domingo, junio 15, 2014

COMUNIDAD TRINITARIA

JN 3,16-18[1]

“Si en Él fuera menos grande la caridad que la sabiduría, entonces la sabiduría no sería amada tal cual es; luego, si ha de amar la sabiduría como es, ha de ser igual el amor. Según hemos explicado, la sabiduría es igual al Padre. En consecuencia, también lo será al Espíritu Santo. Y si es igual, a causa de la suma simplicidad de la substancia divina, en todo igual. Y he aquí por qué no existen más de tres personas. Una que ama al que procede de ella, otra que ama a aquel de quien procede, y el amor. Porque si el amor no existe, ¿cómo Dios es amor? Y si no es substancia, ¿cómo Dios es substancia?” (San Agustín. De Trinitate, L.VI,7). 

En las Sagradas Escrituras no se menciona explícitamente el término Trinidad para referirse a Dios. Pero si hay referencias que nos acercan a la comprensión de Dios como Trinidad. En el Evangelio de Juan se hace mención de la Palabra junto a Dios (Jn 1,1.4.14) En la carta a los Filipenses se menciona a Dios como Padre (Fil 1,2) El Espíritu viene enviado por el Padre y el Hijo (Jn 14,16-17) y es equiparado a Dios (Hec 5,3-4). Además, en las Sagradas Escrituras encontramos otros textos que nos indican la presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en el siguiente cuadro[2] podemos ver algunos textos, en los que se evidencia la presencia de Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo: 

La Santísima Trinidad
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Llamado Dios
Fil 1,2
Jn 1,1,14; Col. 2:9
Hec  5,3-4
Creador
Is  64,8, 44,24
Jn 1,3; Col 1,15-17
Jb 33,4;26,13
Hace resucitar
1Tes 1,10
Jn 2,19, 10,17
Ro  8,11
Mora dentro
2 Cor 6,16
Col. 1,27
Jn  14,17
Omnipresente
1R  8,27
Mt 28,20
Sal 139,7-10
Omnisciente
1Jn 3,20
Jn 16,30; 21,17
1Cor  2,10-11
Santifica
1Tes 5,23
Hb. 2,11
1P 1,2
Da vida
Gen 2,7; Jn 5,21
Jn 1,3; 5,21
2Cor  3,6.8
Confraterniza
1Jn 1,3
1Cor  1,9
2Cor  13,14; Fil. 2,1
Es eterno
Sal 90,2
Miq 5,1-2
Ro  8,11; Heb 9,14
Tiene voluntad
Lc 22,42
Lc 22,42
1Cor  12,11
Habla
Mt 3,17; Lc 9,25
Lc 5,20; 7,48
Hec  8,29; 11,12; 13,2
Ama
Jn 3,16
Efe  5, 25
Ro 15,30
Ve el corazón
Jr 17,10
Ap 2,23
1Cor  2,10

Desde la tradición bíblica y en la reflexión posterior de la Iglesia pos-pascual fue estructurándose la reflexión acerca del Dios de Jesucristo como UNO Y TRINO. Desarrollando desde el acontecimiento Pascual Kerygmático la reflexión trinitaria al referirse a Dios: “La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los misterios escondido en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelado desde lo alto (Cc.V I: DS 3015) Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo” (Cat. Iglesia Católica. 237).

Desde esta perspectiva, la presencia de Dios Trinidad en la Iglesia es fuente de fe desarrollada en la misma historia de la comunidad pos- pascual, asumido como la historia de la Salvación humana que se relaciona con la historia de la familia trinitaria. Dios Trinidad es familia, es comunidad de amor, es comunidad de servicio, es la comunidad eclesial  nacida del costado abierto de Cristo, es la comunidad pos-pascual que el Espíritu ha alimentado con su presencia desde Pentecostés. La Trinidad es centro fundamental de nuestra fe desde la historia de nuestra salvación, abriendo la posibilidad de vivir en la Iglesia pos-pascual como familia- comunidad[3].

Por esta razón, se debe operar un nuevo concepto de familia, no marcado según la relacionalidad que dan los lazos de consanguinidad, es decir, concepción de una familia piramidal: Padre, Madre e Hijos. Sino de la familia que nace y se relaciona desde la fraternidad en la que se han creado nuevos lazos a través de la Palabra, como nos lo plantea el evangelio de Marcos en  3, 31-35:Lazos de fraternidad que se dan por la adhesión a Jesús, al escuchar su Palabra: Es la nueva concepción de familia desde el evangelio que: 1) Busca a Jesús (V.31); 2) Que motiva la búsqueda (V.32); 3) Que escucha la Palabra que cuestiona (V. 33); 4) Que crea expectativas (V.34); 5) Que crea nuevas relaciones (V.34) Esta es la familia que nace del vínculo de la Palabra y que hace la voluntad de Dios (V 35). (Cfr. Mt 12,49-50; Lc 8,21)[4]. Este Dios es el que se revela en la Iglesia como comunidad-familia pos-pascual. 

Esta familia comunidad eclesial es la que elabora en su formación el desarrollo de un verdadero culto a Dios conforme al Espíritu (Jn 4,21-24): “El verdadero culto a Dios tiene que ser éste: el que encarna ese temor, ese amor, esa adoración, esa fe a lo absoluto, a lo trascendente en la historia del tiempo, en el momento que se vive. Y desde la fuerza de Dios que trasciende nuestra debilidad, se hace omnipotente la voz de la Iglesia para fustigar, para no dejar pasar el pecado de los hombres que ofende a Dios. Sería falso dios aquel que predicará a Dios y lo elogiara y no le importara que los hombres injustos pecaran contra El”[5]

Al encarnarse la Trinidad en la Historia de la Iglesia, se hace solidario con el mundo cristiano para que todo el que vea crea y creyendo sea hijo de la luz (Jn 1,11) porque el que no cree se hace hijo de las tinieblas, es decir se condena a sí mismo por no creer: “El que cree en el Hijo de Dios, no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo Único de Dios” (Jn 3,18; Cfr. Jn 5,24; 7,7;12,31;14,17;16,8.11; 17,9.14 Mc 16,16). 

La historicidad encarnada en la Trinidad de la Iglesia pos-pascual, propone un camino de liberación, es decir, pasar de una iglesia mantenida en la conservación a una Iglesia, más humana, más familia, más coherente con la predicación Kerygmática-Pascual. Esta es la Iglesia del Espíritu, animada y animadora de las nuevas comunidades cristianas vivenciando en su propia historia el ser comunidad heredado de la relacionalidad que existe en el Dios comunidad: 

¿Podrá acaso creerse que el Espíritu Santo queda excluido del alma del amante, donde el Padre y el Hijo tienen su morada? ¿Cómo entonces dice Cristo más arriba, hablando del Espíritu Santo, que el mundo no lo puede recibir, porque no lo ve; vosotros le conocéis, porque en vosotros permanece y en vosotros está? No queda, pues, excluido de esta morada aquel de quien se dijo: Con vosotros permanece y en vosotros está. A no ser que haya alguien tan disparatado que, cuando el Padre y el Hijo vienen a morar en el amante, crea que el Espíritu Santo se retira discretamente, como para ceder el puesto a los que le son superiores (San Agustín. De Trinitae  L. I,V,19).
 

LA PASTORAL TRINITARIA EN LA IGLESIA HOY 

El camino trinitario en la comunidad eclesial hoy, plantea un reto en la pastoral de renovación que se quiere para el anuncio Kerygmático-pascual en la Iglesia de Jesucristo:  

“Es el Dios comunidad, el Dios trinitario que propicia en la Iglesia pos-pascual el encuentro festivo de la celebración de los Sacramentos, depende en gran parte, de la responsabilidad y coherencia que se asuma desde el seguimiento de Jesús en la Iglesia y el compromiso que adquiramos en la celebración festiva de los sacramentos de iniciación cristiana: Bautismo-Confirmación. Este encuentro festivo se vive pedagógicamente en el camino catecumenal iluminado por el itinerario de Emaús, allí los nuevos miembros de la comunidad eclesial son acogidos propiciando en ellos el diálogo con su entorno por medio de la liturgia, los ritos, los símbolos en las celebraciones sacramentales.
La celebración como fiesta litúrgica, expresa un mensaje de revelación y de comunicación de la gracia santificante de Dios. Las celebraciones litúrgicas están cargadas de una gran riqueza de gestos y símbolos, de ritos e imágenes que le dan sentido a todo lo que se celebra: La acción litúrgica es una celebración de la “ecclesia”, de la asamblea reunida. Todos sus miembros, deben estar comprometidos, implicados en la acción celebrativa. Esta tiene como objeto-sujeto, como protagonista a todo el cuerpo eclesial, es decir, a los reunidos en cuanto a conjunto de individuos”[6]. 

Desde el acontecimiento festivo de la celebración, las comunidades catecumenales asumen la responsabilidad de recrear en la comunidad eclesial el  camino de la renovación sacramental, donde la liturgia sea el encuentro festivo y celebrativo de la vida sacramental despejando el problema que se puede presentar, en que muchas veces, convertimos todo nuestro actuar tanto en la vida normal, como en la vida religiosa en rutina  afectando el rito. Se ritualiza todo y se desvirtúa el rito, perdiendo su sentido. Por esto es necesario, hacer un esfuerzo continuo para  recuperar la festividad litúrgica en nuestra vida, para que sea verdadero diálogo con el entorno, y con el quehacer religioso. 

Al desarrollar pedagógicamente este diálogo con los símbolos en la comunidad catecumenal, es necesario que obremos coherente y responsablemente en la elaboración del proyecto pastoral aprendiendo a develar los símbolos en la comunidad eclesial, es decir, que el baño en agua signifique acontecimiento pascual, que la unción con el aceite, signifique consagración y que el acto de persignarse signifique pertenencia a Dios, que la imposición de las manos signifique envío, misión, camino, servicio. Que los símbolos vuelvan a tener la fuerza dialogante en las celebraciones de los Sacramentos de iniciación cristiana-Bautismo y confirmación. 

En razón a lo planteado no podemos descuidar, ni ser indiferentes frente al desafío pedagógico pastoral que se nos presenta en la comunidad-familia catecumenal, este proceso de formación en el cual es necesario incentivar y replantear  su ser misionero como una comunidad de comunión y participación,  porque hoy más que nunca, la voz de Jesús no puede seguir resonando en los corazones de piedra de hombres y mujeres. Esto  implica estar atentos a los “Signos de los tiempos”, es el reto de renovar la manera de hacer pastoral, de hacer catequesis, de recuperar el espacio litúrgico de los ritos y de los símbolos en los sacramentos de iniciación cristiana Bautismo y Confirmación:  

Se trata de una experiencia que introduce en una profunda y feliz celebración de los Sacramentos, con toda la riqueza de sus signos. De este modo, la vida se va transformando progresivamente por los santos misterios que se celebran, capacitando al creyente para transformar el mundo” (DA 290) (...) Por lo tanto, esto apunta al discipulado de Jesús: Ser discípulos es un don destinado a crecer. La iniciación cristiana da la posibilidad de un aprendizaje gradual en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesucristo. Así, forja la identidad cristiana con las convicciones fundamentales y acompaña la búsqueda del sentido de la vida. Es necesario asumir la dinámica catequética de la iniciación cristiana. Una comunidad que asume la iniciación cristiana renueva su vida comunitaria y despierta su carácter misionero. Esto requiere nuevas actitudes pastorales de parte de los obispos, presbíteros, diáconos, personas consagradas y agentes de pastoral” (DA 291)”[7].
 

Ni podrá ser excluido de esta unidad el Espíritu de ambos, es decir, el Espíritu del Padre y del Hijo. Este Espíritu Santo se dice Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir. Nuestro gozo será plenitud al adeliciarnos en el Dios Trinidad, a cuya imagen hemos sido creados. Por eso se habla, alguna vez, del Espíritu Santo como si bastase para nuestra bienandanza, y basta porque es inseparable del Padre y del Hijo; como también es suficiente el Padre, pues no puede existir separado del Hijo y del Espíritu Santo; como asimismo es suficiente el Hijo, por estar inseparablemente unido al Padre y al Espíritu Santo (San Agustín. De Trinitate. L.I.V, 18).

[1] Texto elaborado en la fiesta de la trinidad de 2011 y corregido en la fiesta de la Trinidad 2014.
[2] http://www.vidaeterna.org/esp/estudios/trinidad_ms.htm.
[3] Cfr. CASALINS, G. Celebración de los símbolos en los sacramentos de iniciación cristiana Bautismo y Confirmación-Monografía- Bogotá 2011. P. 91.
[4] CASALINS, G. Celebración de los símbolos en los sacramentos de iniciación cristiana Bautismo y Confirmación-Monografía- Bogotá 2011. P. 80-81.
[5] Mons. Oscar Romero. Homilía de Pentecostés. Mayo 21 de 1978.
[6] BOROBIO, La celebración en la Iglesia I, 209.
[7] CASALINS, G. Celebración de los símbolos en los sacramentos de iniciación cristiana Bautismo y Confirmación-Monografía- Bogotá 2011. P. 96-98.

No hay comentarios: