domingo, marzo 16, 2014

ESTE ES MI HIJO AMADO ESCÚCHENLE I


Mt 17,1-9
 
“Por la semejanza subimos a Dios. Por la desemejanza, nos apartamos de Él”                             (San Agustín. De Civ. Dei, 9,18).

Las tentaciones hechas a Jesús por el tentador- itinerario pedagógico de reflexión en este tiempo de ayuno, oración y ayuda a los más necesitados-, son nuestro itinerario de tentación, con la gran diferencia que Jesús vivió la resiliencia frente a la auto-idolatría; a poner a prueba a Dios y a la ambición. Nosotros en cambio nos dejamos llevar por el impulso de la libertad desordenada, dándole tiempo para que el tentador haga su voluntad en nosotros. (Esto recuerda que un anciano maestro enseñaba el camino de la libertad sin tentación y un discípulo se le acercó y le pregunto que como era el diablo y el anciano maestro le mostró un espejo).

Al tentador se vence desde la pedagogía de la cruz, allí salimos victorioso ante sus propuestas. La cruz es el camino de quien hace la voluntad del Padre: “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22, 42) Con esta fuerza de Jesús de hacer lo que el Padre manda empieza la victoria sobre el mal rompiendo todo tipo de idolatría que interrumpe el camino del hermano-discípulo en el seguimiento.

El seguimiento a Jesús está íntimamente relacionado con la pedagogía de la Cruz; el que sigue a Jesús participa de su destino  en la cruz - consecuencia del seguimiento (Cfr. Mt 16,21) Quien quiera optar por el riesgo del seguimiento, su norte es la pedagogía de la Cruz: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese así mismo, tome su Cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, lo encontrará” (Mt 16,24-25).

La pedagogía de la cruz empieza su gestación en los anuncios de la pasión de Cristo a los discípulos (Cfr. A. Mc 8,31-9,1; Mt 16, 21-28; Lc 9,22-27. B. Mc 9, 30-32; Mt 17, 22-23; Lc 9,44-45. C. Mc 10,32-44; Mt 20, 17-19; Lc 18,31-34) Centro de la enseñanza de Jesús.  Y en la montaña por medio de la transfiguración (Cfr. Mt 17,1-9; Mc 9,2-8; Lc 9,28-36; Cfr. 2P 1,16-18) Jesús es notificado por el Padre que el destino de Él y la de sus discípulos es la Cruz: “Este es mi Hijo amado, mi predilecto” (Mt 17, 5). 

La voz del Padre es el llamado que hace para que recordemos el camino de la Cruz y no nos acomodemos a este mundo, sino que nos dejemos transformar por Cristo: “No se acomoden a este mundo, por el contrario transfórmense interiormente con una mentalidad nueva, para discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno y aceptable y perfecto” (Rm 12,2) Y esto ha de llevarnos a configurarnos con el mismo Cristo en el sendero de la Cruz: “Y nosotros todos, con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y nos vamos transformando en su imagen con esplendor creciente, bajo la acción del Espíritu del Señor”  (2Cor 3,18).

En la transfiguración (Cfr. Mt 17,1-9; Mc 9,2-8; Lc 9,28-36;) Jesús se llevó aparte  a Pedro, Juan y Santiago, a una montaña elevada y allí se transfigura delante de ellos. En la montaña se aparecieron Moisés y Elías: Moisés profeta por excelencia de Dios, que fue llamado para liberar al pueblo del poder de Egipto, Moisés representó el cumplimiento de la alianza para el pueblo de Dios (Cfr. Ex 3). Elías- profeta galileo-  que llamaba al pueblo a hacer memoria de la Alianza y así vuelva a Dios (Cfr. 1R 17-2R 1-2,1-18) Incluso este Elías fue arrebatado de la tierra, pero según la tradición había de regresar (Cfr. Ml 3,23-24; Cfr. Mt 17,10) Jesús afirma que ya ha venido pero no lo reconocieron - Lo discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista (Cfr. Mt 17, 11-13). 

Una lectura de la transfiguración es que el lector comprenda que Jesús  ha recibido por parte del Padre  la herencia de la tradición de la alianza y del profetismo en la presencia de Moisés y Elías. Por medio de la voz del Padre es llamado a liberar al pueblo de la esclavitud por su palabra que lo restaura todo.  Con su transfiguración muestra el camino a seguir en la continuidad del reino, comunidad de la nueva alianza.  

Jesús recibe la gloria de Dios que irradia a los testigos sorprendidos que escuchan en el silencio la voz del cielo: “Este es mi Hijo Amado, en quien me complazco; escúchenle” (Mt 17,5) Este texto es el desarrollo contextual del Bautismo (Cfr. Mt 3,16; Mc 1,11; Lc 3,22) en el que el Padre ha manifestado que Jesús es el Hijo amado en quien tiene su complacencia: Bautismo y Transfiguración tienen su centro en el destino de la Cruz. Jesús es Bautizado y Ungido por el Espíritu del Padre manifestado en la Unción de su propia Sangre derramada en el madero.  

Jesús recibe la gloria de Dios en la teofanía de la transfiguración y después es tentado por la propuesta de este destino en su propia comunidad de discípulos-hermanos: “¡Ni se te ocurra, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso! (Mt 16,22) Este rechazo es propiciado por el desamor del seguidor que se aleja de la pedagogía de la Cruz. Jesús toma la misma actitud que en las tentaciones, rechaza al tentador. Él le manifiesta a la comunidad que siga el compromiso adquirido en el llamado que recibieron (Cfr. Mc 3,13) y los anima: “Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: Levántense, no tengan miedo” (Mt 17,7). 

A modo de conclusión  

Debemos asumir nuestro compromiso como creaturas y criaturas modelados por sus manos con arcilla del suelo colocando su espíritu de vida Dios nos formó a su Imagen y Semejanza (Cfr. Gn 1, 26, 2,7) Pero al rechazar la vida, al no asumir nuestra condición de seguidor de Jesús, caemos en la desemejanza frente a Dios. Ya No escuchamos la voz del Señor. Jesús se transfiguró para que nos configuremos con Él para que fuéramos Imagen y Semejanza de Dios; pero  nosotros optamos por configurarnos al mundo con la seducción de las tentaciones. 

Vivimos alejados de Dios, en realidad no podemos afirmar con convicción que somos creyentes, hemos desfigurado la presencia de Jesús en nuestros corazones. Rechazamos la propuesta de no violencia (Cfr. Mt 5,20-48) Jesús nos propone un proyecto de vida (Cfr. Mt 5,1-12) y nosotros proponemos un anti – proyecto, que consiste en validar todo tipo de injusticia e idolatría.  

“Los que buscan sus propios intereses son como los que van al templo a comprar y vender de lo suyo. A esos tales el Señor los arroja del templo con un látigo de cuerdas (…) Sus artimañas son como fibras de esparto que, retorciéndose y sobreponiéndose unas a otras se convierten en su cordel para su propio castigo” (San Agustín. In ps 130,2).

[1] Texto elaborado en Marzo 20 de 2011 (Domingo II de Cuaresma) y modificado el 16 de Marzo de 2014 (Domingo II de cuaresma).

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