JN 3,16-18[1]
“Si en Él fuera menos grande la caridad que la
sabiduría, entonces la sabiduría no sería amada tal cual es; luego, si ha de
amar la sabiduría como es, ha de ser igual el amor. Según hemos explicado, la
sabiduría es igual al Padre. En consecuencia, también lo será al Espíritu
Santo. Y si es igual, a causa de la suma simplicidad de la substancia divina,
en todo igual. Y he aquí por qué no existen más de tres personas. Una que ama
al que procede de ella, otra que ama a aquel de quien procede, y el amor.
Porque si el amor no existe, ¿cómo
Dios es amor? Y si no es substancia, ¿cómo Dios es substancia?” (San Agustín. De Trinitate, L.VI,7).
En las Sagradas Escrituras no se menciona explícitamente el
término Trinidad para referirse a Dios. Pero si hay referencias que nos acercan
a la comprensión de Dios como Trinidad. En el Evangelio de Juan se hace mención
de la Palabra junto a Dios (Jn 1,1.4.14) En la carta a los Filipenses se
menciona a Dios como Padre (Fil 1,2) El Espíritu viene enviado por el Padre y
el Hijo (Jn 14,16-17) y es equiparado a Dios (Hec 5,3-4). Además, en las
Sagradas Escrituras encontramos otros textos que nos indican la presencia de
Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en el siguiente cuadro[2]
podemos ver algunos textos, en los que se evidencia la presencia de Dios como
Padre, Hijo y Espíritu Santo:
La
Santísima Trinidad
|
|||
Padre
|
Hijo
|
Espíritu Santo
|
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Llamado Dios
|
Fil 1,2
|
Jn 1,1,14;
Col. 2:9
|
Hec 5,3-4
|
Creador
|
Is 64,8, 44,24
|
Jn 1,3;
Col 1,15-17
|
Jb
33,4;26,13
|
Hace resucitar
|
1Tes 1,10
|
Jn 2,19,
10,17
|
Ro 8,11
|
Mora dentro
|
2 Cor 6,16
|
Col. 1,27
|
Jn 14,17
|
Omnipresente
|
1R 8,27
|
Mt 28,20
|
Sal
139,7-10
|
Omnisciente
|
1Jn 3,20
|
Jn 16,30;
21,17
|
1Cor 2,10-11
|
Santifica
|
1Tes 5,23
|
Hb. 2,11
|
1P 1,2
|
Da vida
|
Gen 2,7;
Jn 5,21
|
Jn 1,3;
5,21
|
2Cor 3,6.8
|
Confraterniza
|
1Jn 1,3
|
1Cor 1,9
|
2Cor 13,14; Fil. 2,1
|
Es eterno
|
Sal 90,2
|
Miq 5,1-2
|
Ro 8,11; Heb 9,14
|
Tiene voluntad
|
Lc 22,42
|
Lc 22,42
|
1Cor 12,11
|
Habla
|
Mt 3,17;
Lc 9,25
|
Lc 5,20;
7,48
|
Hec 8,29; 11,12; 13,2
|
Ama
|
Jn 3,16
|
Efe 5, 25
|
Ro 15,30
|
Ve el corazón
|
Jr 17,10
|
Ap 2,23
|
1Cor 2,10
|
Desde la tradición bíblica y en
la reflexión posterior de la Iglesia pos-pascual fue estructurándose la
reflexión acerca del Dios de Jesucristo como UNO Y TRINO. Desarrollando desde
el acontecimiento Pascual Kerygmático la reflexión trinitaria al referirse a
Dios: “La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los
misterios escondido en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelado
desde lo alto (Cc.V I: DS 3015) Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser
trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo
Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un
misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la
encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo” (Cat. Iglesia
Católica. 237).
Desde
esta perspectiva, la presencia de Dios Trinidad en la Iglesia es fuente de fe
desarrollada en la misma historia de la comunidad pos- pascual, asumido como la
historia de la Salvación humana que se relaciona con la historia de la familia
trinitaria. Dios Trinidad es familia, es comunidad de amor, es comunidad de
servicio, es la comunidad eclesial
nacida del costado abierto de Cristo, es la comunidad pos-pascual que el
Espíritu ha alimentado con su presencia desde Pentecostés. La Trinidad es
centro fundamental de nuestra fe desde la historia de nuestra salvación,
abriendo la posibilidad de vivir en la Iglesia pos-pascual como familia-
comunidad[3].
Por esta razón, se debe operar un nuevo concepto de familia,
no marcado según la relacionalidad que dan los lazos de consanguinidad, es
decir, concepción de una familia piramidal: Padre, Madre e Hijos. Sino de la
familia que nace y se relaciona desde la fraternidad en la que se han creado
nuevos lazos a través de la Palabra, como nos lo plantea el evangelio de Marcos
en 3, 31-35:Lazos de fraternidad que se
dan por la adhesión a Jesús, al escuchar su Palabra: Es la nueva concepción de
familia desde el evangelio que: 1) Busca a Jesús (V.31); 2) Que motiva la búsqueda (V.32); 3) Que
escucha la Palabra que cuestiona (V. 33);
4) Que crea expectativas (V.34); 5) Que
crea nuevas relaciones (V.34) Esta es la familia que nace del vínculo de la
Palabra y que hace la voluntad de Dios (V 35). (Cfr. Mt 12,49-50; Lc 8,21)[4]. Este
Dios es el que se revela en la Iglesia como comunidad-familia pos-pascual.
Esta familia comunidad eclesial es la que elabora en su
formación el desarrollo de un verdadero culto a Dios conforme al Espíritu (Jn 4,21-24):
“El verdadero culto a Dios tiene que ser éste: el que encarna ese temor, ese
amor, esa adoración, esa fe a lo absoluto, a lo trascendente en la historia del
tiempo, en el momento que se vive. Y desde la fuerza de Dios que trasciende
nuestra debilidad, se hace omnipotente la voz de la Iglesia para fustigar, para
no dejar pasar el pecado de los hombres que ofende a Dios. Sería falso dios
aquel que predicará a Dios y lo elogiara y no le importara que los hombres
injustos pecaran contra El”[5].
Al encarnarse la Trinidad en la Historia de la Iglesia, se
hace solidario con el mundo cristiano para que todo el que vea crea y creyendo
sea hijo de la luz (Jn 1,11) porque el que no cree se hace hijo de las
tinieblas, es decir se condena a sí mismo por no creer: “El que cree en el Hijo de Dios, no está condenado; pero el que no
cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo Único de Dios” (Jn 3,18;
Cfr. Jn 5,24; 7,7;12,31;14,17;16,8.11; 17,9.14 Mc 16,16).
La historicidad encarnada en la Trinidad de la Iglesia
pos-pascual, propone un camino de liberación, es decir, pasar de una iglesia
mantenida en la conservación a una Iglesia, más humana, más familia, más
coherente con la predicación Kerygmática-Pascual. Esta es la Iglesia del
Espíritu, animada y animadora de las nuevas comunidades cristianas vivenciando
en su propia historia el ser comunidad heredado de la relacionalidad que existe
en el Dios comunidad:
¿Podrá acaso creerse que el
Espíritu Santo queda excluido del alma del amante, donde el Padre y el Hijo
tienen su morada? ¿Cómo entonces dice Cristo más arriba, hablando del Espíritu
Santo, que el mundo no lo puede
recibir, porque no lo ve; vosotros le conocéis, porque en vosotros permanece y
en vosotros está? No queda, pues, excluido de esta morada aquel de quien
se dijo: Con vosotros permanece y en
vosotros está. A no ser que haya alguien tan disparatado que, cuando el
Padre y el Hijo vienen a morar en el amante, crea que el Espíritu Santo se
retira discretamente, como para ceder el puesto a los que le son superiores
(San Agustín. De Trinitae L. I,V,19).
LA PASTORAL TRINITARIA EN LA IGLESIA HOY
El camino trinitario en la comunidad eclesial hoy, plantea
un reto en la pastoral de renovación que se quiere para el anuncio
Kerygmático-pascual en la Iglesia de Jesucristo:
“Es el Dios comunidad, el Dios
trinitario que propicia en la Iglesia pos-pascual el encuentro festivo de la
celebración de los Sacramentos, depende en gran parte, de la responsabilidad y
coherencia que se asuma desde el seguimiento de Jesús en la Iglesia y el
compromiso que adquiramos en la celebración festiva de los sacramentos de
iniciación cristiana: Bautismo-Confirmación. Este encuentro festivo se vive
pedagógicamente en el camino catecumenal iluminado por el itinerario de Emaús,
allí los nuevos miembros de la comunidad eclesial son acogidos propiciando en
ellos el diálogo con su entorno por medio de la liturgia, los ritos, los
símbolos en las celebraciones sacramentales.
La celebración como fiesta litúrgica,
expresa un mensaje de revelación y de comunicación de la gracia santificante de
Dios. Las celebraciones litúrgicas están cargadas de una gran riqueza de gestos
y símbolos, de ritos e imágenes que le dan sentido a todo lo que se celebra: La
acción litúrgica es una celebración de la “ecclesia”, de la asamblea reunida.
Todos sus miembros, deben estar comprometidos, implicados en la acción
celebrativa. Esta tiene como objeto-sujeto, como protagonista a todo el cuerpo
eclesial, es decir, a los reunidos en cuanto a conjunto de individuos”[6].
Desde el acontecimiento festivo de la celebración, las
comunidades catecumenales asumen la responsabilidad de recrear en la comunidad
eclesial el camino de la renovación
sacramental, donde la liturgia sea el encuentro festivo y celebrativo de la vida
sacramental despejando el problema que se puede presentar, en que muchas veces,
convertimos todo nuestro actuar tanto en la vida normal, como en la vida
religiosa en rutina afectando el rito.
Se ritualiza todo y se desvirtúa el rito, perdiendo su sentido. Por esto es
necesario, hacer un esfuerzo continuo para
recuperar la festividad litúrgica en nuestra vida, para que sea
verdadero diálogo con el entorno, y con el quehacer religioso.
Al desarrollar pedagógicamente este diálogo con los símbolos
en la comunidad catecumenal, es necesario que obremos coherente y
responsablemente en la elaboración del proyecto pastoral aprendiendo a develar
los símbolos en la comunidad eclesial, es decir, que el baño en agua signifique
acontecimiento pascual, que la unción con el aceite, signifique consagración y
que el acto de persignarse signifique pertenencia a Dios, que la imposición de
las manos signifique envío, misión, camino, servicio. Que los símbolos vuelvan
a tener la fuerza dialogante en las celebraciones de los Sacramentos de
iniciación cristiana-Bautismo y confirmación.
En razón a lo planteado no podemos descuidar, ni ser
indiferentes frente al desafío pedagógico pastoral que se nos presenta en la
comunidad-familia catecumenal, este proceso de formación en el cual es
necesario incentivar y replantear su ser
misionero como una comunidad de comunión y participación, porque hoy más que nunca, la voz de Jesús no
puede seguir resonando en los corazones de piedra de hombres y mujeres.
Esto implica estar atentos a los “Signos
de los tiempos”, es el reto de renovar la manera de hacer pastoral, de hacer
catequesis, de recuperar el espacio litúrgico de los ritos y de los símbolos en
los sacramentos de iniciación cristiana Bautismo y Confirmación:
Se
trata de una experiencia que introduce en una profunda y feliz celebración de
los Sacramentos, con toda la riqueza de sus signos. De este modo, la vida se va
transformando progresivamente por los santos misterios que se celebran,
capacitando al creyente para transformar el mundo” (DA 290) (...) Por lo tanto,
esto apunta al discipulado de Jesús: Ser discípulos es un don destinado a
crecer. La iniciación cristiana da la posibilidad de un aprendizaje gradual en
el conocimiento, amor y seguimiento de Jesucristo. Así, forja la identidad
cristiana con las convicciones fundamentales y acompaña la búsqueda del sentido
de la vida. Es necesario asumir la dinámica catequética de la iniciación
cristiana. Una comunidad que asume la iniciación cristiana renueva su vida
comunitaria y despierta su carácter misionero. Esto requiere nuevas actitudes
pastorales de parte de los obispos, presbíteros, diáconos, personas consagradas
y agentes de pastoral” (DA 291)”[7].
Ni podrá ser excluido de esta
unidad el Espíritu de ambos, es decir, el Espíritu del Padre y del Hijo. Este
Espíritu Santo se dice Espíritu de
verdad, que el mundo no puede recibir. Nuestro gozo será plenitud al
adeliciarnos en el Dios Trinidad, a cuya imagen hemos sido creados. Por eso se
habla, alguna vez, del Espíritu Santo como si bastase para nuestra bienandanza,
y basta porque es inseparable del Padre y del Hijo; como también es suficiente
el Padre, pues no puede existir separado del Hijo y del Espíritu Santo; como
asimismo es suficiente el Hijo, por estar inseparablemente unido al Padre y al
Espíritu Santo (San Agustín. De Trinitate. L.I.V, 18).
[1] Texto elaborado en la
fiesta de la trinidad de 2011 y corregido en la fiesta de la Trinidad 2014.
[2] http://www.vidaeterna.org/esp/estudios/trinidad_ms.htm.
[3]
Cfr. CASALINS, G. Celebración de los símbolos en los sacramentos de iniciación
cristiana Bautismo y Confirmación-Monografía- Bogotá 2011. P. 91.
[4]
CASALINS, G. Celebración de los símbolos en los sacramentos de iniciación
cristiana Bautismo y Confirmación-Monografía- Bogotá 2011. P. 80-81.
[5] Mons. Oscar Romero.
Homilía de Pentecostés. Mayo 21 de 1978.
[6] BOROBIO, La celebración en
la Iglesia I, 209.
[7]
CASALINS, G. Celebración de los símbolos en los sacramentos de iniciación
cristiana Bautismo y Confirmación-Monografía- Bogotá 2011. P. 96-98.
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