Jn 9,1-41
¡Oh Verdad,
lumbre de mi corazón! No me hablen más mis propias tinieblas. Me abajé de
ellas, y me quedé a oscuras. Pero incluso desde ellas, te amé con pasión.
Anduve errante, y me acordé de ti. Oí tu llamada para que me volviera a Ti y
dejara de darte la espalda” (San
Agustín. Conf. 12,10).
En el Evangelio de Juan encontramos elementos
simbólicos que son interesantes en su composición centrándonos en la fe del
resucitado. La simbología del Evangelio orienta la reflexión –vivencia- del Resucitado
en el corazón de la comunidad. El Evangelio es rico en simbología coloca pedagógicamente una serie de binomios:
Luz-Oscuridad; Ascender-Descender; Agua-Espíritu; Hijos de la Luz e Hijos de
las Tinieblas-Oscuridad; Ceguera-Visión, entre otros, que forman parte de la estructura
interna del Evangelio.
Juan a diferencia de los sinóptico -
Que en sus reflexiones plantean que Jesús quien pasó haciendo el bien y que los
judíos mataron – (Cfr. Hec 2,22) - Dios lo Resucitó y es reconocido como el
Hijo de Dios – (Cfr. Mc 15,39) – En cambio, en el Evangelio de Juan se plantea
que El Resucitado es aquel que murió en la Cruz, por declararse Hijo de Dios, y
no solo como Hijo sino como Dios, de ahí su identificación pedagógica del
“YO-SOY”. Título con el cual la
tradición bíblica del Antiguo Testamento designa el nombre y la presencia
dinámica de Dios (Cfr. Ex 3,6).
En este sentido el Evangelio de Juan
plantea la intención de Jesús para rescatar al ser humano de su condición
deshumana- Como sucedió en el éxodo- (Cfr. Ex 3,7-) Jesús se interpreta así
mismo en las Sagradas Escrituras, Él
declara que es la palabra revelada: “Yo
soy, el que está hablando contigo” (Jn 4, 26) Como palabra revelada Jesús
toma la iniciativa al acercarse a las personas (Cfr. Jn 4)- para llevarlo a la
presencia de Dios a través de la Palabra-. A Él mismo- Pasar de la oscuridad a la Luz- Porque Él ha
vencido las tinieblas en la nueva creación (Cfr. Jn 20, 9. 19-29).
Este contexto de la oscuridad y de
la luz da sentido al texto del ciego de nacimiento: Allí se narra que un hombre
ciego de nacimiento-Según la tradición de la ley, se pensaba que cualquiera que
naciese con defecto físico era considerado como un pecador o por consecuencia
del pecado de sus padres e incluso de las generaciones pasadas de su familia (Cfr.
Nm 14,18; Ex 20,4-6; 34,7) fue curado por Jesús de su ceguera y reintegrado al
culto en la sinagoga (Cfr. Jn 9,1-41) porque Él es la luz del mundo (Cfr. Jn
9,5).
Frente a este trato deshumanizado de
los que practican al pie de la letra la ley, Jesús al abrir a la luz los ojos
del ciego -liberación de las tinieblas-, muestra la acción amorosa de Dios (Cfr. Jn 9,3) porque Él hace
la voluntad del Padre al obrar a la Luz del día, porque las obras de Dios son
signo de la Luz: “Soy la luz del mundo”
(Jn 9,5; Cfr. Jn 1,5-9; 8,112; Is 49,6), Jesús es símbolo de la verdadera
Luz del mundo. La presencia de Jesús como Luz supera cualquier forma equivoca
de ver e interpretar las Sagradas Escrituras- esto serían las obras de la noche
o de las tinieblas- oscuridad, en la que actuaban los hombres de la ley,
aferrados a las tradiciones escrupulosas que los regían: “Era sábado el día en que Jesús hizo barro” (Jn 9,14).
En el evangelio de Juan se pretende
demostrar que Jesús Resucitado es la luz del mundo que por medio del barro abre
los ojos para la luz (Cfr. Jn 9,6) En la primera creación Dios modeló al hombre
con arcilla del suelo y le dio vida insuflando en sus narices aliento de vida
(Cfr. Gn 2,7) Dios en la primera creación hace pasar a los hombres de un barro
informe a la dinámica de vida -espíritu de vida- Dios le ha dado su Espíritu.
En la nueva creación Jesús con Barro, da vida al romper la ceguera dando su luz. En la nueva creación todo el que es
sacado de las tinieblas ve y viendo cree en Él y en el que lo ha enviado (Cfr. Jn
1,9-13) Pero esta luz de vida es cuestionada por los hijos de las tinieblas-
oscuridad, porque permanecen en la primera creación (Cfr. Gn 3,1-19) colocando
en duda la procedencia de la luz divina (Cfr. Jn 9,13-34).
Jesús en el diálogo con el ciego de
nacimiento manifiesta que su intención es realizar la voluntad de Dios que
libera de la esclavitud. El que es liberado ve y cree en Él (Cfr. 9, 35-38a) Y
a los que no creen les advierte: “He venido a este mundo para hacer juicio,
para que los ciegos vean y para que los que vean se vuelvan ciegos” (Jn 9,38b-39)
Por lo tanto, el curado de la ceguera ya forma parte de los hijos de la Luz
porque ha creído. No es del grupo de los que viendo no han creído (Cfr. Jn
9,13-34).
Hoy muchos de nosotros nos portamos
como hijos de la oscuridad, según nos lo presenta el evangelio desde el prólogo
hasta su culminación en la Resurrección, porque la intención del Evangelio como
ya lo indicamos, es hacernos ver que el Resucitado es el mismo que murió en la
Cruz y que es el Hijo de Dios, siendo Dios, que atrae a los hombres y mujeres hacía sí
para que por medio de la luz del Resucitado se tenga vida en la nueva creación.
Sin embargo se ha perdido el dinamismo de la vida quedándonos en la primera
creación: “Si ustedes fueran ciegos, no
tendrían culpa de sus pecados. Pero como dicen que ven, son culpables” (Jn 9,41).
Por esta razón, nuestra culpabilidad
se hará evidente, si conociendo y viendo no creemos, sino que preferimos las
tinieblas-oscuridad- (Cfr. Jn 1, 10a-11) Y los que rechazan la luz son los
creyentes de una ciega tradición: “Tú,
que naciste lleno de pecado, ¿quieres darnos lecciones a nosotros? Y lo
expulsaron de la sinagoga” (Jn 9.34) Pero los que reciben la luz dentro de la
Iglesia de Jesucristo –la Iglesia de la
misericordia- donde viven los hijos de la luz como testigos de la luz, más no
como luz, sino “Enviados a dar testimonio
de la luz. La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad” (Jn 1,8).
A modo de conclusión, San Agustín
dice:
·
Quienes lo arrojaron de la sinagoga continuaron
en su ceguera, como se vio en el reproche que dirigieron al Señor de haber
violado el sábado por hacer lodo con su saliva y untar los ojos al ciego. Digo
en su ceguera, porque reprocharle al Señor las curaciones obradas con su sola
palabra no era ceguera, sino calumnia manifiesta. ¿Hacía en efecto algo en
sábado, cuando curaba con la palabra? Calumnia manifiesta, porque se le acusaba
de mandar, se le acusaba de hablar, como si ellos no hablaran el sábado.
·
El Señor dice: Yo soy la luz del mundo; el que
me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Esta breve
sentencia contiene un mandato y una promesa. Cumplamos, pues, lo que nos manda,
y así tendremos derecho a esperar lo que nos promete. No sea que nos diga el
día del juicio: “¿Ya hiciste lo que te mandaba, pues qué esperas alcanzar lo
que prometí?” “¿Qué es lo que mandaste, Señor, Dios nuestro?” Te dice: “Que me
siguieras”. Has pedido un consejo de vida. ¿Y de qué vida sino de aquella acerca
de la cual está escrito: En ti está la fuente viva? (San Agustín. Ser.
136,1-3).
“Qué poco te ama,
Señor, el que ama algo contigo y no lo ama por Ti” (San Agustín. Conf.10, 29).
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