sábado, octubre 06, 2012

EL QUE NO ACOJA EL REINO DE DIOS COMO UN NIÑO NO ENTRARÁ EN ÉL


 
Mc 10,2-16 

“Cuando no siguen el camino del Señor, ¡Qué lastima dan, por bien que caminen! Es preferible, sin duda, ir por el camino aun cojeando, a correr fuera de él. Y con esto, su caridad dése por satisfecha” (San Agustín. Serm. 141,4) 

No pretendemos juzgar la conciencia de aquellos que profesan la fe en Jesucristo, pero si sus actitudes, ellos hacen todo lo contrario a lo que dicen profesar; podríamos aventurarnos a hacer la siguiente afirmación: Se encuentra más ética en un ateo  o no creyente, que en un cristiano. Los cristianos rehúsan escuchar la voz del Señor, se han hecho sordos frente al clamor del pobre, son despreciativos, discriminan a los que consideran pocos piadosos y los marginan:  

“Oigan, cielos, escuchen tierra, que habla Yahvé:
Hijos crié y saqué adelante, pero se rebelaron contra mí.
Conoce el buey a su dueño,
Y el asno el pesebre de su amo;
Pero Israel no conoce,
Mi pueblo no discierne” (Is 1,2-3). 

Así como Isaías describe que su pueblo desconoce a Dios, pero los bueyes y los asnos si reconocen a sus dueños, de la misma manera,  los cristianos hoy desconocen a su creador y  la voz de su pastor y Señor (Cfr. Jn 10) Existe una distancia enorme entre fe y vida, se ha creado distancia entre los cristianos: “Y además, entre nosotros y ustedes se interpone un gran abismo…Ya tienen a Moisés y los profetas; que les hagan caso” (Lc 16, 26.29) Nos relacionamos con los mismos mecanismos de la sociedad: “Ley del atajo”, con estos criterios educamos en la familia, en la sociedad, en la comunidad eclesial,  creando la “cultura del atajo”, de la corrupción. 

Como cristianos estamos llamados a formar ética cristiana que sea consecuente con la fe que se proclama, también debemos desarrollar mecanismos éticos contra la “cultura del atajo”, Mockus plantea: "Primer anillo de seguridad, tu conciencia. Segundo anillo -si tu conciencia falla- tus vecinos, amigos y colegas. Si la autorregulación y la mutua regulación no bastan, policía y justicia. Pero en ese orden".  

Este mecanismo, acompañado  de la corrección fraterna (Mt 18,15-17) serían alternativa en la ética cristiana, fruto del amor a Dios y al prójimo, que responda a las exigencias de Jesús, esto implicaría respeto a los demás y en especialmente a los más débiles: “Amor, el respeto al prójimo, la justicia interhumana. Dios pide que el amor se dirija principalmente a los que no son tratados con justicia, los más pobres y necesitados, y así se cumple aquello. -Cuánto hiciste a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hiciste-”[1]. 

De esta manera, los pequeños, los que son tenidos como poca cosa, son los llamados a vivir en Dios, a heredar el reinado de Dios, ellos son los bienaventurados del Señor: “Bienaventurados los pobres en el espíritus porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5,3) Estos hombres y mujeres llamados pequeños por Jesús, son considerados desgraciados y malditos por la ley. Pero Jesús se refiere a ellos como los felices, ya que son aptos para recibir la bendición del Resino[2]. 

La situación de la mujer en Israel también era de dependencia, ella era sujeto de vejaciones, estaba bajo la tutela de la casa paterna y al ser comprometida quedaba sometida al marido, quien determinaba su destino, el hombre se hacia propietario de ella: “Si un hombre toma mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no logra caerle bien, por haber hallado en ella algo que le desagrada, le escribirá carta de repudio, se la pondrá en su mano,  y la  despedirá de su casa. Supongamos que ella, tras haberse marchado de casa de éste, se casa con otro hombre. Y luego este segundo hombre acaba aborreciéndola también, le escribe carta de repudio, se la pone en su  mano, y la despide de su casa,  o bien que se muera este otro  hombre que la tomó para sí por mujer, no podrá su primer marido, que la despidió, volverla á tomar para que sea su mujer, después de haberse hecho impura; porque es abominación delante de Yavé, y no has de pervertir la tierra que Yavé tu Dios te da por heredad” (Dt 24,1-4). 

Jesús al optar por los que son tenidos en nada: Niños, mujer-viuda sin descendencia- Leprosos, lisiados, mancos, paralíticos, ciegos, mudos y discriminados por cualquier tipo de enfermedad determinada por la ley judaica, no rompe con la ley judaica, sino que le da una nueva concepción, orientándola al respeto, desde el amor a Dios y al prójimo. Jesús frente a la discriminación contra la mujer no comparte los paradigmas judaicos de repudio: “Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De Manera que ya no son dos, Sino una sola carne” (Mc 10, 6-8) 

Jesús no discute con la ley judaica, Él vino a darle cumplimiento (Mt 5,17-20) dirigiéndose  a la fuente (Gn 1, 27-28; 2, 21-25) para aclarar la intención original de Dios –Hombre y Mujer son “Una sola Carne”--, Este es el respeto mutuo, nacido del amor humano, que es la vivencia del amor divino, profesión de amor a Dios (Cfr. Jn 21) practica de la justicia por encima de las leyes estrictamente ultraconservadoras. Nuestra justicia debe estar por encima de todo intento discriminatorio: “Porque le digo que, si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los cielos” (Mt 5,20).  

A modo de conclusión 

·         En ese tiempo y lugar, niños y mujeres tenían un estatus muy bajo. En ese sentido, eran como muchas otras personas marginadas -leprosos, mujeres, recaudadores- a quienes Jesús favorecía. ¡Por supuesto! Jesús sanó un leproso, un paralítico, un hombre con la mano inmóvil, un demoníaco, una niña pequeña y una mujer, la hija de una mujer gentil, un sordo, un ciego, y un niño pequeño.
·         Jesús comió con recaudadores y pecadores, y tomó un niño en sus brazos. Dijo: “Si alguno quiere ser el primero, se hará el último de todos, y el servidor de todos” (Mc 9,35)[3].
 

“Haz que me acuerde de Ti, que te comprenda y te ame” (San Agustín. Serm 158,6-7)



[1] AGUIRRE, José L. El cántico de la viña Is 5,1-7. Revista teológica limense. Vol. XXXII. No. 3. 1998. PP 335-362.
[2] Cfr. DDB. Biblia de Jerusalén. Comentarios a Mt 5,3

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