“Por encima de todo guarda tu corazón, porque de él brota la vida. Aparta de ti la lengua tramposa y aleja de ti los labios falsos; que tus ojos miren de frente y tus pupilas se dirijan hacia adelante. Allana el sendero de tus pies, que todos tus caminos sean seguros, no te desvíes a derecha ni a izquierda, aparta tus pasos del mal” (Prov. 4,23-27).
“SI YO QUIERO CAMBIARME A MÍ MISMO TENDRÁ QUE SER EN BASE A COMPRENSIÓN, INTUICIÓN, CONCIENCIA, TOLERANCIA, SIN VIOLENCIA. PUES ESO MISMO NECESITAN LOS DEMÁS. TODAS LAS REPRESIONES TIENEN UN SOLO MOTIVO; LA INSATISFACCIÓN DE TI MISMO, TU INTOLERENCIA. NO PUEDES DAR LIBERTAD SI TÚ NO ERES LIBRE. NO PUEDES AMAR, SI NO TE AMAS. Y NO PODRÁS FINGIRLO, PUES TU BOCA PUEDE DECIR UNA COSA, PERO TU VOZ, TU ACTITUD Y TODO TU CUERPO ESTARÁ DICIENDO OTRA. HABRÁ UNA CONTRADICCIÓN QUE CONTAMINARÁ EL AMBIENTE. ES PREFERIBLE HACER VER TU VERDAD A LOS DEMÁS, MOSTRANDO EL ESTADIO EN QUE ESTÁS, CON SENCILLEZ, Y TU CAPACIDAD REAL EN ESE MOMENTO” (Anthony de Mello. Auto liberación interior, p. 110-111).
Nuestra costumbre y por tradición siempre que nos relacionamos con los demás, en un compartir, en una convivencia, siempre estamos a la expectativa de evaluar los errores de los demás y con eso basamos nuestras conjeturas y muchas veces etiquetemos a los otros y perdemos la noción de ver reflejado en los demás, sus múltiples facetas, sencillamente por quedarnos en la impresión que en un momento dado nos han causado molestia y de allí tercamente difícilmente salimos y esa concepción la remarcamos siempre que estamos frente al otro.
Hemos perdido la dimensión del respeto, la tolerancia e incluso de la misma vida, por estar culpando a los demás de nuestros fracasos o logros: “YO Y SOLO YO, SOY RESPONSABLE DE ESTOS”, pero es tanto el apego que tenemos a estas etiquetas que hacemos de los demás. Ya es hora de aprender a ser responsable de nuestros actos, los demás no puede en ningún momento asumir nuestra responsabilidad, la vida es así y si la asumimos desde nuestra propia vida la vivimos desde nuestra propia responsabilidad no busquemos fantasmas en otros lugares, es necesario buscarlos en nosotros mismo y alejarlos de nuestros pensamientos.
Si soy consciente que la responsabilidad de nuestros actos dependen única y exclusivamente de mí, seré capaz de, tolerar, de respetar y acompañar e involucrarme en la decisiones, en los gustos y muchas veces en los caprichos de los demás sin intervenir en ellas, pensemos: ¿POR QUÉ PRETENDER HACER QUE LOS DEMÁS PIENSEN COMO YO, Y SEAN COMO YO PIENSO QUE DEBEN SER? NO PUEDO MIRAR DIFERENTE A LOS DEMÁS Y NO PUEDE PRETENDER QUE ELLOS CAMBIEN, SI YO NO HE APRENDIDO A MIRARME A MI MISMO Y SI NO HE PODIDO CAMBIAR YO.
Yo como persona no puedo ser responsable de la felicidad del otro, ni hacer que sus decisiones sean como las mías, pero si puedo acompañarlo a que tome el camino de la felicidad y que asuma el camino de sus decisiones eso es lo que llamamos: ACOMPAÑAMIENTO, RESPETO, TOLERANCIA, AMISTAD, COMUNIDAD FAMILIA: Esta comunidad-familia entendida así , es la que desde una pastoral evangelizadora en la Iglesia se ve como una comunidad compuesta de hombres y mujeres débiles que suplican: “Perdónanos nuestras ofensas” . Que vive inserta en la Iglesia y que no se verá libre de la fragilidad humana , por esta razón, es una comunidad dinámica en permanente conversión, necesitada de reforma al igual que la Iglesia peregrina de Jesucristo . La comunidad-familia, se sitúa en dinámica de conversión, respeto, solidaridad y de amistad, entendiendo la amistad como fraternidad que responde a la “exigencia humana de amar y ser amado” .

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