lunes, julio 27, 2015


 
VIII. APOCALIPSIS

- LIBERACIÓN - LA MAGIA DE SER FELIZ:
“YO SOY LA RAÍZ Y LA DESCENDENCIA DE DAVID,
LA ESTRELLA RADIANTE DE LA MAÑANA” (Ap 22,16)


MENSAJE A LAS SIETE IGLESIAS
Ap 1,9-3,22 

Juan hermano en la tribulación, así se identifica quien tiene la experiencia revelada por el Testigo Fiel, la identidad que adquiere es garantía para que su testimonio sea creíble en las comunidades que al igual que él sufren en la tribulación. Él se presenta como el hermano  porque está unidos a Jesús en el sufrimiento junto con los demás hermanos que están en las comunidades y por causa del anuncio del Reino de Dios son perseguidos o desplazados, pero sin perder las esperanzas son animados para soportar los padecimientos por el anuncio del mensaje de Dios que ha sido revelado de Dios en Cristo Jesús y Él lo revela a la comunidad de creyente por medio de Juan[1].
Allí en medio del destierro se encontraba Juan en la Isla de Patmos: Isla pequeña y rocosa del Mar Ageo, al sudeste de Éfeso, en esta isla los romanos deportaban a algunos de sus presos políticos.  Muchos de estos presos eran personas que se encontraban en confrontación contra el imperio, esclavos rebeldes, o de la aristocracia que no comulgaban con la política sociales o religiosas, para alejarlo de las comunidades del Asís menor[2].
El autor es quien está entregado a la Palabra de Dios que es la expresión de Dios en el Antiguo Testamento manifestada por Cristo que es en persona el testimonio de la Palabra de Dios (Ap 1,10) El que anuncia en tribulación la Palabra de Dios da testimonio de Jesús; es perseguido incluso muchos se alegrarán porque creen que al entregarlo para el martirio darán culto a Dios:      “ Si a mí me han perseguido, también a ustedes lo perseguirán; y si han hecho” (Jn 15,20;  Mc 13,13; Mt 5,10-12; 10,17-18.22; 24,9-11; Lc 21,12-13) La palabra hace al seguidor testigo del Señor Resucitado por lo que es perseguido.
Las revelaciones que se empiezan a narrar se dan en el día del Señor, día de la resurrección, día pascual, día litúrgico, primer día de la semana en que se conmemora la Resurrección de Jesús (Mc 16,2; Mt 28,1; Lc 24,1; Jn 20,1)  el día en que la comunidad se reúnen para partir el pan en memoria de Cena del Señor: “El primer día de la semana nos reunimos para partir el pan” (Hec 20,7) lo cual nos va indicando que el Apocalipsis es un libro litúrgico que se lee cuando se reúne la asamblea para compartir el pan en memoria de la Resurrección de Jesús.

Y el autor del apocalipsis queda bajo el poder del Espíritu Santo, queda en éxtasis, pero un éxtasis revelatorio, esto es rasgo característico de los profetas, Juan se siente y se presenta como un profeta que ha recibido el espíritu de profecía (Ap 19,10) que ha sido enviado para anunciar lo que ha de suceder pronto (Ap 22,6) Y este contacto con el Espíritu, es con el contacto del Espíritu del Resucitado que sucede en el día del Señor (Ap 1,10; 4,2; 17,3; 21,10). 
En este día escucha una fuerte voz como un toque de trompeta, esta voz es revelatoria es la voz de Cristo glorificado que dice y revela: “Escribe en un libro lo que ves, y mándalo a las siete Iglesias de la provincia de Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sacerdes, Filadelfia y Laodicea” (Ap 1,11-12) (Véase Ap 1,4. P. 7-14). 

Apocalipsis encuentro litúrgico revelatorio 

Ap 1,12-15
Me volví para ver de quién era la voz que me hablaba;
Y al hacerlo vi siete candelabros de oro,
Y en medio de los siete candelabros vi a alguien
Que parecía ser un hijo de hombre,
Vestido con una ropa que le llegaba hasta los pies
Y con un cinturón de oro a la altura del pecho.
Sus cabellos eran blancos como la lana, o como la nieve,
Y sus ojos parecían llamas de fuego.
Sus pies brillaban como bronce pulido, fundido en un horno;
Y su voz era tan fuerte como el ruido de una cascada.

El Apocalipsis es la expresión litúrgica de Cristo en la Iglesia, (V 12-15) En estos versículos se narra esta expresión cultual propia de la acción litúrgica que poco a poco se fue desarrollando en las comunidades de los primeros siglos. Las Iglesia se fueron constituyendo en el ejercicio litúrgico[3]. Las Iglesias se configuraron a través de la liturgia que consistía en la escucha de la Palabra de Dios y en la participación de la Fracción del Pan o Cena del Señor que las comunidades recibieron por la tradición dejada por el Señor, celebrado y difundido por los misioneros: 
Porque yo recibí esta tradición dejada por el Señor, y que yo a mi vez les trasmití: Que la misma noche que el Señor fue traicionado, tomó en sus manos pan y, después de dar gracias a Dios, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que muere en favor de ustedes. Hagan esto en memoria de mí”. Así también, después de la cena, tomó en sus manos la copa y dijo: “Esta copa es la nueva alianza confirmada con mi sangre. Cada vez que beban, háganlo en memoria de mí. De manera que hasta que venga el Señor, ustedes proclaman su muerte cada vez que comen de este pan y beben de esta copa” (1Cor 11, 23-26).
Esta tradición litúrgica ha sido ejercida en las siete Iglesia nacientes a la que va dirigida este libro (Cfr. Ap 1,11) en el que se les recuerda la fidelidad en Jesús resucitado el cordero en medio de los candelabros ya que Él se presenta como la liturgia resplandeciente del Padre simbolizada en los candelabros (Meroná – Cfr. V4d- P.19)[4]  Jesús es el nuevo candelabro litúrgico mostrado a las Iglesias, ellos estaban de espaldas y no lo veía, pero al volver la mirada y ver de quien era la voz descubren el nuevo Altar en medio de los candelabros. Jesús es el nuevo Altar de Dios. Él es el nuevo culto y reemplaza los cultos paganos – idolátricos de las Iglesias nacientes en el Altar donde se dará el único sacrificio de redención para nuestra salvación, allí está como un Hijo de Hombre (Cfr. P 25 V7).
Símbolos litúrgicos:

V 13: … Como un Hijo de Hombre, vestido con una túnica talar y ceñido al talle con un cinturón de oro.

El  Hijo de Hombre (ὅμοιον υἱὸν ἀνθρώπου) tiene un carácter de Juez escatológico (Cfr. Dn 7,13-14; 10,5-6), refiriéndose al juicio amoroso del Padre que se dará en el futuro, en la plenitud del reino de Dios de acuerdo a lo que hayamos construido en la tierra en la relación de adhesión al  Mesías. 
… Vestido con una túnica tallar: “Y así sea consagrado como mi sacerdote. Las ropas que han de hacer son estas: El pectoral, el efod[5], la capa, la túnica bordada, el turbante de lino y el cinturón” (Ex 28,3b-4.5-8; 29,5) Esta es la vestidura de la pureza, del que está sin mancha, sin pecado (Zc 3,4) El Hijo del Hombre es el portador de esta vestidura, porque ha obrado con recta conducta delante de Dios: “Se le ha permitido vestirse de lino fino, limpio y brillante, porque ese lino es la recta conducta del pueblo santo” (Ap 19,8; Is 52,1).
… Ceñido al talle con un cinturón de oro: El cinturón símbolo de reinado y de dignidad, como propietario de todo lo que este a su alcance, dueño y señor de lo recibido por el Padre: “Le envió un broche de oro, como se acostumbre a dar a los parientes del rey, y además le dio en propiedad la ciudad… Con todo su territorio” (1Mb 10,89; 11,58) Ceñir la vestidura blanca con oro es símbolo de purificación y de su reinado sobre toda la creación antigua, presente y futura.
V 14: Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, igual que la nieve; sus ojos se asemejaban o llamas de fuego. 
… Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, igual que la nieve: La eternidad le corresponde a Él y la sabiduría - la ciencia divina son suyas y la ha trasmitido a la Iglesia sufriente con una voz de esperanza y por eso hemos vuelto a ver quién nos hablaba: “Seguí mirando, hasta que fueron puesto unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestido era blanco como la nieve, y su cabello como lana limpia” (Dan 7,9) En Él reside toda la sabiduría recibida desde un principio por el Padre, en Él se ha encarnado la sabiduría que viene de arriba del Trono de Dios: “Porque yo no hablo por mi cuenta, el Padre, que me ha enviado, me ha ordenado lo que debo decir y enseñar” (Jn 12,49) Es la sabiduría de Dios encarnada desde el principio en el Hijo (Cfr. Jn 1,1-14).
… Sus ojos se asemejaban o llamas de fuego: El Señor en su sabiduría se acerca al corazón humano: “Yo, el Señor, que investigo el corazón y conozco a fondo los sentimientos; que doy a cada cual lo que se merece, de acuerdo a sus acciones” (Jr 17,10) Es quien da ojos de fuego al testigo fiel como Hijo de Hombre para que penetre los corazones de las Iglesias y sondee sus intenciones de perseverar en el error o de buscar un camino de conversión: “Yo conozco hasta el fondo la mente y el corazón” (Ap 2,23).
Este fuego que sale de sus ojos: “Y un rio de fuego salía de delante de él” (Dn 7,10a) entra en la profundidad de la comunidad de seguidores que ha empezado a purificarse con la mirada penetrante e hiriente del Señor: Penetrante porque llega a lo profundo de nuestros corazones para ser bautizados en el fuego: “Yo he venido a prender fuego en el mundo; y ¡Como quisiera que ya estuviera ardiendo! (Lc 12,49) Que separa buenos y malos: Hiriente, porque quien no pone su confianza en el Señor es herido de muerte por su pecado ya que pone su confianza en los ídolos humanos: “El Señor dice: Maldito aquel que se aparte de mi corazón, que pone su confianza en los hombres y en ellos busca su apoyo” (Jr 17,5) Alejándose del Señor que mira con ojos de fuego para escrudiñar las entrañas del se ser humano (Cfr. Rm 8,27; Sal 26,2; Jr 20,12).
V 15: Sus pies brillaban como bronce pulido, fundido en un horno; y su voz era tan fuerte como el ruido de una cascada.
… Sus pies brillantes como de bronce pulido: El metal representa la estabilidad que debe tener quien habla con autoridad. En Daniel representa la idolatría destruida por la intervención de Dios (Cfr. Dn 2,35-41) Aquí es la estabilidad de quien viene en nombre de Dios. En Daniel es hierro con arcilla-barro: “Los pies de hierro mezclados con barro” (Dn 2,3) En Apocalipsis es Bronce Pulido, son los pies del mensajero que anuncia la gran noticia Dios ha empezado a reinar mostrando su salvación a todas las Iglesias:
¡Qué hermoso son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia que dice a Sión: Tú Dios Reina! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor que vuelve a Sión. ¡Estallen en gritos de triunfo, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha tenido compasión de su pueblo, ha liberado a Jerusalén! El Señor ha mostrado su poder a la vista de todas las naciones. Por toda la tierra se sabrá que nuestro Dios nos ha salvado (Is 52,7-10).
La salvación se da con el sacrificio del Cordero en el nuevo Altar, puerta de entrada al verdadero culto a Dios: “Hizo asimismo una pila de bronce, con su base de bronce, además de los espejos de las mujeres que servían a la entrada de la tienda del encuentro” (Ex 38,8) para que el Señor estuviera a la vista del pueblo durante su viaje hacia la tierra prometida: “A lo largo de todo el viaje de los israelitas, y a la vista de todos ellos, la nube del Señor estaba sobre el santuario durante el día, y durante la noche había un fuego obre él” (Ex 40,38; Cfr. 1R 8,10-11; Is 6, 4; Ex 43,4-5; Ap 15,8) Allí se da a conocer a todas las naciones y sus pies colocan los verdaderos cimientos de la Nueva Alianza que rompe con toda clase de culto idolátrico. Y así podamos continuar nuestro viaje hacia la nueva tierra de Dios, la tierra de la promesa dada por Jesús, la eternidad, donde se llegará a la realización plena de la vida en la paz y la justicia perdurable.

… Fundidos en un horno: Pasa por la purificación del fuego, ha sido ungido en el fuego del Bautismo (Cfr. Lc 12, 49-50) y de la Cruz: “Ahora mi alma está turbada. Y ¿Qué voy a decir? ¡Padre líbrame de esta hora! Pero ¡Si he llegado a esta hora precisamente para esto! (Jn 12,27-28a) Y a pesar de esta angustia Jesús sigue de pie, se mantiene firme y la comunidad que pasa por este bautismo ha de purificar su vida en el crisol para que reluzcan sus vestiduras y se mantengan en pie dando testimonio del Resucitado.
Nuestra fe es sometida a pruebas y Dios va moldeando allí nuestro carácter, nuestra capacidad de fidelidad. El oro pasa por grandes temperaturas y luego es sometido a grandes golpes para adquirir su figura crece su valor, el diamante para ser pulido pasa por un proceso de fricción y adquiere su valor: Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, Gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo(1P 1,7) Porque en la prueba somos vulnerables y susceptibles a cambios en el horno de la aflicción y sin embargo nuestra esperanza ha de ser firme y debemos mantenernos de pie con pies de metal y no con pies de barro: “Y meteré en el fuego a la tercera parte y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. El invocará mi nombre, y yo le oiré y diré: Pueblo mío; y él dirá: Yahveh es mi Dios” (Zc 13,9).
Dios es la fuerza inquebrantable que nos habla con voz potente para que demos la vuelta a la adversidad, la adversidad no debe mirarse con desventura y mucho menos como menosprecio de Dios hacia nosotros, sino la mano y la voz que nos levanta aunque hayamos caído: “No temas, soy yo” (…) “No temas por lo que vas a sufrir” (…) Mantente fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” (Ap 1,17. 10) Muchas veces la adversidad, el sufrimiento, el dolor se convierte en fortaleza, al dejarnos moldear por la Palabra fuerte del Señor tendremos el valor que Dios dio al Hijo, no es el valor de la humanidad, que traiciona y engaña y se llena de gloria despreciando a sus hermanos. Busquemos a Dios, Dios no abandona a sus hijos que obran en fidelidad:
“Por lo general, las oportunidades son vistas como adversidades. Las adversidades pueden ser bendiciones, las crisis están llenas de oportunidades. Si alguien bloquea la puerta no gastes energía en la confrontación, busca las ventanas. Recuerda la sabiduría del agua: El agua nunca discute con sus obstáculos, sino que los rodea”                 (Anónimo)

… Y su voz era tan fuerte como el ruido de una cascada: La voz del Resucitado, es la voz que transforma los corazones de los seguidores que resuena en los oídos de todos los pueblos. Él es la voz que se pronuncia a todas las iglesias para que sean resonancia de las maravillas del Señor: “Escucha atentos el trueno de su voz, el estruendo que sale su boca; lanza su rayo bajo el cielo y alcanza los confines del orbe; retruena tras él su voz, retumba de forma soberbia; y ya no retiene sus rayos en tanto resuena su voz. Truena Dios con su voz prodigiosa, él hace maravillas que ignoramos” (Job 37,2-5).
El pueblo que escucha atento discierne el caminar del Señor, no pone obstáculos a su voz no tapa sus oídos, se deja rodear por el Señor: “Parecido de aguas caudalosas” (Ez 1,24a) que va regando a su paso y dejando huellas en su recorrido, así es la gloria de Dios que llega por todas partes: “En aquel momento la gloria del Dios de Israel llegaba por la parte de oriente; emitía un ruido como de aguas caudalosas, y la tierra resplandecía de su gloria” (Ez 43,2).
La voz que resuena como una cascada, seguirá resonando porque los cristianos, siguen narrando su fe y su voz se alzará como el ruido de muchedumbres en la gloria de Dios que el Cordero, el Hijo de Hombre ha empezado a transmitir: “Y oí el ruido de una muchedumbre inmensa, parecido al estruendo de aguas caudalosas, al fragor de imponentes truenos. Decían: ¡Aleluya!, porque ha establecido su reinado el Señor nuestro Dios todo poderoso” (Ap 19,6).
… En síntesis: Los versículos 12-15, nos narran de una manera significativa el caminar litúrgico del Apocalipsis recreado en las comunidades, que se van introduciendo hacia la gran liturgia celestial en la que todos los que permanecen fieles al Señor Resucitado gozaran de la dicha eterna de la gloria de Dios. Por otra parte estos versículos son una explicación de la visión de Daniel que tiene un carácter profético en medio de un pueblo que había perdido la esperanza y por medio de signos apocalípticos-escatológicos buscaba la manera de aferrarse a la antigua alianza y construir una nueva alianza que les indicara el camino hacia la tierra de Yahveh: 
“Levanté la mirada
Y vi a un hombre vestido de lino con un cinturón de oro puro;
Su cuerpo parecía de topacio;
Su rostro brillaba como un relámpago;
Sus ojos eran antorcha de fuego;
Sus brazos y piernas, bronce bruñido;
Y el sonido de su voz, como clamor de multitud” (Dn 10,5-6).


[1] Sobre el autor del Apocalipsis ver P. 5.
[2] Sobre la estancia de Juan en Patmos, se testifica de fuertes tradiciones. Está atestiguada por el Apocalipsis 1,9. Ireneo lo presenta como una realidad (Adv. Haer. V 30,3; otros escritos como los de Hipólito, Eusebio, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Orígenes, dependen de la información de Ireneo para hacer esta afirmación que el autor del Apocalipsis es el Apóstol Juan.
[3] La Liturgia es: “La liturgia es la cumbre a la que tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza. De la liturgia, sobre todo de la eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como fin” (S.C. 10).  La palabra Liturgia viene del griego (leitourgia) y quiere decir servicio público, generalmente ofrecido por un individuo a la comunidad. Hoy se usa para designar todo el conjunto de la oración pública de la Iglesia y de la celebración sacramental. El Concilio Vaticano II en la "Constitución sobre la Liturgia" nos presenta un tratado amplio, profundo y pastoral sobre el tema. Citamos algunos conceptos para darnos una idea de lo importante que es vivir la Liturgia, si queremos enriquecernos de los dones que proceden de la acción redentora de Nuestro Señor. "La Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y cada uno a su manera realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia" (SC 7).En esta amplia descripción encontramos lo que es realmente la Liturgia. Señalamos que: 1.-Es el ejercicio del sacerdocio de Cristo. Es decir, en la Liturgia, Cristo actúa como sacerdote, ofreciéndose al Padre, para la salvación de los hombres. 2.-Los signos sensibles realizan la santificación de los hombres en lo que quieren decir. Por ejemplo, el agua en el Bautismo significa y realiza la purificación y es principio de vida, el pan en la Eucaristía alimenta el espíritu del hombre. 3.-En la acción litúrgica, Cristo y los cristianos, que forman el Cuerpo Místico, ejercen el culto público.4.-Es la acción sagrada por excelencia, que ninguna oración o acción humana puede igualar por ser obra de Cristo y de toda su Iglesia y no de una persona o un grupo. Para asimilar mejor los conceptos que nos revelan la importancia de la liturgia, citamos otro texto del Concilio: "La Liturgia es la cumbre a la que tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza" (SC 14). (http://www.liturgiacatolica.org/respuestas/liturgia.html).
[4] Cfr. Se referencia a Ex 25,31-49; Zc 4,2.
[5] Vestidura sacerdotal simple, como un delantal. Llevaba 2 piedras de ónice en las hombreras, una a cada lado; con los nombres de las doce tribus de Israel escritos en ellas, seis nombres en cada piedra. En el área del pecho se ubicaba el pectoral, que iba adornado con piedras de ónice: Estas piedras preciosas son fácilmente reconocibles por su color negro brillante, pero también son conocidas por su profundo significado y supuestos poderes curativos. El significado y poder curativo son parte de las leyendas de estas gemas, que se remontan a la antigua Grecia y Roma.
Otra definición: El efod o ephod es un vestido sacerdotal usado por los judíos. Una de las vestiduras sacerdotales del Antiguo Testamento. Se llama en latín superhumerale, porque caía sobre las espaldas, ciñendo las otras vestiduras.

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