
los anteriores anunciar la Buena Nueva a todos los habitantes la tierra (Cfr. Mt
10,28) esta es una invitación para los no creyentes aquellos que han
desobedecido a Dios, se rebelaron contra Él, nombraron y fabricaron sus propios
ídolos (Cfr. Os 8,1-4) dedicándose a perseguir a los fieles del Señor, al nuevo
pueblo a los cristianos, el Ángel los exhorta para que cambien de conducta y no
sigan haciendo daño: “Teman a Dios y
denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adoren al que hizo el
cielo y la tierra y los manantiales” (Ap 14,7).
2.2. El segundo Ángel
Este es el encargado de anunciar la caída de roma, es un
referente profético simbolizado en Babilonia, así llamaban los Cristianos a
Roma haciendo alusión a la deportación de los israelitas que fueron “Oprimidos y afligidos, pero no abrió su
boca; como cordero llevado al matadero y como oveja que ante sus trasquiladores
permanecen muda, no abrió su boca” (Is 53,7) Así hace memoria del pueblo de
Israel llevado a la fuerza hasta Babilonia (Cfr. Is 3,1-14,23; 21,9; Jr 50-51; Dn 4,27-30; 1P 5,13).
Roma es considerada la gran prostituta por parte de los
seguidores del Cordero (Cfr. Jr 51, 7-8; Ap 17,2; 18,2-3) La prostitución hace
referencia a la idolatría y el referente es la prostitución: “El Señor dijo a Moisés: Anda, baja del
monte, que se ha prostituido tu pueblo, el que tu sacaste de Egipto. Pronto se
han desviado del camino que yo le había señalado. Se han hecho un novillo de
metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: Este es tu dios,
Israel, el que te sacó de Egipto” (Ex 32, 7-8; Cfr. Ez 16, 15).
2.3. El tercer Ángel
Es el que llama la atención a los seguidores del Cordero
para que no se dejen seducir por la belleza que ofrece la propaganda del
imperio: “Si algunos adora al monstruo y
a su imagen, y se deja poner su marca en la frente o en la mano, tendrá que
beber el vino de la ira de Dios, que se ha preparado puro en la copa del enojos
y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y el
Cordero” (Ap 14, 9-10; Cfr. Jr 2,2-3).
La ira de Dios hace referencia al llamado que se le hace al
pueblo para que no caiga en la idolatría, porque se pueden olvidar de Dios que
lo formó como pueblo y se puede rebelar en contra de su nombre por seguir el
camino de la fuga hacia la idolatría y renegar de su nombre, este un llamado a
despertar y estar vigilante: “¡Despiértate,
despiértate, levántate, Jerusalén! Que bebiste de la mano del Señor la copa de su ira, y bebiste hasta el fondo
una copa, un cáliz embriagador” (Is 51, 17; Jr 25,15) Que será como el juicio
hecho Sodoma y Gomorra que les cayó azufre y fuego (Cfr. Ap 19,20; 20,10; Gn
19,24; Sal 11,6; Ez 38, 21-22).
Con esto no se hace referencia a lo que nosotros
tradicionalmente hemos recreado en nuestra mente y en el argot de la piedad
popular y divulgado como la propaganda del castigo eterno más llamado infierno
en el cual se ha puesto en el imaginario un sitio de dolor, llamas y torturas
para los pecadores. Esto parte de una mentalidad mal enfocada y de una lectura
sentimentalista culposa para mantener en la sombra a los cristianos y poderlos
manipular, con teorías de juicio y condena, infierno, fuego y libro de la vida.
Todo esto se hace con motivación de dependencia y lectura y reflexión mal
interpretada: “El humo de su tormento
sube por todos los siglos, y no hay descanso de día ni de noche para los que
adoran al monstruo y a su imagen y reciben la marca de su nombre” (Ap 14, 11;
Cfr. Ap 19,3).
Quien abandona el camino del Señor hace su propia página de
condena, la condena consiste en vivir sin Dios, ese es el infierno que
construye en la tierra: “Lo que ates en
la tierra quedará atado en el cielo; lo que desates en la tierra quedará
desatado en el cielo” (Mt 16,19) Nosotros construimos el camino y Dios nos
conduce por él, nosotros somos constructores del proyecto de nuestra vida y no
podemos estar en contra de Dios y así no se vuelvan terreno baldíos: “Sus arroyos se transforman en brea y el
polvo en azufre, su territorio de vuelve brea ardiente, que no se apaga de día
ni de noche, y su humareda sube perpetuamente; de edad en edad seguirá
desolada, por siglos de siglos nadie la transitará” (Is 34,9-10 Cfr. Mt 13,42.
50; 22,13; Lc 13, 28).
Pero quien construye su caminar en la presencia del Cordero
y se mantiene fiel recibirá el premio merecido (Cfr. Mc 10,29; Mt 10,37; 19,29)
Ellos recibirán la fortaleza para permanecer fieles hasta el final, porque hay
que dejarlo todo por el seguimiento de Cristo. Es necesario comenzar la nueva
vida en el reino de los cielos: “¡Aquí se verá la fortaleza del pueblo Santo,
de aquellos que cumplen sus mandamientos y son fieles a Jesús!” (Ap 14,12).
Y se proclama la segunda bienaventuranza de las siete del
Apocalipsis: (Ap 1,3; 14,13; 16, 15; 19,9; 20,6; 22, 7.14; Cfr. Mt 5, 3-12; Lc
6, 20-23; 11,28): “Entonces oí una voz del cielo, que me decía: Escribe esto: Dichosos de
aquí en adelante los que mueren unidos al Señor” (Ap 14,13).
3. El Hijo del Hombre, Siega y la Vendimia (Ap 14, 14-20)
En estos versículos finales del capítulo 14, se continúa con
el juicio a las naciones que se han opuesto a los planes de Dios persiguiendo a
los Santos que han optado por seguir al Cordero Resucitado y no han renegados
de su fe porque han resistido hasta el final sin perder las esperanzas y se
mantienen unidos en Jesús:
“No estamos aislados y no
somos cristianos a título individual, cada uno por su cuenta, no, nuestra identidad cristiana es pertenencia.
Somos cristianos porque pertenecemos a la Iglesia. Es como un apellido: si el
nombre es «soy cristiano», el apellido es «pertenezco a la Iglesia». Es muy
hermoso notar cómo esta pertenencia se expresa también en el nombre que Dios se
atribuye a sí mismo. Al responder a Moisés, en el episodio estupendo de la
«zarza ardiente» (cf. Ex 3,
15), se define, en efecto, como el
Dios de los padres. No dice: Yo soy el
Omnipotente, no: Yo soy el Dios de
Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob. De este modo Él se manifiesta
como el Dios que estableció una alianza con nuestros padres y permanece siempre
fiel a su pacto, y nos llama a entrar en esta relación que nos precede. Esta
relación de Dios con su pueblo nos precede a todos, viene de ese tiempo” (Papa Francisco. Audiencia Genera. Miércoles 25 de Junio 2014. Plaza San Pedro.
Roma).
Allí en la presencia de Dios siguen unidos en la
contemplación y mirando al Hijo de Dios que está sentado en las nubes:
Vi que entre las nubes alguien parecido
a un hijo de hombre, el cual fue a donde estaba el Anciano; y le hicieron
acercarse a él. Y le fue dado el poder, la gloria y el reino, y gente de todas
las naciones y lenguas le servían. Su poder será siempre el mismo, y su reino
jamás destruido (Dn 7,13-14).
Este texto lo retoman los evangelios sinópticos y el
apocalipsis como presencia del Juicio divino simbolizado en el Hijo del hombre
que tiene una corona de oro en su cabeza y una hoz en sus manos para hacer la
separación de la hierba mala y el trigo (Cfr. Mt 13,36-46) Coloca en evidencia
el mal y lo separa del bien (Cfr. Mt 25, 31- 46).
Al separar el bien del mal, sube la sangre de los mártires: “La sangre de tu hermano, que has derramado
en la tierra, me pide a gritos que yo haga justicia” (Gn 4,10; Sal 9, 12; Ez
24,7-8; Heb 12,24) pidiendo siempre ser escuchados por Dios y pidiendo
justicia para que el mal sea desterrado de la tierra y sacado fuera de la
ciudad (Cfr. Zc 14,2.14; Ez 38-39; Lv 4,12ss. Heb 13, 11-12).
En estos versículos se hace una repetición de imágenes y de
símbolos indicando que el juicio de Dios está en la tierra y el Cordero será el
encargado de juzgar a los que se alejan del plan de Dios. El juicio se refiere
a la viña de Isaías 5, 1-7; Cfr. Is 63,3; Lm 1,15; Jl 3,13; 4,13. También en
estos versículos se lee y se reflexiona el trasfondo que presenta Isaías en
5,8-30 sobre el juicio de Israel, que el apocalipsis lo lee entre líneas (Cfr.
25, 31-43). En las Sagradas Escrituras y sobre todo en el Antiguo Testamento se
coloca el símbolo de la cosecha de granos y el de la vendimia (Ap 14, 14-14-16;
17-20) quieren manifestar el Juicio de Dios (Cfr. Jr 51,33; Jl 3,13; Mt
13,39-42).
El juicio se da en el viñedo donde está el lagar donde se
exprime la uva para sacar el vino, esto lo coloca el apocalipsis como lugar del
juicio y de la ira de Dios (Cfr. Ap 14,10; 16,19; 19,15) El vino llenará las
copas que se presentan en el capítulo 16 del Apocalipsis. Desde esta
perspectiva el mal será separado del bien y todos nosotros asumimos este
proyecto desde la separación de la mala hierba y del trigo:
La mala hierba entre el Trigo (Cizaña), El que esparce la semilla es el Hijo
del hombre, el campo aparece como el mundo, la buena semilla son los que creen
en Jesús Resucitado y son del reino, los que no son del reino crecen como la
hierba mala, se inclinan al mal, no reconocen a Jesús Resucitado. La cosecha
representa el juicio del mundo (Cfr. Is 17,5; Jl 3,12-13;- 4,12-13-; Mt, 3,12;
25; Ap 14,14-20) Por esta razón, los que no creen, ya están condenados (Cfr. Jn
3,18; 5,24; 12,44-50) Son juzgados por la misma Palabra (Jn 12,44-50) Son los
que se niegan ser del Reino. No se han convertido, viven alejados de Dios. En
cambio, los que son del reino crecen como el trigo al lado de la mala hierba;
reciben la Palabra, se convierten y nacen de nuevo en el Espíritu (Cfr. Jn
3,5-7, 4,23-24) son asociados al reino, dando testimonio de él en la comunidad
eclesial pos-pascual:
“Porque la mejor
forma de probar el peso del trigo es agitar la paja. Y si tales agitaciones no
es posible dominarlas con la defensa de la verdad, deben tolerarse para
conservar la unidad. Aunque en realidad el Señor, al concluir la explicación de
esta parábola, dio a entender con el nombre de cizaña no a algunos, sino a todos los escándalos y a los que obran la
iniquidad ((San Agustín 17 cuestiones sobre el evangelio de Mateo).
Por
lo tanto, para ser comunidad, es necesario creer en Jesús Resucitado (Cfr. Jn
1,12) esta sería “la respuesta de la humanidad que se da con la mente, con el
corazón, con toda la persona, a la acción salvadora de Dios por medio de
Jesucristo. Cuando se cree, la comunidad recibe la vida eterna (Cfr. Jn
3,14-16; 6,40; 11,25-26; 20,31)”[1].
Porque “El amor y la verdad se darán cita,
la paz y la justicia se besarán” (Sal 85, 10). La propuesta que hace Jesús para seguirle es la que la Iglesia de
nuestro tiempo está asumiendo con nuevo “ardor”, con nuevo “método” y con nueva
“expresión” (Cfr. D. Sto Dom 27-29)
respondiendo a la misión continental que se le ha encomendado: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos
sean mis discípulos” (Mt 28,19) Esta Iglesia llamada y convocada a la
misión es la Iglesia que no se queda mirando al cielo: “Amigos galileos, ¿qué hacen ahí mirando al cielo?” (Hec 1,11) Es
la Iglesia que se abre a la misericordia, a la justicia de Dios manifestada por
la fe en Jesucristo (Cfr. Rm 3,21-22).
Justicia que manifiesta la acción del amor de Dios a
los hombres y mujeres que necesitan conversión: de una pastoral de conservación
a una pastoral que no pretende identificarse con estructura rígida, ni a simple
participación en actos comunes (Cfr. DA 163; 366)[2].
Por eso Jesús habla del reinado
como una realidad nueva, que distingue todo lo que está empezando a acontecer
en torno a su movimiento de lo que existía antes (Q 7,28; 16,16) Pero también,
como algo por lo que es necesario luchar o esforzarse, cuya plenitud no se ha
alcanzado todavía (Q,13,28-29; 16,16)[3].
APOCALIPSIS 15,1-16,1
LAS SIETE PLAGAS FINALES
Este capítulo ilumina el final de la batalla entre el mal y
el bien, la victoria de las victimas sobre el mal, abre el camino para que las
víctimas narren la historia de su fe y cierra la posibilidad que los que se
sienten victoriosos – los victimarios- narren su historia sobre los vencidos.
Este final no se refiere a la etapa final o vencimiento del mal porque todavía
falta que la maldad sea desterrada del corazón humano que a pesar de la
victoria del Cordero en la Cruz hay mucha maldad en el mundo y cada día se
evidencia que el mal no es posible derrotarlo si no hay un profundo cambio de
mentalidad personal y comunitario.
En estos versículos el cielo vuelve abrirse para mostrar la
bondad de Dios que le brinda otra oportunidad a los que han perseguido a los
santos y abre la tienda de la alianza en el llamado a los santos para que no
abandonen al Señor, por esta razón vuelve el autor del libro a recrear la
imagen de las plagas del Antiguo Testamento, unido con la simbología de los
sellos (Cfr. Ap 6,1-8, 5) y de las trompetas (Cfr. Ap 8,6-9, 21)
- El agua se convierte en sangre (Ex 7,1-25).
- Las ranas (Ex 7,26-8,11).
- Los mosquitos (Ex 8,12-15).
- Los tábanos (Ex 8,16-27).
- Muerte del ganado (Ex 9,1-7).
- Las úlceras (Ex 9,8-12).
- Granizada (Ex 9,13-35).
- Las langostas (Ex 10,1-20).
- Las tinieblas (Ex 10, 21-29).
- Muerte de los primogénitos de Egipto (Ex 12,29-34).
Las plagas surgieron por la terquedad del pueblo egipcio al
oponerse al mandato del Señor dado a Moisés: “Yo te envío a Faraón para que saques a mi pueblo, los israelitas, de
Egipto” (Ex 3,10) por esta razón, se abre la posibilidad de una nueva señal
en el nuevo pueblo de Dios, el pueblo de la nueva alianza: “Vi en el cielo otra señal grande y asombrosa: Siete ángeles con los
siete últimos calamidades, y con la cual llega a su fin la ira de Dios”
(Ap 15,1; Cfr. Ap 11,9-15,1).
El fin de la ira de Dios con la presencia de siete ángeles
que vienen a advertir que si no dejan libre al nuevo pueblo de Dios le sucederá
lo mismo que a los egipcios que endurecieron su corazón contra el pueblo de los
santos; esta nueva visión prepara las siguientes visiones presentada en Ap
15,2-16, 21 que nos dan nueva luz hacia la victoria de las victimas sobre el
mal.
Siete copas Ap 15,2-16,1
Aquí sigue el autor manifestando las visiones para llamar la
atención del pueblo cristiano y advertir al pueblo que persigue a los
cristianos que detengan su ira contra los hijos de Dios, porque de lo contrario
le sobrevendrán las desgracias que en el pasado sufrió el pueblo que se opuso a
Dios al no dejar salir a su pueblo.
En la visión del capítulo 15, se recrea el mar del cristal
(Cfr. Ap 4,6) mezclado con fuego (Cfr. Ap 15, 2) y recrea también la figura de
Ap 14,2: “Luego oí un sonido que venía
del cielo; era como el sonido de una cascada, como el retumbar de un fuerte
terreno; era un sonido como el de muchos arpistas tocando sus arpas”.
Dios ha premiado a los que han resistido a la bestia y no se
han colocado su nombre en la frente (Cfr. 13,18) El apocalipsis elogia a todos
los que luchan en favor de Dios venciendo el mal. El sonido de las arpas se
mezcla con el sonido de aquellos que cantaron la victoria en la antigüedad, en
esta imagen se da continuidad a la libertad proclamada en el Antiguo Testamento
y a la libertad en el Nuevo Testamento: El cántico del pueblo antiguo (Cfr. Ex
15,1-18).
En este canto se recrea la victoria de Dios y por eso se
hace la mención del mar como camino de liberación, Moisés proclama un cántico
de libertad que el autor del Apocalipsis une en una sola imagen fusionada en el
nuevo pueblo de Dios, el pueblo del Cordero:
Grande y maravilloso es todo lo que has
hecho,
Señor, Dios todopoderoso;
Rectos y verdaderos son tus caminos,
Oh Rey de las naciones.
¿Quién no temerá, oh Señor?
¿Quién no te alabará?
Pues solamente tú eres santo;
Todas las naciones vendrán y te
adorarán,
Porque tus juicios han sido
manifestados.
(Ap 15, 3-4; Cfr. Sal 23).
El autor nuevamente ve abrirse el cielo (Cfr. Ap 4,1) como
la tienda de la Alianza (Cfr. Ap 11,19; Ex 38,21; Nm 9,15; 18,2) Esta unión
nuevamente entre el pueblo de la antigua alianza – tienda del encuentro- (Ex
39,32) como un signo celestial (Cfr. Ex 25,8-9) con el nuevo cielo – tienda
celestial del santuario de Dios – (Cfr. Ap 15,6) De este nuevo santuario salen
los ángeles con las vestiduras cultuales: Vestido de lino brillante y cinturón
de oro a la altura del pecho (Cfr. Ap 15,6) Estas son las vestiduras
sacerdotales del nuevo pueblo de Dios que rinde culto a su Salvador.
Las nuevas creaturas junto con los cuatro seres vivientes
(Cfr. Ap 4, 6-8) están en la tienda de la nueva alianza que se abre para que
uno de los vivientes le de a los “siete
ángeles una copa de oro llena de la ira de Dios, el cual vive por todos los
siglos” (Ap 15,7): “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e
injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad” (Rm 1,18).
En el Antiguo Testamento, la ira de
Dios es una divina respuesta al pecado y la desobediencia del hombre. La
idolatría era con frecuencia la causa de la ira divina. El Salmo 78,56-66 describe la idolatría de Israel. La
ira de Dios es consistentemente dirigida hacia aquellos que no siguen Su
voluntad (Dt 1,26-46; Js 7,1; Sl 2,1-6). Los profetas del Antiguo Testamento,
a menudo escribían acerca de un día en el futuro, el “día de la ira” (Sof 1,14-15). La ira de Dios contra el pecado y la
desobediencia es perfectamente justificada porque Su plan para la humanidad es
santo y perfecto, así como Dios Mismo es santo y perfecto. Dios proporcionó un
camino para ganar el favor divino –el arrepentimiento – el cual aleja la ira de
Dios sobre el pecador. Rechazar ese plan perfecto es rechazar el amor, la
misericordia, la gracia y el favor de Dios e incurrir en su justa ira.
En el Nuevo Testamento, las enseñanzas
de Jesús apoyan el concepto de Dios como un Dios de ira que juzga el pecado. La
historia del hombre rico y Lázaro, habla del juicio de Dios y las serias
consecuencias para el pecador no arrepentido (Lc 16,19-31). Jesús dijo en Jn 3,36 que, “El que cree en el Hijo tiene
vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la
ira de Dios está sobre él.” El que cree en el Hijo de Dios no sufrirá la ira de
Dios por su pecado, porque el Hijo llevó en Él la ira de Dios cuando murió en
la cruz en nuestro lugar (Rm 5,6-11). Aquellos que no creen en el Hijo,
quienes no lo reciben como Salvador, serán juzgados en el día de la ira (Rm 2,5-6)[4].
La ira debe entenderse siempre como una ruptura contra todo
aquello que atente contra el Cordero y sus seguidores, de esta manera el Santuario
de Dios se llena de humo, lo cubre una nube de gloria, la gloria del Señor que
rompe con todo esquema egoísta lejos de la voluntad de Dios ( Ex 40, 34; 1R
8,10-11; 2Cro 5,13-14; Is 6,4) Este símbolo renueva y recrea la gloria de Dios: “La nube cubrió entonces la tienda del
Encuentro y la gloria de Yahvé llenó la morada” (Ex 40,34) La nube es
imagen de la gloria y de la voz de Dios; por esta razón no puede entrar en
santuario los que han provocado la ira de Dios hasta que no se arrepientan de
su conducta pecadora los que persiguen y no dejan salir del cautiverio al
pueblo de la nueva alianza, ellos si no escuchan y siguen en su pecado se verán
afectado por las siete calamidades anunciadas (Cfr. Ap 15,8).
Es por esto, que nuevamente resuena la voz salida del
santuario diciendo a los siete ángeles: “Vayan
y vacíen sobre la tierra esas siete copas de la ira de Dios” (Ap 16,1)
Mientras esto sucede el pueblo de la vestidura blanca canta al Dios de la
Justicia:
Feliz el hombre a quien escoges
y lo llevas a vivir cerca de ti,
en las habitaciones de tu templo.
¡Qué seamos colmados con lo mejor de tu
casa,
Con la santidad de tu templo!
Dios y Salvador nuestro,
Tú nos respondes
Con maravillosos actos de justicia;
La tierra entera confía en ti,
Y también el mar lejano;
Tu mantienes firme las montañas
Con tu poder y tu fuerza.
Tu calmas el estruendo de las olas
Y el alboroto de los pueblos;
Aun los que habitan en lejanas tierras
Tiemblan ante tus maravillas;
Por ti hay gritos de alegría
Del oriente al occidente. (Sal 64,
4-8).
APOCALIPSIS 16,2-21
PRIMERA COPA (Ap 16,2)
Esta copa fue vaciada sobre la tierra en aquellos que adoran
la Bestia y tenían su imagen grabada en la frente. A estos adoradores de la
Bestia les salió una llagas maligna y dolorosa (Cfr. Ap 8,7) Aquí vuelve a
recrearse la sexta plaga contra Egipto la de las ulceras producidas por el
hollín de los hornos de Israel, que Moisés arrojo al cielo y al caer a la
tierra como lluvia produce ulceras y llagas (Cfr. Ex 9,8-11) Estas llagas son
símbolos del dolor entre los que desprecian al Señor y se refugian en el mal.
SEGUNDA COPA (Ap 16,3)
El ángel vació la copa sobre el mar, y el agua del mar se
volvió sangre (Cfr. Ap 8,8-9) esta visión hace memoria a la sangre derramada
por los mártires que reclaman a Dios justicia, el mar que significaba mal causa
la muerte a todos los que han optado por el mundo del mal (Cfr. Ap 8,8-9).
TERCERA COPA (Ap 16,4-7)
Los ríos y los manantiales sufren la misma peste que el mar,
sus aguas se vuelven sangre (Cfr. Ap 8,10-11) recreando también este símbolo la
primera plaga del éxodo cuando las aguas de Egipto se volvieron sangre por no
dejar ir al pueblo de Dios y seguirlo sometiendo a la esclavitud (Cfr. Ex
7,14-24): “Él convirtió sus canales en
sangre y sus arroyos, para que no bebieran; les mandó tábanos que los picaran y
ranas que los destruyeran” (Sl 78,4-5).
Después que el ángel vació la copa y entonó un cántico de
alabanza resaltando la grandeza y el poderío de Dios por los hechos realizados
en contra del pueblo de la bestia y en favor de su pueblo oprimido por la
persecución:
Tú eres justo por haber juzgado así, Oh
Dios Santo, que eres y que eras, porque ellos derramaron la sangre de tu pueblo
santo y de los profetas, y ahora tú les has dado a beber sangre. ¡Se lo han
merecido! (Ap 16,5-6).
Este es un canto que se repliega en toda la creación y tiene una validez cultual, es entonado también por los que estaban en el altar del Señor y decían: “Si, oh Señor, Dios todopoderoso, tú has juzgado con verdad y rectitud” (Ap 16,7).
CUARTA COPA (Ap 16, 8-9)
El sol (Cfr. Ap 8,12) “Fue herido una tercera parte del
sol…Se oscureció la tercera parte…El día perdió una tercera parte de claridad…”
Hace memoria – recuerda- el Apocalipsis en esta cuarta copa la novena plaga en
Egipto por no dejar salir el pueblo: “El
Señor dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, y haya tinieblas sobre la
tierra de Egipto, una oscuridad palpable…” (Ex 10,21-23).
Al ver estos signos del sol, de la tierra, y del día, el
pueblo que persigue a los santos de Dios, no se arrepintió de sus maldades, ni
alabó a Dios, sino que siguieron pronunciando blasfemias (Cfr. Ap 16,9) Las
blasfemias contra Dios son condenadas por las Sagradas Escrituras: “El que blasfeme el nombre del Señor,
ciertamente ha de morir, toda la congregación ciertamente lo apedreará. Tanto
el forastero como el nativo, cuando blasfeme el nombre del Señor, ha de morir”
(Lv 14,16).
Por esta razón, usar el nombre de la bestia es un insulto al
nombre del Señor y es causa de rechazo por los santos del Señor que claman
justicia por la sangre derramada. Llevar el nombre del Señor es caminar en su
presencia, es llevarlo grabado en el corazón (Cfr. Dt 5,111; 6, 4-9) Es hacer memoria
del nombre del Señor; por esto invocar a otros dioses y ser sus ángeles es
contrario a la memoria del nombre del Señor. Muchos grupos hoy hacen esto y se
olvidan del nombre del Señor.
QUINTA COPA (Ap 16,10-11)
Sobre el trono del monstruo, y su reino quedó en oscuridad:
Se crea oscuridad en el reino del monstruo porque allí se profesaban blasfemias
sobre el nombre de Dios (Cfr. Ap 9,1-2) Pero a pesar de los signos, los
seguidores del monstruo siguieron ofendiendo a Dios aunque se mordieran la lengua
de dolor las ofensas contra Dios no serán perdonadas: “Toda suerte de pecado y de blasfemia será perdonada a los hombres,
pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada” (Mt 12,31).
Equivocarse y no creer, tiene perdón, pero si se cierran los
ojos y su corazón a Dios negando la salvación (Cfr. Heb 6,4-6; 10,26-31)
cierran las puertas al reino de Dios:
¡Ay de ustedes escribas y fariseos
hipócritas, que cierran a los hombres el reino de los cielos! Ustedes
ciertamente no entran, pero además impiden el paso a los que están entrando”
(Mt 23,13-14. 15-36).
SEXTA COPA (Ap 16,12-16)
El rio Éufrates y este se secó (Cfr. Ap 9,13-19)
Secará Yahvé el canal de Egipto y agitará su mano contra el
río” (Is 11,15)…”¡Espada contra sus canales, que se secaron! Pues es una tierra
de ídolos, y con los espantajos pierden la cabeza” (Jr 50,38).
La recreación de los textos de Isaías y de Jeremías se
coloca en contraposición a la prosperidad del imperio y su orgullo, ellos que
tienen todas las riquezas pero quedarán secos como los arroyos y los ríos por
no escuchar al único Señor y seguir al monstruo. Ellos han perdido la gran
salvación que se le dará a los reyes que vienen de oriente a adorar al Señor
(Cfr. Mt 2,1-12; 1R 10,1-13) En estas ciudades del imperio solo se escuchaba a
los falsos profetas que reinaban entre los creyentes (Cfr. Mc 13,22; Mt 7,15;
24,5.24; 2P 2,1-3. 10-14; 1Jn 1,7-11; 4,1-6; 2Tm 3,5; 4,3; Ex 7,8-12).
A los falsos profetas los reúne el autor en una sola imagen
dividida en tres: Dragón, monstruos y falsos profetas. De ellos salen tres
espíritus (Cfr. Ap 12; 13,1-10.11-12) y se recrea la plaga de las ranas en
Egipto (Cfr. Ex 7,26-8,11) De los tres también salían espíritu de demonios
impuros invitando a todos los reyes u opositores para enfrentar a Dios en la
gran batalla. En estos versículos se prepara el camino para el gran combate de
Dios contra los falsos profetas:
“¡Se acerca el gran día de Yahvé, se
acerca, viene a toda prisa” (Sof 1,14).
¡Ante ellos tiembla la tierra, se
estremecen los cielos, el sol y la luna se oscurecen y las estrellas pierden su
brillo! Yahvé alza la voz al frente de su ejército porque son innumerables sus
batallones, porque es poderoso el ejército de sus órdenes, porque es grande el
día de Yahvé y muy terrible ¿Quién podrá soportarlo? (Jol 2,10-11; Cfr. Ml
4,5-6). Mostraré en el cielo grandes maravillas, y sangre, fuego y nubes de
humo en la tierra. El sol se volverá oscuridad, y la luna como sangre, antes
que llegue el día del Señor, día grande y terrible. Pero todo los que invoquen
el nombre del Señor lograrán salvarse de la muerte, pues en el monte Sión, en
Jerusalén, estará la salvación, tal como el Señor lo ha prometido. Los que él
ha escogido quedarán con vida. (Jo 2,30-32; Cfr. Mc 13, 24-25; Mt 24, 2930; Lc
21,25; Ap 6,12-13).
Palabras del Señor
Este es el trasfondo de la gran batalla que se prepara en
estos versículos del Apocalipsis, el autor hace un pequeño corte en la línea
conductora de estos versículos y coloca las palabras del Señor:
Miren yo vengo como el ladrón, dichoso
el que se mantiene dispuesto y conserva su ropa, para que no ande desnudo y se
vea la vergüenza de su desnudez (Ap 16,15)
Las palabras del Señor se colocan como anticipo de la gran
batalla (Ap 19,11-21) que se dará entre los falsos profetas y el Señor, este
día se dará como la venida del ladrón, por eso es necesario estar en vela: “Velen porque no saben qué día vendrá su
Seño. Comprendan bien: Si el dueño de casa supiera a que hora de la noche va a
venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le abrieran un boquete en
su casa. Por eso, también ustedes estén preparados, porque cuando menos lo
piensen, vendrá el Hijo del hombre” (Mt 24,44; Cfr. Lc 12,39-40; 1Tes 5,2-3).
Estar vigilantes es estar en vela para no ser sorprendidos y
no pasar vergüenza y no se vea la vergüenza de la desnudez; aquí en estas
palabras se hace una posible alusión a la desnudez de Noé: “Vio Cam, padre de Canaán, completamente a su
padre desnudo y aviso a sus dos hermanos, que estaban fuera. Entonces Sem y
Jafet tomaron el manto, se lo echaron por los hombros y andando hacia atrás,
vueltas las caras, cubrieron el cuerpo desnudo de su padre sin mirarlo” (Gn
9,22-23). En las palabras del Señor se pronuncia la tercera de las siete
bienaventuranzas del Apocalipsis (Ap 1,3; 14,13; 16,15; 19,9; 20,6; 22, 7.14).
Después de las palabras del Señor, se retoma el hilo del
relato de estos versículos (Ap 16,12-14) continuando con la reunión de los
reyes opositores para la gran batalla en el lugar de las batallas: HARMAGUEDON
(Ap 16,16): “Única mención de este nombre en la Biblia; en hebreo significa
monte – región montañosa – de Meguido. El nombre sugiere el conflicto final, ya
que en la llanura de Meguido, también llamado valle de Jesreel o Esdredon, se han
librado muchas batallas (Cfr. Jc 5,19; 6,33-7, 22; 2R 9,27; 23,29-30; Zc 12,11)[5].
ARMAGEDÓN:
Su ubicación y significado
A causa de
que la sexta plaga de Apocalipsis 16,12-16 contiene referencias específicas a
determinados sitios geográficos - Eufrates y Armagedón-, se le concedió mayor
atención que a las plagas precedentes que se refieren de un modo más general a
las úlceras, la sangre, el calor y la oscuridad. Ante el gran interés en estas
referencias geográficas, se debiera examinar con mayor detalle la ubicación y
la imaginería Veterotestamentaria de la que surgen.
Conclusión
Sobre la base de la analogía con el marco histórico
del Antiguo Testamento que proporcionan las imágenes de Apocalipsis 16,16,
este conflicto final debiera ser fundamental y esencialmente un conflicto
espiritual, en el que los principales contendientes son seres sobrenaturales:
Cristo y su archienemigo, "el gran dragón, la serpiente antigua, que se
llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero" (Ap 12,9). El
desafío para el pueblo de Dios en ese tiempo será el que confrontó Elías cuando
oró ante la asamblea: "Jehová Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, sea
hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, ... para que conozca este pueblo que
tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos" (1
Rey. 36, 37). Y la respuesta de fidelidad en ese tiempo encontrará una
expresión adecuada en la aclamación de la asamblea reunida en el Carmelo:
"¡Yahvé es el Dios, Yahvé es el Dios!" (v. 39)[6].
SEPTIMA COPA (Ap 16,17-21)
El aire, al esparcir el contenido de la séptima
copa – La última copa- Se escucha la voz del Santuario: “¡Ya está hecho!”, voz que resuena desde la cruz del Cordero en la
Cruz: “Todo está cumplido” (Jn 19,30)
La voz que se escucha desde el trono: “¡Voz
estruendosa por la ciudad! ¡Voz en el templo!: La voz de Yahvé, que da a sus
enemigos su merecido” (Is 66,6) Después de la voz salida del trono,
sucedieron relámpagos, voces, truenos y la tierra tembló a causa de terremotos
más violentos que todos los terremotos. Aquí hay recreación de la séptima
trompeta (Cfr. Ap 11,13.19) y del séptimo sello (Ap 8,5) enmarcado en la
memoria del gran diluvio del viejo Testamento (Cfr. Gn 6,13-8,14).
Esta séptima copa hace mención de la gran ciudad –
Roma – Conocida como la ciudad de Babilonia – También hace referencia a otras
ciudades que se desplomaron y se partieron en tres como la simbología del
dragón – La boca del monstruo – Y de la boca de los falsos profetas – Que son
tres. Por eso participan de la ira de Dios, es decir “Para beber el vino de su ira terrible” (Ap 16,9) Con la
destrucción y desaparición de los montes y del cielo viene la ruina de los que
creyeron en el monstruo, por eso las ruinas cayeron sobre la gente y también
enormes granizos (Ap 16,20).
Con estas simbologías se completa el trasfondo de
las plagas de Egipto (Ex 9, 22-26) El granizo es comparado con el peso de un
talento[7].
Por estas calamidades los hijos de la ciudad siguieron diciendo cosas ofensivas
contra Dios (Cfr. Ap 16,21).
[2] Cfr. CASALINS F.
Guillermo. Proyecto Misión Continental. Bogotá 2010.
[3]
http://www.jesus.teologia.upsa.es/subsecciones.asp?codsubseccion=125.
[4] http://www.gotquestions.org/Espanol/ira-Dios.html
[5] Biblia Dios habla hoy-
biblia de estudio. Comentario a Ap 16,16.
[6] Williarn H. Shea es profesor de
Teología en la Universidad Andrews, Michigan, Estados Unidos. (ttp://www.fadu.net/revel/revel.armagedon2.htm).
[7] Medida de peso equivalente a 33 Kg. También la
moneda más fuerte correspondiente a 6000 denarios (Ex 9,22-26; 2S 12,30; Mt
18,24; 25, 14-30) Moneda romana – Salario por un día de trabajo (Mt
20,2; Mc 6,37; Jn 6,7).
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