VI. APOCALIPSIS
- LIBERACIÓN - LA MAGIA DE SER FELIZ:
“YO SOY LA RAÍZ Y LA DESCENDENCIA DE
DAVID,
LA ESTRELLA RADIANTE DE LA MAÑANA”
(Ap 22,16)
V6: Y ha hecho de nosotros un reino; nos ha
hecho sacerdotes al servicio de su Dios y Padre. ¡Qué la gloria y el poder sean
suyos para siempre! Amén.
… Y ha hecho de
nosotros un reino
El reino es el camino de la
comunidad que vive en la esperanza que empieza a gestarse en el hoy de la
comunidad del Resucitado:
·
La realidad de esta promesa es la presencia del
Mesías que vendrá pronto (Cfr Ap 22,7) y todo permanecerá en la justicia de
Dios porque el tiempo de la renovación se acerca: “Que el pecador siga pecando y el manchado siga ensuciándose, que el
bueno siga practicando el bien y el santo creciendo en santidad” (Ap 22,11)
Este es el acontecimiento de la presencia de Dios en la pascua del reino que es
la morada de los justos: “Esta es la
morada de Dios con los hombres; Él habitará en medio de ellos, ellos serán su
pueblo y él será Dios-con-ellos” (Ap 21,3) esta es la herencia del vencedor
en los cielos nuevos y en la tierra nueva: “Yo
seré Dios para él y el será hijo para mi” (Ap 21,7) Este es el salario que
merece cada uno según su trabajo en la cosecha del Señor (Cfr. Ap 22,11).
·
El reino de Dios es una realidad predicada por
Jesús, no es algo etéreo, sino constitutivo en la vida de la comunidad de
creyentes. La predicación de Jesús empieza con esta realidad porque el tiempo
de espera está cumplido: “El tiempo se ha
cumplido y el Reino de Dios ha llegado” (Mc 1,15; Cfr. Mt 3,2; 4,17; Lc 17,21) es
una actitud de corazón que afecta todo el ser y transforma: “Conviértanse y crean en la Buena nueva” (Mc
1,15).
·
Esta actitud de corazón que trasforma, no se
puede entender como un estado físico: el reino es “justicia, paz y gozo en el espíritu” (Rm 14,7) está dentro de
nosotros, nace del corazón, es creer en la buena nueva. Es trasmitir esta Buena
Nueva, es compartir tu pan con el hambriento, solidarizarse con el que sufre y
el oprimido (Cfr. Mt 25,31-40; St 1,27; 2,16; 5,4-6) es no cometer injusticia,
porque los injustos no heredarán el reino de Dios (Cfr. Mt 25,41-46; 1Cor
6,9-10) Por lo tanto, la presencia del
reino es una actitud personal y comunitaria, es vivir en el anuncio Kerygmático
de Dios.
·
Por esta razón, el reino de Dios es un llamado: 1-
A combatir el mal, (Cfr. Ef 6,12); 2- A vivir en plenitud la
Cruz, la resurrección, la ascensión y la presencia del Espíritu (Jn 19-20). El
Reino es la realidad de un cielo nuevo y una tierra nueva (Cfr. Is 65,17; 1P
3,13; Ap 21,1; - Rm 8,19-23 -) donde crece la Palabra de Dios “Para que todos sean uno. Como tú, Padre, en
mi y yo en ti, que también sean uno en nosotros” (Jn 17,21; Cfr. Jn 15,1-17) y de esta
manera, “Dios sea todo en todos” (Cfr.
1Cor 15, 20-26.8; Col 3,11; Rm 11,32).
·
Es Dios el camino del
reino, en el reino se vive desde la imprevisibilidad del Dios de la vida:
“Desnudo vine a este mundo, y desnudo saldré de él. El Señor me lo dio todo, y
el Señor me lo quitó; ¡Bendito sea el nombre del Señor! (Job 1,21) Dios es
el Padre que protege a sus hijos: “No se preocupen por lo que han de comer o
beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida
más que la comida y el cuerpo más que la ropa? (...) Pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las
necesitan” (Mt 6,25.32) Nuestra preocupación ha de ser buscar el reino de
Dios y su justicia: “Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de
los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas
estas cosas” (Mt 6,33).
·
De tal manera que la comunidad del reino celebra
la pascua eterna con los bautizados que se alimentan del Pan bajado del cielo
que les da vida eterna (Cfr. Jn 6). Y la vida eterna es vivir en la presencia
del Padre: “Y la vida eterna consiste en
que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y Jesucristo, a quien tú
enviaste” (Jn 17,3).
… Nos
ha hecho sacerdotes al servicio de su Dios y Padre.
Los que han sido
bautizados con la sangre del cordero, se han purificado rompiendo las ataduras
del mal que por medio del bautismo nos hacemos sacerdotes participes del
sacerdocio de Cristo, rendir culto a Dios y ser testigos de la santificación de
los hombres y mujeres que viven en el reino del resucitado: “Así como piedras vivas que son forman parte
de un edificio espiritual, de un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales agradable a Dios por medio de Jesucristo… Ustedes son linaje
elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido. Destinado a anunciar
las alabanzas de Aquel que los ha llamado
de las tinieblas a su admirable luz” (1P 1,5-6.9).
De esta manera el pueblo sacerdotal, es el pueblo
bautizado en Jesús con el fuego del Espíritu, la presencia
del fuego hace énfasis en la purificación (Cfr. Is 1,25; Zc 13,9) recibida en
el bautismo cristiano. Jesús vino a bautizar con fuego (Cfr. Lc 3,16) y en
fuego lo recibieron los discípulos (Cfr. Hec 2,2-4) y el mismo Jesús habla de la angustia de este
bautismo (Cfr. Mc 10,38-39; Lc12,50; Jn 18,11) como un trago amargo que debía
pasar: “Padre mío, si es posible, líbrame
de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres
tú” ( Mt 26,39; Cfr. Is 51,17; Ez 23,31-34; Heb 5,7-8). Jesús se mantuvo
fiel en sus opciones hasta el final y quienes permanezcan fieles hasta el final
serán salvos (Mt 24,11-13; Lc 21,28).
Por lo tanto, ser
sacerdotes de Cristo es ser bautizados en el fuego de su Espíritu. En
este acontecimiento pascual el bautismo es opción cristiana de la comunidad del
reino, que sigue en la caminada el proyecto del Padre. El Hijo es bautizado en
la complacencia del Padre: “Tú eres mi
hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección” (Lc 3,22) El
bautismo es el anuncio Kerygmático de Dios que bautizará a la comunidad en el
bautismo del Hijo, allí dejaremos el pecado y caminaremos hacia el rio
salvífico: Encarnados como Profeta:
En la Palabra, para el servicio de la Palabra dentro de la comunidad eclesial. Encarnados como Reyes: Servidores del
Señor, a la manera de Jesús que no vino a ser servido sino a servir. Encarnados como Pueblo Sacerdotal:
Colocando los corazones orientados hacia Dios en función de santificar y de
santificarse.
… ¡Qué la gloria y el poder sean suyos para siempre!
Ahora bien, al
unir el acontecimiento de la Cruz: Sangre-Eucaristía y Agua-Bautismo, con la
celebración de los santos que han sido bautizados con la sangre del Cordero
(Cfr. Ap 7,9-17; 14,1-5) El bautismo es sacramento que incorpora en la muerte y
resurrección de Jesús, en el bautismo la comunidad nace a la resurrección y
será testimonio de la fe.
Desde el
bautismo en la Cruz, ha sido glorificado por el Padre y en Él hemos sido
glorificados en el tiempo de Dios: “Ha
llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado” (Jn 12, 23), para
ser glorificado en Jesús hay que aceptar la cruz y glorificar el nombre del
Señor: “Padre, glorifica tu nombre. Vino
entonces una voz del cielo: Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré” (Jn
12,28). Esta es la glorificación que reciben los que purifican sus vestiduras
en la Sangre del Cordero, porque Él ha sido fiel a lo que el Padre le ha
confiado (Cfr. Jn 17, 4).
De tal manera, que los bautizados en la
Pascua del Señor, en la celebración eterna del júbilo y de la glorificación de
los elegido son los ciudadanos del reino, sin mancha, con conciencia tranquila
y limpia (Cfr. 1P 3,21-22) Estos son los que están dispuestos a ser terreno
fértil en el que Dios coloca la semilla
de la palabra que germina dando frutos (Cfr. Mt 13,1-23) en la comunidad del
reino (Cfr. Mc 4,1-33;
Mt 13,1-52; Lc 8,4-18; 13, 6-9.18-21) se desechan todas las cizañas dejando
solo las plantas que produzcan frutos, así se dará el juicio de la vida
presente a semejanza de la vida futura (Cfr. 1Jn 3,2b; Mt 7,15-20; 12,33.35:
Eclo 27,6).
… Amén:
(אָמֵן)
Palabra hebrea, que sirve para ratificar lo afirmado por uno mismo o por
otra persona (Cfr. Is 33,16; 49,7; 65,16; Sal 19,7; 41,13; 72,19; 111,7; Os
5,9; Pro 25,13; 2Co 1,20). También hace énfasis a las Palabras de la Verdad
pronunciadas por Jesús para su cumplimiento (Cfr. Ap 3,14) Por esta razón, los cuatro vivientes dan un sí a las Palabras
del que está sentado en el Trono y al Cordero (Cfr. Ap 5,14) Con la palabra
Amén se concluye al Apocalipsis, después de haberse revelado lo que va a
suceder y su cumplimiento: “Amén. ¡Ven
Señor Jesús! Que el Señor Jesús derrame su gracia sobre todos” (Cfr. Ap 22,20-21).
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