No se puede perder el horizonte que hemos venido desarrollando en este camino pascual y pos-pascual, porque el anuncio Kerygmático-pascual no ha pasado: Jesús está Resucitado, Debemos recordar que la pedagogía del año litúrgico dentro de la Iglesia, es un continuo movimiento en el cual la Resurrección es su centro de aprendizaje y seguimiento, es decir, la iglesia animada por el Espíritu de Dios en su dimensión de familia trinitaria revelada por Jesucristo sigue anunciando al Resucitado para que este anuncio no quede en el olvido a la espera del próximo ciclo litúrgico.
Esta presencia viva de Jesús Resucitado es la propuesta liberadora del seguimiento en el evangelio de Juan para la iglesia pos-pascual, de donde se desprende, que del Hijo de Dios al morir en la Cruz, sale de su costado atravesado (Jn 18,34) Sangre (muerte) y Agua (vida en el espíritu. Cfr Jn 4,14; 7,37) Esperanza para un pueblo crucificado que no había visto en su propia desesperanza el surgimiento de la vida en medio de la muerte.
De la teología del costado abierto se desprende toda una propuesta hecha por algunos padres de la Iglesia que ven en este símbolo de la lanza el surgimiento de la Iglesia y la vida sacramental de la misma, en el Concilio Vaticano II se recoge esta teología: “Aunque sus palabras y sus obras la iniciaron, "la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la cruz. El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento"(LG). "Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia"(SC) (CIC 766).
De esta manera, vemos que el Señor se ha revelado a su pueblo a través de su Palabra por medio de signos y prodigios (Heb 1,1) que se concretizan en la historia por la presencia de Jesús (Heb 1,2-5) que por medio de su resurrección, nace la posibilidad del surgimiento de la iglesia-comunidad pos-pascual, que en ella se encuentren los espacios para vivir en la historia la historicidad de la Resurrección a través de la vida sacramental - celebrativa y litúrgica de la misma: “La celebración como fiesta litúrgica, expresa un mensaje de revelación y de comunicación de la gracia santificante de Dios. Las celebraciones litúrgicas están cargadas de una gran riqueza de gestos y símbolos, de ritos e imágenes que le dan sentido a todo lo que se celebra: ´La acción litúrgica es una celebración de la “ecclesia”, de la asamblea reunida. Todos sus miembros, deben estar comprometidos, implicados en la acción celebrativa. Esta tiene como objeto-sujeto, como protagonista a todo el cuerpo eclesial, es decir, a los reunidos en cuanto a conjunto de individuos´”[1].
Por esta razón, es que en la liturgia de hoy de manera particular se celebra la presencia de Cristo en el camino pos-pascual de la Iglesia como encuentro y participación:
Encuentro: Jesús sale al encuentro de la comunidad y a través de la Palabra, le anuncia el camino que han de recorrer, el camino de la Cruz, es el camino de penitencia y purificación, haciendo memoria del acontecimiento salvífico (Dt 8, 2-16) La comunidad reflexiona que es necesario que sucedieran los acontecimientos pascuales para que ellos comprendieran que por el encuentro festivo de la Palabra (Lc 24; Jn 1,35-42) Él está presente como Resucitado en la comunidad, Él es la Palabra que da vida a la comunidad pos-pascual, se hace evidente constantemente el llamado: “Vengan y verán, fueron, y se quedaron” (Jn 1,38-39) esto es estar atentos y a la expectativa de ver; pero es necesario ir más allá del simple ver. Es quedarse y al quedarse creer y al creer anunciar: “Hemos encontrado el Mesías” (Jn 1,41) Nosotros a pesar de este encuentro festivo todavía estamos en el hemos visto, y sólo eso, hemos visto. No damos el siguiente paso, que es reconocerlo, quedarnos con él y salir anunciarlo, por esta razón nuestras Eucaristías y la vida sacramental en general se hacen encuentros débiles, pocos convincentes, no celebramos a Jesús Resucitado, seguimos celebrando al que está muerto en la Cruz.
Participación: Desde el encuentro con Jesús debemos reconocerlo en su Palabra y al partir el pan, es decir, la comunidad se deja llenar de Jesucristo, es habitar en Él: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna… Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive unido a mí, y yo vivo unido a él” (Jn 6,54-56; Cfr. Jn 15,4-10; 1Jn 3,24) Esta unidad es camino de seguimiento, de reconciliación de servicio, es camino de solidaridad, nos hacemos Uno con Él y el Padre (Jn 17,21-23) es hacerse familia por el vínculo de la Palabra (Mc 3,31-35) y por la fracción del Pan (Lc 24, 30-34), es dejarse llenar por Cristo, este es el sentido del encuentro y de la participación, vivir a plenitud desde la Palabra el acontecimiento de Dios celebrado en la fracción del Pan. Solo el creyente, como nos los plantea el evangelio de Juan es consciente de este compromiso, los que no creen abandonan y se alejan aunque estén presente, no se comprometen, simplemente hacen presencia, el creyente persevera al lado del Señor: “¿También ustedes quieren irse?...__Señor, ¿a quién podemos ir? Tus palabras son palabras de vida eterna. Nosotros ya hemos creído, y sabemos que Tú eres el santo de Dios” (Jn 6, 67-69; Mt 16,16; Mc 8,29; Lc 9,20)
Teniendo en cuenta estos dos momentos anteriores, nos convencemos que la fiesta celebrada hoy tiene estos elementos litúrgicos de Encuentro y Participación. Desgraciadamente solo nos hemos quedado en levantar unos altares por las calles de nuestras parroquias y en una simple procesión, recalcando más lo externo y lo agradable que puede ser para satisfacer nuestro comodísimo entusiasta de una celebración más. ¿Pero en realidad estamos dispuestos a hacer pastoral desde el Resucitado en cada altar? ¿Resaltamos el valor invaluable de la celebración litúrgica de la Eucaristía? ¿Creamos expectativas en la gente, estamos formando su espiritualidad? ¿Esta procesión del Corpus Christi, corresponde al desarrollo de una pastoral seria y comprometida, desde una catequesis fundamentada en la presencia de Jesús?
La celebración de la Eucaristía debe corresponder a la acción pastoral de la comunidad de creyentes desde la propuesta catequética centrada en la persona de Jesús Resucitado: “De esta manera la pastoral que nace de una catequesis centrada en la persona de Jesús Resucitado, catequesis situada y situacional en la historia del hombre dentro de la comunidades-familias que se orienta hacia la formación del catecumenado y de las comunidades poscatecumenales, donde se vivencien los valores comunitarios de la celebración festiva de la liturgia sacramental, nos traerá una Iglesia de Jesucristo más situada en la historia de la humanidad, más histórica y más humana, y en consecuencia auténticamente divinizada y divinizadora, y más humana que se va divinizando y humanizando, una Iglesia más dispuesta a la enseñanza y a la conversión: “una Iglesia de la misericordia”, donde se viva desde la presencia del Espíritu de Jesús Resucitado. Desde allí la pastoral ha de estar orientada a la conversión, convertirnos es volver nuestros corazones, nuestros pensamientos, al amor primero que nace del amor del Padre que ha sido revelado por el Hijo y comunicado por el Espíritu Santo, es volver a retomar la armonía de una comunidad eclesial que vive su fe desde la presencia de la Trinidad[2]. Al beber de esta fuente trinitaria todos nosotros estamos llamados a cumplir esta misión de formar comunidades-familias misioneras que peregrinen hacia los hombres, hacia Dios y encuentre su fundamento y su desarrollo en la fe en Jesucristo Resucitado”[3].
ORIGEN DE LA FIESTA
EL CORPUS CHRISTI
El significado del Corpus Christi (traducción del latín: Cuerpo de Cristo), también conocido como Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo o como Corpus Domini ( equivalente a Cuerpo del Señor) se destina a celebrar la Eucaristía. La celebración se lleva a cabo el jueves que le sigue al octavo domingo después del Domingo de Resurrección.(En Colombia esta fiesta fue trasladada al Domingo siguiente del Jueves de Corpus)
Los orígenes de su celebración festiva se remontan hacia el siglo XIII, momento en que la monja agustiniana Juliana de Lieja comienza a realizar enérgicas peticiones para la celebración del Corpus Christi. Juliana de Lieja afirmaba que desde su juventud, Dios la habría instruido para que un día ella pudiera establecer la festividad del Cuerpo de Dios, solicitando entonces a numerosas personalidades de la iglesia, hasta llegar al Papa Urbano IV.
Como en aquellos tiempos los obispos podían ordenar fiestas en sus diócesis el obispo Robert de Thorete ordenó la celebración del Corpus Christi en el año 1246 para que se celebrara cada año subsiguiente. Años después Robert de Thorete y la monja Juliana de Lieja murieron, pero la celebración siguió siendo festejada por los habitantes de diversas ciudades.
Hacia 1263 el Papa Urbano IV comienza a investigar los reclamos del llamado Milagro Eucarístico de Bolsena, en el cual una hostia consagrada comenzó a sangrar. Un año después el Papa publicó una bula (Transiturus Corpus Christi) en la que se realizó una fiesta en todo el rito latino. Desde aquel momento se comenzó a festejar el Corpus Christi de manera formal, cambiando las fechas según los países y regiones.
Actualmente esta fiesta se manifiesta especialmente en España principalmente, como también así en países latinos como Republica Dominicana, Bolivia, Chile, Perú y Venezuela. También en otros países como Brasil, Croacia, Polonia, Austria, Alemania, Suiza y Portugal entre otros[4].
“Les aseguro que no fue Moisés quien les dio a ustedes el pan del cielo, sino que mi Padre es quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan que Dios da es el que ha bajado del cielo y da vida al mundo… Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca tendrá hambre; y el que cree en mí, nunca tendrá sed. Pero como ya les dije, ustedes no creen aunque han visto” (Jn 6,32-33.35-36)
[1] CASALINS, Guillermo. Celebración de los símbolos en los sacramentos de iniciación cristiana Bautismo y Confirmación. Monografía. Bogotá. 2010. Pag. 97.
[2]“La Iglesia peregrinante es, por su propia naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo según el plan de Dios Padre” (AG.2).
[3] CASALINS, Guillermo. Celebración de los símbolos en los sacramentos de iniciación cristiana Bautismo y Confirmación. Monografía. Bogotá. 2010. Pag. 84-85

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