domingo, noviembre 06, 2016


XVIII.APOCALIPSIS


Apocalipsis 19,1-21

Peregrinos hacia la ciudad de la esperanza (Ap 19,1-3)

Las voces de los humanos han sonado ya: Gritaban venganza a los asesinados bajo el altar (Cfr. Ap 6,9-11), cantaban triunfantes los vencedores en la procesión de tabernáculos (Cfr. Ap 7,9-10) y en el monte Sión al lado del Cordero (Ap 14,1-15) o sobre el mar del cielo (Ap 15,3-4). Ahora entonan su canción definitiva: Lo que empezaba en Ap 4-5, con la celebración del Trono y del Cordero, culmina en estos cantos triunfales de la muchedumbre (Ap 19,1-3.6-8), ratificados por los vivientes celestiales (Ap 19,4-5) y las bodas del cordero (Ap 21,1-22,5). Pero ya no habrá cantos. La voz de la liturgia culmina[1].


La simbología narrada en el Capítulo 18, sobre la caída de la ciudad-pecadora, no se puede entender como el triunfalismo de las víctimas sobre los victimarios como se había expresado en reflexiones anteriores, porque esto sería caer en la idolatría de las víctimas así lo propone el sistema propagandístico de los vendedores de ilusiones-pecado que quieren multiplicar su discurso vengativo jugando con el dolor del pueblo que sufre. El sistema propagandístico al igual que la ideología del poder que divulga el odio y el resentimiento, se basa en la mentira y la violencia despertando la ira y sacando lo más íntimos sentimientos de dolor de las personas.
Entender así el triunfo de los santos del Señor sería negar la acción salvífica de Dios en la historia humana, sería negar su cercanía al pueblo que sufre y se pensaría en un Dios de oídos sordos porque no escucha el clamor de los que piden suplicantes que les haga justicia. También sería negar la opción de peregrinar con la ilusión de un futuro donde Dios sea todo en todos (1Cor 15,28), esto sería quedarnos anclados en el recuerdo del pasado reduciendo la esperanza del futuro, negando de esta manera la salvación porque Dios no actuará en la historia por venir, sino que solo sería el Dios que actuó en el pasado de un pueblo.
Alimentar el odio y exaltar el pasado solo sirve como pretexto de exaltación de las víctimas para negar a Dios que escucha el clamor de los oprimidos que buscan un camino de esperanza. No podemos de esta manera reducir el futuro con intensiones mezquinas de aquellos que buscan llenar sus ansias de poder. Dios ha superado muchos obstáculos para que nosotros hoy sigamos mostrando los mismos argumentos de amarras- apegados al pasado: Juicio-Castigo y Condena, que nos conducen al sufrimiento temporal o eterno, pero muy poco a la felicidad pascual.
Por esta razón, es necesario unir esfuerzos para poder conseguir una verdadera hermandad de cristianos que luchen por construir una verdadera esperanza en un futuro creíble y realizable que culminará con la paz definitiva en el reino de Dios: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu” (Rm 14,17) A este reino de paz es que nos conducen los esfuerzos que hagamos en Dios para la consecución de la ciudad del reino, ciudad de la esperanza; la ciudad de la resurrección porque allí llegaremos “Cuando Cristo haga resurgir de la tierra a los muertos, y transforme nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo… Y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos junto de la plenitud eterna de tu gloria, allí enjugarás las lágrimas de nuestros ojos, porque al contemplarte como tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tu alabanza”[2].
Así será el caminar de los santos del Señor hacia la ciudad de la esperanza, ciudad de la resurrección – ciudad de la paz – la cual no se puede confundir con la ciudad predicada y esperada de los grupos milenaristas que plantean la destrucción de la figura humana y del mundo o el juzgamiento que hace Dios según su planteamiento de condena y marginan a los seguidores del Cordero de Dios al mundo de las tinieblas, negando así la salvación a los hombres a través del reduccionismo del futuro por el miedo que produce este tipo de espiritualidad que le retienen la entrada al reino al pueblo que anhela ser ciudadanos del reino: ¡Ay de ustedes, doctores de la ley, que se han quedado con la llave del saber: Ustedes no han entrado y se lo impiden a los que quieren entrar! (Lc 11,52).
Nosotros no podemos hacer como los maestros de la ley (Cfr. Mc 8,15; Lc 12,1), negar la entrada del reino a los demás refugiándonos en el egoísmo de estos grupos que niegan la acción salvífica de Dios, no entran ellos y no le permiten a los demás la entrada al reino. Por eso como cristianos de la esperanza nuestra misión es crear nuevos horizontes en el quehacer de la comunidad de los santos de Dios, sería como abrir caminos de esperanzas que nos lleven a la consecución del Reino de Dios, trabajando de esta manera encontraremos el espacio necesario para construir un futuro esperanzador entre nuestra gente, salir del mutismo condenatorio a la libertad de la salvación, como hijos de la esperanza debemos ser “Testigos de Dios en el corazón del mundo”.
Desde esta perspectiva leyendo el Apocalipsis vemos muchos signos que nos ayuden a encontrar este camino de libertad, despejando muchos fantasmas en torno a este libro con la convicción que somos: “Linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1P 2,9) que anuncia la salvación-liberación, regocijándonos en el Señor: “Alégrense siempre en el Señor. Repito:  ¡Alégrense! (Ef 4,4) Esta es la alegría de los hijos de Dios que resucitan después de haber vencido el mal-la muerte- Esta es la gran alegría de los hijos que buscan un futuro salvador que al ver destruido el mal por medio del juicio de Dios a la gran prostituta entonan el canto de la victoria y ellos son la gran multitud llamados a ser testigos de este juicio:

Después de esto, oí las fuertes voces de una gran multitud que decía en el cielo:

¡Aleluya!
La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios,
Porque él juzga rectamente y con verdad;
Pues ha condenado a la gran prostituta
Que con su prostitución corrompió al mundo;
Ha vengado en ella la muerte de los siervos de Dios:
Luego volvieron a decir:
¡Aleluya!
El humo de ella nunca dejará de subir (Ap 19,1-3).

El cántico proclamado inicia con la aclamación hebrea ¡Aleluya! ( (הַֽלְלוּ־יָֽהּ׃Muy frecuente en los salmos que se cantan en la asamblea litúrgica del pueblo para proclamar: “Alabado sea el Señor”, esta entonación ¡Aleluya! (ἁλληλουϊά) Es expresión gozosa de alabanza y esperanza a Dios:

Cantaré al Señor mientras viva, tocaré para mi Dios mientras exista. Suba hasta él mi poema, y yo me alegraré con el Señor. ¡Desaparezcan de la tierra los pecadores, que los malvados nunca más existan! Bendeciré, alma mía, al Señor. Aleluya (Sal 104,33-35).

La asamblea litúrgica es expresión del amor a Dios que el pueblo expresa a través de alabanzas la grandeza del Señor en cantos de júbilo:
Naciones, aclámenlo con su pueblo, porque él venga la sangre de sus siervos, porque toma venganza del enemigo y perdona a su tierra y a su pueblo (Dt 32,43; Is 34,10).

Estos cantos son memorial celebrativos que el pueblo vive y celebra en alabanzas a Dios, que actúa con grandeza en la historia de la humanidad y trasforma la manera de actuar del pueblo que celebra y canta que canta y celebra. La liturgia es la expresión del pueblo que alaba el acontecimiento salvífico a través de los símbolos que se utilizan en los memoriales que hacen vida a Cristo Jesús, el Cordero inmolado, celebrado y vivido, vivido y celebrado (Cfr. SC 7-10).
El autor del apocalipsis es consciente que su libro debe ser leído y comprendido en la asamblea litúrgica que se reúne en torno al acontecimiento Jesús el Cristo de Dios que al ser celebrado trae consigo la unidad y la paz, porque Jesús el Cordero, nos unifica por medio de su Palabra. De tal manera un pueblo creyente no puede ser ocasión de división, un pueblo unido por la alabanza no puede permitir alejarse de Dios por medio de doctrinas llamativas y un sistema propagandístico que pueden confundir a los seguidores del Cordero. La liturgia y la figura de Jesús unen a los creyentes en la santidad, allí moraremos eternamente en la ciudad de la paz:

Cristo ha unificado todo en sí: cielo y tierra, Dios y hombre, tiempo y eternidad, carne y espíritu, persona y sociedad. La señal de esta unidad y reconciliación de todos en sí es la paz. “Cristo es nuestra paz” (Ef 2,14) El anuncio evangélico comienza siempre con el saludo de paz, y la paz corono y cohesiona en cada momento las relaciones entre los discípulos la paz es posible porque el Señor ha vencido el mundo y a su conflictividad permanente “haciendo la paz mediante la Sangre de su Cruz” (Col 1,20)… Con corazones rotos en miles de fragmentos será difícil construir una autentica paz social (EG 229).

Es así como el libro del Apocalipsis ilumina esta unidad en Cristo hacia una paz verdadera en la ciudad del Reino, allí donde los hijos de Dios serán llamados a participar de la asamblea litúrgica de los santos, construyendo la nueva y arrasadora esperanza en un futuro creíble y generador de futuros para las generaciones que luchan por conseguir la unidad y la paz en Cristo Jesús el Cordero del Padre. Esta nueva generación serán los que construyan el pueblo que lucha por la paz, son los llamados a ser hijos de Dios: “Felices los que trabajan por la paz porque se llamarán hijos de Dios” (Mt 5,9) Porque solo así podemos construir un nuevo cielo y una nueva tierra, ya hemos sido creados por Dios y a él tendemos como asamblea litúrgica de alabanza, porque Dios nos estimula a alabarle:

“Y tú mismo eres quien le estimula para que encuentre deleite en alabarte, porque nos has creado orientados hacia ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti” (San Agustín. Conf. 1, 1,1).

Alabanzas a Dios por las bodas del Cordero (Ap 19,4-8)

Como se ha reflexionado, este capítulo es un canto de alabanza litúrgica a Dios, es una bendición hecha canto poético que se proclama por la victoria de Dios sobre el mal, Dios rompe con su presencia misericordiosa en favor de los débiles, los tentáculos del maligno - la Bestia - Entre estas acciones de Dios el pueblo hace su alabanza por la boda del Cordero con lo que se establece la relación íntima como su pueblo por medio de su Reino. Estas alabanzas establece la proclamación de la cuarta Bienaventuranza (Ap 1,3; 14, 13; 16,15; 19,9; 20,6; 22,7.14) Bienaventuranza proclamada en favor de los santos del Señor que han sido convidados a la boda del Cordero.
Esta sección de alabanzas junto a la boda del Cordero prepara el camino para la batalla final de Dios contra la bestia. Las alabanzas se dan en la asamblea litúrgica porque allí es celebrado el culto perfecto a Dios, las alabanzas son el llamado a cultivar la esperanza, que a pesar, que el mal exista como algo constitutivo del ser humano, no podemos claudicar en el intento de luchar por conseguir erradicar el mal de nuestras vidas e instaurar el reino del bien - inclinar la balanza a hacer el bien e instaurar el reino de Dios simbolizado en la boda del Cordero -.
La figura de la boda del Cordero es una larga tradición Veterotestamentaria donde se recreaba que la relación de Dios con el pueblo de Israel, era semejante a una relación conyugal (Cfr. Is 54,5-6; 62, 5; Jr 2,2; Ez 16; Os 19-20 [21-22] En el Nuevo Testamento se toma esta figura y se plantea que la relación de Cristo y la Iglesia es un acontecimiento nupcial (Cfr. 2Co 11,2; Ef 5,23-32; Ap 19,7-8; 21,9-10) manifestando que la esposa del Cordero es la Iglesia, ahora bien, la boda del Cordero simbolizará el establecimiento del reinado de Dios que se develará en Ap 21,9-27 y se narrará como la gran promesa que se realizará- realizándose.

Felices los que son fieles al Señor (Ap 19,9-10)

Cuarta Bienaventuranza (Ap 19,9)
Sal 1,1; 32,1-2; Pro 8, 32.34

Las Bienaventuranzas: Es un género o fórmula literaria, que es muy usado en los salmos y en algunos libros sapienciales del Antiguo Testamento y en algunos pasajes de Isaías, con lo que se exaltan las virtudes de quienes han puesto su confianza en Dios y esperan hasta el final sin profanar el nombre del Señor (Cfr. Is 56,2).
Aunque parezcan fórmulas contradictorias como lo presenta Mateo 5, 3-12, que contradicen el sentido común para expresar los verdaderos valores del Reino de Dios. A parte de Mateo y Lucas (Mt 5,3-12; Lc 6,20-23) encontramos en Mt 11,6; Lc 11,28; 12,37; Jn 20,29; Ro 4,7-8; 14,22 y las siete del Apocalipsis (Ap 1,3; 14,13; 16,15; 19,9; 20,6; 22,7.14).
Felices o dichosos traducidos como bienaventuranzas expresan gozo de una persona o grupo por lo que son o hacen (Cfr. Pro 14,21; 16,20; 20,7; 28,14; 29,18; Sal 2,12; 34,8; 41,1; 84,4-5.12; 112,1; 119,1-2; 128,1) Es feliz o dichoso quien o quienes han sido invitados por el Señor a participar de su presencia en el banquete celestial o nupcial (Cfr. Ap 19,9; Mt 8,11; 22,-14; 25,1-3; Lc 13,29; 14,15; Is 25,6) La salvación futura es para los bienaventurados llamados a participar del banquete celestial. Allí los comensales serán adoradores del Señor. Solo ante Él los siervos de Dios doblaran sus rodillas:
Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre (Fil 2,10-11; Cfr. Rm 14,11; Ap 22, 8-9).

La adoración a Dios es el reconocimiento de toda la creación por la acción salvífica del Señor (Cfr. Is 45,23) que fue exaltado en la Cruz para salvación de la creación, dichoso quien participe de esta alabanza al Dios de la vida. Todos los siervos son testigos del testimonio de Jesús recibido por la tradición de los profetas (Cfr. Ap 1,2) y asumida por la tradición del Nuevo Testamento, porque Él es testigo fiel (Cfr. Ap 1,5) quien ha dicho la verdad de todo lo que vio, y es Testigo de este mensaje (Ap 1,2).

El jinete vencedor (Ap 19,11-16)

“Se le dio una corona y salió en plan victorioso, para seguir venciendo” (Ap 6,2)

V. 11: Al parecer el autor del Apocalipsis nuevamente ve el cielo abierto (Cfr. Ap 4,1; Cfr. Ez 1,1) de donde vienen sobrecogedoras visiones. En esta nueva visión aparece un caballo blanco y quien lo montaba se le llamaba “Fiel y Verdadero” nombre dado a Cristo (Cfr. Ap 3,14; Jn 1,17) para que gobierne con rectitud, al igual que en Ap 6,2 se le dio una corona y salió en plan victorioso para seguir venciendo. Él tiene toda autoridad sobre la humanidad (Cfr. Sal 96, 13; Is 9,6-7; 11,1-5; 1S 16,1-23):
Dará un vástago el tronco de Jesé, un retoño de sus raíces brotará. Repasará sobre él el espíritu de Yahvé: Espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahvé. Y se inspirará en el temor de Yahvé. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus lomos (Is 11,1-5).

VV. 12-16: Imágenes del Cordero

En estos versículos se recrean las imágenes de Jesús el Cordero el Cristo, de Dios, presentadas en otros cuadros dibujados con trazos simbólicos en los capítulos anteriores del libro del apocalipsis:

-          V. 12a: Sus ojos brillaban como de fuego (Ap 1,14; 2,18; Dn 10,6).
-          V. 12b: Llevaba en la cabeza muchas coronas (Ap 6,2).
-          V. 12c: Tenía un nombre escrito que solo Él conocía (Cfr. Ap 2,17; 7,3; 22,4; Ez 9,4-6) Este nombre lo sabrá a quien Él se lo de y lo reciba.
-          V. 13a: Iba vestido con ropa teñida de sangre (Cfr. Ap 7,14; Is 63,1-6).
-          V. 13b: Su nombre era la Palabra de Dios (Cfr. Jn 1,1.14; Sab 8,14-16).
-          V. 14: Se describe al Cordero y a sus seguidores con las vestiduras litúrgicas: Lino fino, blanco y limpio. Revestido de poder montados en caballos blancos.
-          V. 15a: De la boca le salía una espada afilada: símbolo de su nombre Palabra de Dios. Aquí se recrea este cuadro con la imagen descrita por Isaías:

Hizo de mi boca como una espada afilada, en la sombre de su mano me escondió; hizo de mi saeta aguda, en su aljaba mi guardó. Me dijo: Tú eres mí siervo en ti se manifestará me gloria (Cfr. Is 49,2-3; Heb 4,12).

-          V. 15b: Gobernará a las naciones con cetro de hierro (Ap 2,27-28; 12,5; Sal 2,9).
-          V. 15c: Con su presencia cultual sofocará la ira de Dios (Cfr. Ap 14,19-20; Is 63,3; Lm 1,5; Jl 4,13-17):

Guarda la hoz porque la mies está madura; ven a pisar que el lagar está lleno y las tinajas rebosan: Tanto son sus delitos. ¡Multitudes y multitudes en el valle de la decisión! Porque está cerca el día de Yahvé en el valle de la decisión. El sol y la luna se oscurecen y las estrellas pierden su brillo. Yahvé ruge desde Sión, desde Jerusalén alza su voz: ¡El cielo y la tierra se estremecen! Pero Yahvé será un refugio para su pueblo, una fortaleza para los hijos de Israel. (Jl 4,13-16).

Con la presencia del Cordero el culto verdadero florecerá y llegará a su plenitud porque este se celebrará en honor al Triunfo de Dios sobre el mal:

Yo solo he pisado en el lagar; ningún otro pueblo me acompañó. Los pisé con ira, los estrujé con furia y salpicó su sangre mis vestidos, y toda mi vestimenta he manchado (Is 63,3).

-          V. 16: En su manto sobre el muslo llevaba escrito este título: “Rey de Reyes y Señor de Señores” (Cfr. Ap 17,14; Dt 10,17) Dios es quien reina sobre las naciones de la tierra y sobre las potestades celestiales a Él y solo a Él se le rinde culto y adoración, Él es el Señor de Señores, todo tipo de adoración a otros dioses es una abominable idolatría: Porque Yahvé nuestro Dios es el Dios de los dioses y el Señor de los Señores, el Dios grande, fuerte y terrible, que no es parcial ni admite soborno (Dt 10,17).
Dios imparte su gracia con toda imparcialidad y especialmente en favor de los pobres y perseguidos por anunciar su nombre (Cfr. 2Cro 19,7; Jb 34,19; San 6,7-8; Hec 10,34; Rm 2,11; Gal 2,6; Ef 6,9; Col 3,25; St 2,1; 1P 1,17).


Con estas imágenes el autor del libro dibuja simbólicamente que la salvación viene de lo alto y que esta se vive y celebra en el banquete de bodas del Cordero; Dios desciende para que sus hijos asciendan a Él, porque Dios perfecciona el culto de los santos – mártires- que entregaron la vida por su nombre y blanquearon sus vestiduras con el sacrificio. Este culto ha sido preparado dese el principio del libro y se fue desarrollando hasta que llegará a su culmen con la purificación de las vestiduras sacerdotales del Cordero inmolado.
En la presencia de Dios, en su trono sagrado en el altar del sacrificio celestial se une el culto dado al Cordero en el cielo con el culto de los santos mártires en la celebración del gran banquete nupcial. Por esta razón, en este banquete no tienen participación los seguidores del monstruo, ni el mismo monstruo, ya que su carne servirá de alimento en la cena donde se saciarán las aves de rapiña que se hartarán de las carnes de sus seguidores.

Dios triunfa sobre el monstruo (Ap 19,17-21)

Estos versículos dan cuenta del destino final del monstruo y sus seguidores, quienes no dejarán de hacer el mal a los santos del Señor, por lo cual su destrucción es inminente. La batalla llega a su fin con el vencimiento del monstruo y la destrucción de sus seguidores que hacían el mal y renegaron contra el nombre del Señor manchando con sus blasfemias a los seguidores del Cordero. El banquete ofrecido por el monstruo y sus seguidores contrasta con el banquete pascual-nupcial de las bodas del Cordero. El de ellos es manchado con la sangre de las víctimas y con la carne esparcida injustamente en la arena del sacrificio, en cambio el banquete en honor al Cordero es purificado con su sangre redentora y blanqueado con la sangre sacrificial del Culto al Dios que hace justicia a sus santos.
Todos estos acontecimientos apocalípticos son narrados al pueblo por medio de revelaciones o visiones que los ángeles trasmitían al vidente. El ángel de pie sobre el sol gritaba con fuerza a las aves de rapiña que volaban en medio del cielo para llamar su atención. Esta figura tomada del profeta Ezequiel e insertada en estos versículos hace parte del llamado de viva voz que Dios hace a su pueblo santo para que no se dejen contaminar del sistema propagandístico del monstruo y sus seguidores:

Y tú Hijo de Hombre, esto dice el Señor: Di a las aves de toda pluma y a las fieras salvajes: Reúnanse y congréguense de todas partes al banquete que les he preparado, un banquete colosal en los montes de Israel. Comerán carne y beberán sangre: Comerán carne de héroes y beberán sangre de príncipes de la tierra; ellos serán, corderos y chivos, los novillos y los toros, todos engordados con Basan. Comerán grasa hasta que se harten y beberán sangre hasta embriagarse: El el banquete que les he preparado. Se hartarán en mi mesa de caballos y jinetes, de héroes y guerreros – oráculo del señor - Mostraré mi gloria a las naciones: todas la naciones verán el juicio que hago en ellas y la manera que lo ejecuto (Ez 39,17-21).

Esta profecía inserta en este capítulo muestra la perspectiva y el futuro que tendrá la cena que se le dará a los que han estado en contra del Señor. Estos tendrán una cena de sangre, cena de muerte, rodeada del mal – aves de rapiña – que acecharán buscando la carroña de los que se han bañado con la podredumbre de la idolatría. En esta cena se reunirán los seguidores del monstruo. Esta cena contrasta totalmente con el banquete ofrecido por el Señor a los santos (Cfr. Ap 19,9) porque estos serán felices al participar de la fiesta del Señor y los otros irán al culto de la desgracia – la fiesta de la perversidad – la fiesta de su propia destrucción- Se condenarán así mismo – por la idolatría que carcome su propia carne sazonada con la sangre del pecado.
Todos los causantes del mal se han preparado para combatir contra el que montaba el caballo y contra los santos, su maldad no tiene límites, siguen en su intento de seguir con la persecución y el derramamiento de sangre la ideología del poder – odio – los tiene ciegos por la ideología del poder y la violencia arma con que recrean el odio y la venganza. Su líder el monstruo (Cfr. 13,1-18) fue apresado junto con sus falsos profetas (Cfr. 13,1-18) que con su propaganda imperial basada en el odio y la guerra invadiendo las conciencias de los pobres esclavos y libertos y algunos seguidores del Señor que perdieron el horizonte dejándose seducir por la fascinación de los prodigios inventados por el sistema propagandístico que los invitaba a ponerse la marca y adoraron su imagen (Cfr. Ap 13,13-16).
Por esta razón, el monstruo al igual que la ciudad – pecadora – la gran prostituta y sus seguidores fueron arrojados vivos al lago del fuego donde arde el azufre (Cfr. Ap 19, 20b; Ap 9,7; 14,10; Gn 19,24; Sal 11,6; Ez 38,21-22) El resto que no fueron arrojados al lago de fuego, cayeron ante la espada afilada que salía de la boca del que monta el caballo. Esta espada símbolo de la Palabra hiere desestabilizando la seguridad con que amparamos nuestra vida cuando nos refugiamos en nosotros mismos queriendo ser como Dios, valiéndonos de la autosuficiencia del mal negando a Dios:

Piensa el necio en su interior: Dios no existe. El señor se asoma desde el cielo hacia los hijos de Adán para ver si hay algún sensato, alguien que busque a Dios. Se han corrompido, odiosa es su conducta, ni hay quien obre bien. Todos se han rebelado, a una se han obstinado, no hay quien haga el bien, ni uno solo (Sal 14,1-3).

Pensar así, es la causa de la obstinación humana - es la desobediencia - que es la inclinación hacia el mal (Cfr. Gn 3,1-11,32) y pervierte al hombre en lo más íntimo de su ser, esta desobediencia lo ha invadido totalmente y quiere hacer las veces de Dios:

1.      Dios provee al ser humano de todo para subsistencia (Cfr. Gn 1,1-31) pero el mismo hombre le arrebató esta obra al dejarse seducir por el mal; ahora la obra de subsistencia se le ha trasladado al hombre: “Con fatiga sacarás del suelo tu alimento mientras vivas; te dará cardos, tunas y espinas y comerás hierba del campo. Comerás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella te sacarán; porque eres polvo y al polvo volverás” (Gn 3, 17-19).
El pecado de querer ser como Dios le causó la muerte, la desobediencia lleva al fracaso de la vida, aunque creas que vas bien la muerte te acecha porque llevarás el sudor de su fuente como símbolo de la desobediencia.
2.      Dios es el encargado de dar la vida, de formar al hombre con su mano y darle el espíritu de vida (Cfr. Gn 1,26-28; 2,7) Pero por desobediente y querer suplir a Dios y creerse el dueño de la vida haciendo su obra: “A la mujer le dijo: Multiplicará los sufrimientos de tu embarazó, darás a luz hijos con dolor (Gn 3,16).

Esto ha ocasionada la ideología del poder – enmarcado con la violencia – causante de todo mal que muchas veces no hemos querido superar. Por el imperio del mal que consentimos y recreamos en nuestra vida como paradigma de una sociedad sin Dios, siendo presa fácil para que su carne harte las aves de rapiñas (Cfr. Ap 19, 17-21; Ez 39,17-21).

[1] PIKAZA Xabier. Apocalipsis. Pamplona Navarra. 1999. Ed. Verbo divino. Pág. 217.
[2] Plegaria Eucarística III.
[3] PIKAZA Xabier. Apocalipsis. Ed. Verbo Divino 1999. Pamplona-Navarra- Pag.229.
[4] PIKAZA. Ibidem. Pág. 229-230.

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